jueves, 23 de febrero de 2012

¡Y en el norte se puso bravo!

En la vida escolar existen fechas que son emblemáticas en la historia de uno. Quién no recuerda la vez que hizo de granadero, negrita mazamorrera, velero o lo juntaron entre varios para hacer de pueblo. Algunos eran más afortunados, alcanzando los papeles estelares, como Manuel Belgrano, Mariano Moreno, Juan José Castelli y demás. Es más, seguramente más de uno, a última hora, anunciaba en su casa que al otro día tenía que llevar preparado un informe o calendario escolar sobre el  25 de Mayo. Y ahí nos poníamos a buscar y observar esas figurillas, sea en Billiken, Anteojito, o algún manual escolar que encontrábamos en nuestras casas para ver a esos personajes estáticos pero dinámicos al mismo tiempo, sea en el famoso Cabildo Abierto del 22 de mayo o en aquella inolvidable postal del pueblo representado con paraguas, cintas blancas y celestes, frente al Cabildo, vivando a nuestra patria.
Y gracias al trabajo de maestros, padres, abuelos o simplemente a nuestra mera curiosidad, ninguno de estos personajes nos resultan hoy ajenos.  Pero, ¿Qué fue lo que sucedió una vez pasado el 25 de mayo? ¿Quiénes fueron aquellos personajes que interfirieron en esa famosa reunión para dictar el nuevo curso de nuestra patria? Es más, ¿Quién fue aquel que de una manera locuaz y haciendo uso de sus dotes de gran orador pronunció la frase que pasaría a la historia, afirmando que al no existir la monarquía de Fernando VII debido a su encarcelación por una tramoya napoleónica, la soberanía residiría en el pueblo de Buenos Aires?
Este hombre que por orden de la Junta partiría hacia el Norte a someter al resto de las provincias a los nuevos ideales tiene un nombre: Juan José Castelli, abogado porteño y brazo armado de la Revolución.
Una vez declarada la Primera Junta de Gobierno el 25 de mayo de 1810, con Cornelio Saavedra a la cabeza, ésta debió abocarse de lleno a la realización de su programa político. Se debían dar los pasos de manera urgente que consolidarían la revolución en todo el territorio para que pudiera ser realidad el mandato del 28 de mayo: invitar a todos los pueblo a enviar sus representantes a la formación del gobierno permanente.
 Paralelamente, se debía evitar la reacción de las autoridades españolas partidarias del reconocimiento del Consejo de Regencia y que sin duda verían la destitución de Cisneros como un atentado a la autoridad real. Así, se decidió enviar el 4 de octubre de ese mismo año una “expedición auxiliadora” al interior con el objeto de ayudar a los pueblos a liberarse de la previsible presión de los grupos reaccionarios, comandada por los generales Antonio González Balcarce y Eustaquio Díaz Vélez y el Dr. Juan José Castelli como comisario político.
Este último, abogado de tendencias liberales y primer vocal de la Junta que había alcanzado su máxima popularidad en la asamblea que pasó a la historia con el nombre de Cabildo Abierto del 22 de mayo, se encontraba ahora como representante del ente gubernamental para hacer cumplir la revolución en cada rincón del Alto Perú. “Un gobierno de criollos, aseguraba, al no encontrase ya la España de Fernando VII”. Con su excelente oratoria afirmó firmemente que los derechos de soberanía debían pasar al pueblo de Buenos Aires.
El “orador destinado para alucinar a los concurrentes” demostraría en el norte una conducta implacable lo cual lo llevaría a ser tildado de “jacobino” por muchos historiadores y testigos de la época, al ver los recursos y políticas que utilizaba para llevar a cabo la revolución.
El abogado que había estudiado en colegios como el San Carlos y el Monserrat de Córdoba, la Universidad de Charcas y la Universidad de Córdoba del Tucumán, seguiría al pie de la letra un conjunto de instrucciones fechadas el 12 de septiembre de 1810 y atribuidas a Mariano Moreno, donde se fijaban los métodos a implementar para lograr la adhesión de los pueblos.
Este “Plan de Operaciones” que tuvo como fin consolidar la gran obra de la libertad e independencia requería y aconsejaba  poner en práctica una serie de medidas tales como el empleo del terror, la astucia, la intriga, la vigilancia sigilosa, el espionaje, el engaño y otros medios que permitieran lograr el triunfo de la Revolución. Hasta la pena capital para aquellos que no estuvieran de acuerdo o fueran cómplices contrarrevolucionarios.  ¿Decapitar a los contrarios? Por qué no: sería un castigo ejemplificador.
El cambio radical había comenzado y el objetivo estaba determinado: expandir la Revolución en todo el territorio. Como dice la famosa frase adjudicada a Maquiavelo “El fin justifica los medios”.
Pero este cambio debería ser custodiado en los diferentes pueblos y ciudades por lo que se hacía necesario mantener espías. Imagen que se repite en la  Francia revolucionaria de 1793, cuando el Club de Ruan decretó que el comité de suveillance se encargara de reclutar el suficiente número de patriotes para vigilar la opinión en cafés y otros lugares públicos. Entonces, ¿Porqué no utilizar el mismo método en pulperías y posadas para silenciar cualquier intento que debilitara el espíritu revolucionario?
Es así que por esas tierras del norte veremos a ese abogado, el mismo que había impresionado a las multitudes con su discurso radical del 22 de mayo de 1810, el mismo que con sus dotes de orador, justificó y dio sentido al anhelado cambio revolucionario, ahora actúa con mano firme y sin piedad contra aquellos espíritus contrarrevolucionarios y realistas. Aquel que sin vacilar, cumplió con los fusilamientos en el paraje de Cabeza de Tigre, cerca de Cruz Alta, Córdoba, en donde se encontraba nada menos que uno de los héroes de las Invasiones Inglesas y ex Virrey, Santiago de Liniers y Bremond junto a otros realistas que habían intentado unir sus fuerzas con las del Alto Perú pero fueron perseguidos y atrapados por los revolucionarios que no dudaron en definir sus destinos.
Castelli había sido destinado a las provincias del Alto Perú, dirigidas por hombres de prestigio, y con posesión de tropas, que habían rechazado la autoridad de la Junta, con excepción de Tarija, Cochabamba y Santa Cruz de la Sierra. El Paraguay, por su parte, había optado por una prudente expectativa mientras que Santiago de Chile, sin reconocerla, la aceptaba como un hecho consumado. No obstante, para respiro de los revolucionarios, casi todas las ciudades del territorio argentino apoyaron rápidamente a la Junta. En junio lo hicieron Santa Fe, Entre Ríos, Corrientes, Tucumán, Catamarca, Salta, Mendoza, Santiago del Estero y Jujuy. Córdoba y Montevideo se opusieron a las nuevas autoridades de Buenos Aires. 
Los patriotas no pudieron en Cotagaita pero tomaron la ciudad de Oruro y obtuvieron una gran victoria en Suipacha el 7 de noviembre de 1810, lo que les permitió ganar la inmensa región hasta el Río Desaguadero, límite del Virreinato del Perú. Así fue que todas las ciudades del Alto Perú se pronunciaron por la revolución y apresaron a sus gobernantes. Potosí depuso al gobernador Paula Sanz, formándose una junta de gobierno patrio, y en Charcas otro levantamiento apresó al mariscal Nieto y al general Córdova y los entregó a Juan José Castelli. Por último, el intendente Domingo Tristán de La Paz, ante la inminencia de la llegada de las fuerzas expedicionarias, reconoció a la Junta de Buenos Aires. Todos ellos serían víctimas de la ferocidad de Castelli, ejecutados en la plaza mayor de Potosí el 15 de diciembre de 1811.
Tampoco se privó de efectuar oficios en donde figuraban aquellos que suponía se oponían a los principios revolucionarios como aquel escrito el 12 de diciembre de 1810 en Potosí que dejaba constancia de las personas que serían trasladadas a Salta por la fuerza con el fin de mantener la tranquilidad y seguridad en el pueblo. O en donde dejaba en claro la prohibición de la difusión de noticias falsas ejecutando a los que no cumplieran con la orden.
Además de los fusilamientos cometidos en el paraje Cabeza de Tigre y Potosí, el Representante de la Junta en el Alto Perú, cometió el error de autorizar, tras el triunfo de Suipacha, saqueos, confiscaciones y otros desmanes de las tropas en perjuicio de los vencidos que fueron mal vistos por las poblaciones. En el artículo sexto de las Instrucciones dadas a Castelli para su cumplimiento figuraba que en la primera victoria que se lograse, se dejaría que los soldados hicieran “estragos en los vencidos para infundir el terror en los enemigos”.
La vida licenciosa de algunos oficiales como así también las ofensas hacia el sentimiento religioso provocaron la enajenación de la población altoperuana, la cual se dispuso a desprenderse totalmente de la causa revolucionaria ya que era algo que atentaba contra su forma de vida e ideales. Además, se comentaba que por esos días “...en tales casas se hacían bailes las más de las noches, donde se divertían los oficiales. Y que, Castelli, se notó que le permitía a sus edecanes y a otros oficiales jóvenes ponerse en mal estado por exceso de bebida, y ejecutar con las mujeres acciones poco decentes; las cuales mujeres se ponían en el propio estado por igual exceso; cuya conducta originó un descontento general en el pueblo, respecto de los oficiales y del doctor Castelli, siendo esto en Chuquisaca.”
Gran malestar había causado además el episodio de la quema de una cruz en la provincia de La Paz, el haberse revestido con las sagradas vestiduras y el cantar misa en el templo del curato de Laja, en cuyo púlpito predicó el secretario Bernardo de Monteagudo. La mayoría coincidía en que si Castelli no percibía, al menos toleraba estos graves extravíos. Era un hecho que la religión había sido atacada por el libertinaje de ciertos individuos del ejército. Lo que estaba en duda era si él mismo se había entregado a conductas escandalosas durante su actuación en el norte.  Estas acciones perjudicaron notablemente su moral.
Pero aquellos que causó gran estupor entre las castas altoperuanas fue su intención de ampliar el apoyo a la causa revolucionaria liberando a los indígenas del tributo y declarando total igualdad entre las razas. Alarmante fue también la proclamación del sufragio indígena, en febrero de 1811, que promulgó Castelli a los habitantes del distrito de la audiencia de Charcas para que elijan un diputado que los representase en el Congreso. ¡Era el acabose! Aunque estas medidas no tuvieron efectos jurídicos inmediatos, alarmaron a las clases altas del Alto Perú.
A pesar de todo, a Castelli le llegó también su sentencia que se conoce como la “Causa del Desaguadero”, el 4 de diciembre de 1811. Ante la derrota de Huaqui el 20 de junio de 1811, el Alto Perú que formaba parte del Virreinato del Río de la Plata, quedaría separado de las Provincias Unidas. Castelli había incumplido la orden impartida por la Junta de Buenos Aires de no atacar sin tener la seguridad del éxito. Sin embargo, este proceso fue suspendido debido a su fallecimiento el 12 de octubre de 1812, producto de una llaga cancerosa en la lengua, siendo sepultado en la Iglesia de San Ignacio. El gran orador que había maravillado a cabildantes, pueblos e indígenas, perecía por su lengua.
Empedernido revolucionario, convencido de que sus políticas encontraban su amparo en llevar a cabo la verdadera revolución, justificaba el uso del terror como el arma más formidable para someter las rebeldes resistencias de los realistas. 
Como aseguraba su amigo y colega, Mariano Moreno: “Los cimientos de una nueva república nunca se han cimentado sino con el rigor y el castigo, mezclado con la sangre derramada de todos aquellos miembros que pudieran impedir sus progresos (...) ¿por qué nos pintan a la libertad ciega y armada de un puñal? Porque ningún estado envejecido o provincias pueden regenerarse sin cortar sus corrompidos abusos, sin verter arroyos de sangre.”  Y esto fue lo que animó su proceder.
Ahora ya lo sabés.
Lic. Andrea Manfredi
Fuentes
“Instrucciones que deberá observar el representado de la Junta, doctor don Juan José Castelli que el gobierno de la expedición a las provincias interiores, que se le ha encomendado” (Biblioteca de Mayo. Colección de Obras y Documentos para la Historia Argentina, tomo 13, Buenos Aires, Senado de la Nación, 1962, pp. 11764-11766)
“Mariano Moreno: Plan de Operaciones”, 1995-2000, disponible en: <www.literatura.org>, 12 de mayo de 2008
“Oficio del Dr. Juan José Castelli al Cabildo de Potosí, enviándole una lista de las personas que debían trasladarse a Salta” (Biblioteca de Mayo. Colección de Obras y Documentos para la Historia Argentina, tomo 14, Buenos Aires, Senado de la Nación, 1962, p. 12999)
Bosch, Beatriz, Trascendencia Revolucionaria del Cabildo Abierto del 22 de Mayo, Santa Fe, Universidad Nacional del Litoral, Facultad de Ciencias Jurídicas y Sociales. Departamento de Extensión Universitaria, 1960, cuaderno n° 3
Bruno, Cayetano, Historia de la Iglesia en la Argentina, Buenos Aires, Don Bosco, 1966-1981, 12 vols.
Chaves, Julio César, Castelli. El adalid de Mayo, Buenos Aires, Ayacucho 1944
Goldman, Noemí, Historia y Lenguaje. Los discursos de la Revolución de Mayo, Buenos Aires, Centro Editor de América Latina, 1992
Goldman, Noemí, “Los ´jacobinos’ en el Río de la Plata” en Revista Todo es Historia, Félix Luna (dir.) Buenos Aires, junio 1989, año XXIII, n° 264, pp. 26-39
Martínez Zuviría, Gustavo, Año X, 4° ed, Buenos Aires, Goncourt, 1970

jueves, 16 de febrero de 2012

LA GLORIA DE LOS VENCEDORES

Los tiempos de hoy no son los de hace 2500 años. Hoy tomamos un avión y al otro día estamos en Londres con nuestro ticket para ver un partido de fútbol o como en unos meses las Olimpíadas.  Muy por el contrario en el siglo V AC, hombres de todos los rincones del mundo griego partían en grupo y realizaban un viaje a pie que desde los lugares más lejanos podía llevar más 15 días hasta la ciudad de Olympia. Estos hombres y mujeres viajaban con el mismo objetivo que hoy en día, presenciar los Juegos Olímpicos que nacieron en Grecia y en cuya esencia están inspirados los juegos modernos.
Después de una larga travesía por rutas mal señalizadas, durmiendo a la intemperie y arriesgando la vida en caminos de ripio, una vez llegados a Olympia los peregrinos participaban de cinco días de festividades que incluían sacrificios a los dioses, banquetes y competencias deportivas. Los Juegos Olímpicos eran uno de los cuatro festivales pan-helénicos, es decir festivales nacionales griegos y era ante todo una festividad religiosa. Cada cuatro años todo el mundo griego honraba a Zeus (el rey del panteón) peregrinando hacia esa ciudad, sacrificando toros en su honor y compitiendo entre sí. Era tan importante esta festividad que durante los días en que se llevaba a cabo se frenaban las guerras y se ponían de lado las diferencias con los enemigos. Un ejemplo de esto era que la agresión a un peregrino que se dirigía hacia Olympia podía ser fuertemente penalizado. De hecho el feroz rey Filipo de Macedonia, padre de Alejandro Magno, tuvo que disculparse cuando algunos de sus mercenarios asaltaron a unos peregrinos olímpicos en uno de los caminos. Para el griego de la antigüedad la Olimpíada era un evento de suma sacralidad y respeto con un propósito más álgido que el del deporte.
Sin embargo, las competencias deportivas sí eran el centro de atracción de estos cinco días. Veamos algunos detalles de las mismas.
Durante los primeros siglos de existencia de las Olimpíadas los atletas que participaban eran de pueblos cercanos a Olympia pero a medida que fueron pasando los siglos comenzaron a llegar atletas de toda Grecia.
Entre las obligaciones de los atletas estaba marchar hacia el Templo de Zeus donde los recibía una enorme estatua del dios de 12 metros de alto cubierta de oro y marfil (¡una de las 7 Maravillas del mundo!) donde sacrificaban 100 toros en su honor que luego se comían en un gran banquete, debían también jurar ante el dios que no harían nada para deshonrar los juegos pues la competencia era fundamentalmente para complacer a Zeus y finalmente juraban que habían seguidos los reglamentos de entrenamiento durante los 10 meses precedentes.
Obviamente hoy en día el número de deportes que se practican en las Olimpiadas supera con creces a los juegos de la antigüedad, sin embargo algunos se mantienen como el lanzamiento de jabalina, el salto en largo, las carreras y el boxeo. Por otro lado, en la antigüedad había deportes que hoy no se practican y otros que sí pero que en esos años se ejecutaban de manera muy diferente, me refiero a los deportes de combate.
Si bien los atletas competían por algún que otro premio monetario, en general los que salían victoriosos obtenían premios simbólicos como una corona, tal vez un escudo, ánforas con aceite de oliva o una comida gratis de por vida en su ciudad de origen. Sin embargo, el verdadero premio para el ganador era obtener honor y fama (Kleos), esta última era considerada el antídoto perfecto para vencer a la lúgubre oscuridad de la muerte. Obteniendo kleos el nombre de un hombre traspasaba su vida física, con la fama sus nombres serían recordados por siempre y de esta manera se vencía al olvido que conllevaba la muerte. Los valores griegos eran muy diferentes a los nuestros. Veamos por ejemplo las palabras que expresó el Baron Pierre de Coubertin, el fundador de los Juegos Olímpicos modernos en 1908: “El propósito de estas Olimpíadas no es ganar sino participar en ellas”. Muy por el contrario, en la antigüedad, lo importante era salir vencedor, ser famoso, demostrar que se era uno de los más fuertes de Grecia. De hecho, hoy en día conocemos sólo los nombres de los vencedores de los Juegos antiguos y ¡desconocemos absolutamente todos los nombres de los participantes que no ganaron! En Grecia se competía sólo para ganar.
Los deportes cuya gloria era perseguida por la mayoría de los atletas eran los de combate, veamos un poco de qué se trataban.
Estos eran de los más atrayentes y en general tenían mucho público. Estaban pensados para ser físicamente muy exigentes; no había límites, ni rounds como conocemos hoy, tampoco periodos de descanso ni se contemplaba el calor en pleno verano. La pelea finalizaba una vez que se llegaba a un knockout, a la muerte del contrincante o cuando uno de los competidores se rendía. Un dato muy importante por ejemplo es que no había separación por pesaje, por tanto podían verse combates entre dos hombres de tamaños totalmente diferentes, y si piensan que el más grande podía llegar a mostrar algo de piedad se equivocan, en el combate no había lugar para la misericordia. Por esta razón, era muy común que los luchadores más pequeños ni siquiera se presentaran a las peleas cuando sabían que debían hacerlo con un hombre del doble de su tamaño. En la inscripción que honra al vencedor de lucha Claudios Marcianus se puede leer por ejemplo “Cuando se quitó sus ropas todos sus oponentes rogaron que se los eliminara de la competencia”.
Uno de los deportes de combate era el box pero era muy diferente al moderno. En principio, hoy en día se hace todo lo posible por mantener la integridad de los competidores utilizando por ejemplo guantes que absorben el golpe en vez de transmitirlo, protectores bucales y protección en la ingle y el bajo abdomen, entre otras cosas. En Grecia nada de esto era tenido en cuenta, es más, los griegos celebraban el peligro de este deporte y el daño que causaba y no hacían nada voluntariamente para hacerlo más soportable. No se usaban guantes, se podían usar tiras de tela o cuero que eran mucho más dolorosas que el puño desnudo, no se permitía el clinching (cuando los jugadores se “abrazan” para frenar el ritmo de la pelea) y el concepto de ganar por puntos era totalmente desconocido.  Pero nada mejor para comprender la diferencia entre el box actual y el antiguo que basarse en lo que nos ha dejado la antigüedad. Según la Asociación Amateur de Box de USA “El principal objetivo del reglamento del box Olímpico es el cuidado y protección de los boxeadores” mientras que se puede leer “La victoria de un boxeador se consigue con sangre” en una inscripción del Siglo I A.C. que elogia a un boxeador que ha salido victorioso.
Otra de las disciplinas de combate era la lucha. Ésta no terminaba con la sumisión o incapacitación del oponente sino que el vencedor conseguía la maestría en la técnica por sobre el otro. Los griegos admiraban la lucha por el nivel de habilidad y ciencia que requería. Este era un deporte mucho menos peligroso que el box, era más un arte de las diferentes maneras de inmovilizar al oponente, de taclear, etc. El Objetivo era hacer caer al oponente y lograr que tocara con su espalda u hombros el piso. Cuando un jugador caía en tres oportunidades perdía el juego.
Había una tercera disciplina de combate, el Pancratium. En este estaba todo permitido excepto morder o arrancar partes blandas del cuerpo del contrario. La diferencia con el deporte que se conoce hoy en día como “extreme fight” es que lejos de ser un deporte marginal como lo es hoy, el Pancratium era parte central del mundo atlético griego. Patear era una parte esencial sino el emblema de este deporte, pero se podía hacer prácticamente de todo. Una de las técnicas más efectivas y utilizadas era pegar con la rodilla la ingle del contrincante, otra era doblar hacia atrás los dedos del oponente hasta que este se rendía. El multi campeón Sostratos de Sikyon había hecho famosa esta técnica y  muchos de sus oponentes daban por perdido el encuentro antes que enfrentarse con él. 
Un típico enfrentamiento de pacratium se vislumbra en este relato de la antigüedad: “Estos hombres de pie, cubiertos de polvo se golpean y patean entre ellos en cada ataque. Y ahora parece como si este pobre desdichado estuviera por escupir también sus dientes, su boca está llena de sangre y arena, pues ha recibido recién un golpe en la mandíbula”.
Sin embargo a pesar de lo que parece aparentemente el pancratium no era tan peligroso como el box.
Cualquiera podía participar de estos juegos sin importar la condición social pues una vez que entraban en la competencia eran todos iguales, atletas que buscaban demostrar que eran los mejores de Grecia. Se perseguía más el honor que el beneficio monetario, sino no se explicaría por qué personajes de los más ricos de Grecia participaban una y otra vez en las competencias.
Se desconoce el verdadero inicio de las olimpiadas en Grecia, se le da la fecha de inicio en el año 776 AC basándose en el Registro Olímpico, una lista de vencedores olímpicos compilados por el griego Hippias de Elis en el siglo V y luego continuado por otros. Sin embargo hay evidencia de que los juegos son más antiguos, hasta del siglo XI AC.
Con la llegada del cristianismo los Juegos Olímpicos llegaron a su fin. Los festivales paganos fueron poco a poco eliminados hasta que el emperador romano Teodosio los prohibió definitivamente  en 393 DC.   
AHORA YA LO SABES!
Lic. Diana Fubini

jueves, 9 de febrero de 2012

Dos chiflados y una guerra (Los inicios de la Guerra Fría)

Cuando finalizó la Segunda Guerra las dos superpotencias vencedoras Estados Unidos y la entonces Unión de Repúblicas Socialistas Soviéticas se enfrentaron, al mejor estilo “Pinky y Cerebro”, para dominar el mundo. Nunca lucharon abiertamente, sino que lo hicieron a través de otros países que estaban bajo sus dominios apoyándolos con dinero, armas y hombres, como tristemente sucedió en Vietnam entre infinidad de lugares del planeta donde se desafiaron. A ese enfrentamiento se lo conoce como Guerra Fría, en este post voy a mencionar algunos hechos que hicieron posible que la caliente Guerra Fría comenzara.

En 1944, en plena Segunda Guerra Mundial, los tres grandes aliados y vencedores Gran Bretaña, EEUU y la URSS suscribieron los Acuerdos de Yalta, donde entre otras cosas convinieron que al finalizar la guerra: 1) se crearía la Organización de Naciones Unidas; 2) Alemania sería desmilitarizada y dividida en 4 zonas bajo el dominio de URSS, Gran Bretaña, Francia y EEUU; 3) los jerarcas nazis serían juzgados en una corte internacional (conocidos hoy como los Juicios de Núremberg) y 4) se aprobaría la Declaración sobre la Europa Liberada, por la cual Gran Bretaña, EEUU y URSS otorgarían a todos los países europeos elecciones libres representativas de todos los partidos políticos, menos obviamente el fascista y el nazi.

A mediados de 1945 se volvieron a encontrar en Potsdam, (ciudad cercana a Berlín) para discutir el futuro de Alemania y la situación de sus aliados, como Italia, Bulgaria, Hungría y Rumania, o de sus asociados, como Finlandia. Entonces Stalin aprovechó para presentar un largo catálogo de demandas donde pretendía, entre otras cosas, una parte de las colonias italianas y el dominio de los estrechos marítimos como el de Bósforo, (divide a Estambul en dos) donde instalaría bases militares. Y se puso caprichoso al rechazar las demandas de celebrar elecciones libres en la Europa oriental. Encima, como en Yalta el río Neisse había servido de demarcación entre Polonia y Alemania, y NADIE había notado que había dos ríos con el mismo nombre, el enérgico Stalin corrió las fronteras polacas a su favor. La conferencia se interrumpió y no volvió a ser retomada.

Entonces el Presidente Truman de EEUU bravuconeando dijo sobre los rusos “Tenemos que ser rudos con ellos, no saben comportarse bien. Son como toros en una cristalería. Sólo tienen 25 años de edad. Nosotros más de 100 y los ingleses son varios siglos más viejos. Hemos de enseñarles a tener buenos modales”. En realidad Stalin no entendía por qué los líderes norteamericanos hacían tanto escándalo por las estructuras internas de los Estados del este de Europa, donde no tenían un claro interés estratégico. Harriman, embajador norteamericano en Moscú decía “Stalin no comprende nuestro interés en una Polonia libre como cuestión de principios. Es un realista y le resulta difícil apreciar nuestra fe en los principios abstractos. No entiende por qué queremos inmiscuirnos en la política soviética en un país como Polonia, a menos que tengamos un motivo oculto”.

Stalin era hombre de nervios de acero, a quien no le temblaba el tupido bigote cuando tomaba una decisión, pero sabía cuán débil era su país en realidad. Parte del oeste de Moscú había sido devastado por la práctica habitual de los ejércitos en retirada primero soviético y luego alemán de quemar absolutamente todo para privar de refugio a sus perseguidores en el helado clima ruso. Además las millones de personas muertas en la guerra, o víctimas de todas las purgas stalinistas, campos de concentración y hambrunas, asolaron el país que ahora se encontraba frente al avance tecnológico norteamericano de la bomba atómica. Para Stalin esto significaba que el mundo capitalista podía imponer su voluntad. Entonces simuló que la URSS actuaba movida por la fuerza y no por su debilidad. Mantuvo su Ejército Rojo en el centro de Europa y en todos los países que habían sido ocupados por éste, donde gradualmente fue imponiendo gobiernos títeres soviéticos menospreciando el poderío norteamericano.

Pero a pesar de que EEUU tenía el monopolio atómico, en septiembre de 1945 los altaneros norteamericanos se enteraron que tanto en su país como en Ottawa (Canadá) operaba una compleja red de espionaje soviético y que ya habían transmitido información sobre la bomba atómica a la URSS. Eventualmente las bombas norteamericanas serían entregadas al Consejo de Seguridad de la ONU y las armas nucleares serían prohibidas, tal como en otra época lo fue el uso del gas venenoso. Sin embargo, el 85% de los estadounidenses encuestados deseaba que su país tuviera el control exclusivo de la nueva arma porque el dominio internacional no resultaba fiable y no querían que las armas atómicas fueran entregadas al Consejo de Seguridad. La paranoia norteamericana por la bomba atómica se inspiraba en que los territorios donde tenían importantes inversiones en yacimientos petrolíferos como Grecia, Turquía e Irán, seguían ocupados por el Ejército Rojo. De esta forma la URSS incumplía con los Acuerdos de Yalta y Potsdam y encima Stalin capitalizaba el descontento hacia las potencias occidentales respaldando en toda Europa al cada vez más fuerte partido comunista, como se demostró en las primeras elecciones después de la Segunda Guerra.

En 1946, EEUU apoyó airadamente la protesta de la delegación iraní por la ocupación soviética provocando que la URSS se retirara de la ONU. Stalin ofuscado afirmó que el capitalismo y el comunismo eran “incompatibles” y que la URSS debía prepararse para un rearme. En el mismo año, un agregado de la Embajada de EEUU en la URSS, envió a Washington un informe que se conoce como el “largo Telegrama Kennan” en el que señalaba que la Rusia marxista-leninista era bestialmente anticapitalista e irremediablemente hostil a Occidente. También advertía que el régimen soviético era una feroz dictadura y que trataría de continuar su política expansionista hacia Europa, y que el Kremlin era "poco influenciable por la lógica de la razón (...), pero muy sensible a la lógica de la fuerza". Washington interpretó que sólo EEUU podría oponerse a la política comunista que amenazaba a la democracia, el liberalismo y el capitalismo. Entonces para contener la crisis económica europea elaboró el Plan Marshall que consistía en el otorgamiento de préstamos a Europa. Y como EEUU no da “puntada sin hilo”,  el empréstito le permitió salvarse de una posible crisis económica ya que Europa sólo podía comprar alimentos e insumos a Norteamérica, entre otras “avivadas”.

En el mismo año, Churchill visitó EEUU y pronunció la célebre frase “cortina de hierro” en referencia al territorio europeo ocupado por el ejército soviético. Para este momento Stalin había roto todos los Acuerdos vulnerando la confianza de occidente, había logrado fijar las fronteras de la Europa oriental y establecer en Yugoslavia y en Albania dictaduras comunistas. Los 5 países que serían satélites soviéticos (Bulgaria, Checoslovaquia, Polonia, Hungría y Rumania) tenían gobiernos de coalición donde los comunistas eran el bando más fuerte, sobre todo en Polonia. Ya no había vuelta atrás, la Guerra Fría había comenzado.

No hace falta decir quien ganó, hoy la mayoría del mundo habla inglés, tiene sus Mc Donalds en sus principales ciudades y se mira cuanta película filman los estadounidenses donde se jactan de ser más malos que sus enemigos “malos”. Sin duda culturalmente EEUU ganó la guerra por el dominio del mundo. Años después del inicio del conflicto Henry Kissinger le preguntó a Truman sobre la política exterior norteamericana y le respondió “Derrotamos por completo a nuestros enemigos y les hicimos rendirse, y luego los ayudamos a recuperarse, a volverse democráticos y a retornar a la comunidad de las naciones. Sólo los EEUU pueden hacer eso”. Cuanta arrogancia!

Ahora ya lo sabés!
Lic. Alicia Di Gaetano

Referencias

Gaddis, John Lewis, “La impotencia de la omnipotencia: la diplomacia norteamericana, la bomba atómica y el mundo de posguerra”, en Estados Unidos y los orígenes de la Guerra Fría (1941-1947), Buenos Aires, Grupo Editor Latinoamericano, 1989

Kissinger, Henry, La Diplomacia, México, Fondo de Cultura Económica, 2004

http://www.historiasiglo20.org/GLOS/telegramakennan.htm

jueves, 2 de febrero de 2012

LA INDUSTRIA NACIONAL PERONISTA

En algún momento de nuestras vidas seguramente hemos escuchado la siguiente frase “La Argentina era el ‘Granero del Mundo’”, y así fue, ya que desde 1880 hasta los primeros años del siglo XX, nuestro país fue considerado de esa forma, alcanzando los objetivos del proyecto político-económico del grupo social que gobernó en aquellos tiempos: la “Generación del 80”.
Aquellos hombres, sabiendo a la Argentina tierra colmada de riquezas y dotada de grandes extensiones de campo y ganado, pusieron en marcha un plan económico que permitió básicamente exportar carne y materia prima e importar productos manufacturados y capitales, provenientes, en particular, de Gran Bretaña, Francia y otras naciones de Europa, ya que con el “Gigante del Norte”, los Estados Unidos, teníamos economías competitivas que llevaron a ambos países a mantener acaloradas  discusiones en los ámbitos diplomáticos.
Fuimos tan proclives a este modelo que lo mantuvimos hasta la década del ’50, pese a que el mismo comenzó a denotar señales de agotamiento allá en los años ‘10. Y aunque el escenario, los actores y las circunstancias habían cambiado, aquel grupo de poder que había gobernado nuestro país, parecía no notarlo. Si en el siglo XIX, Gran Bretaña ocupaba una posición preponderante en el escenario mundial,  en el siglo XX, con la finalización de la Gran Guerra en 1918 y ante un escenario europeo devastado, Estados Unidos se transformaría en la potencia emergente y nuestro país sufriría las consecuencias.
Las condiciones impuestas en el escenario internacional por el nuevo hegemón resultaron desfavorables para la complementariedad que existía entre nuestra economía y la británica, aquella que en su momento había permitido a la Argentina y su modelo agroexportador amoldarse perfectamente a las exigencias del mercado mundial. El contar con climas y recursos similares, desencadenó entre nuestro país y los Estados Unidos, una excesiva competitividad económica que terminará trasladándose al ámbito político. Estos roces se intensificaron en 1942, en el marco de la Conferencia Panamericana de Río de Janeiro, cuando nuestro país se negó a llevar a cabo la “propuesta” norteamericana de declarar la guerra a las potencias del Eje, en el marco de la Segunda Guerra Mundial, lo que le costó a la Argentina la imposición de una “política de hostigamiento” que incluyó desde bloqueos y  embargos al congelamiento de las reservas argentinas en oro en Estados Unidos. Desde la prohibición de transportar productos argentinos en barcos con bandera norteamericana hasta el embargo de armas y metales como el acero, hierro, repuestos ferroviarios, máquinas de explotación de petróleo, es decir, todos aquellos productos que pudiesen ser utilizados para fines bélicos. Así fue que “a los golpes”, la Argentina comprendió que para prosperar necesitaría tomar un camino alternativo consolidando un nuevo proyecto político-económico entre 1943 y 1946 con Juan Domingo Perón a la cabeza.
Su idea de hacer de nuestra nación un país próspero y poderoso se vio plasmada desde los tiempos del GOU, basándose en la capacidad de nuestro país para convertirse en una potencia regional e incluso, mundial.  Lo único que se necesitaba era un plan con características estatistas vinculado a la producción industrial, y Perón lo tenía.  
A partir de la década del 50, el brigadier Juan Ignacio San Martín, planteó al líder justicialista la idea de implementar una industria automotriz propia en base a las instalaciones de las que disponía el Instituto Aeronáutico. Ante el consentimiento del General, la Fuerza Aérea, asumió la responsabilidad de dar inicio a una planta de producción de automotores pura y exclusivamente nacional. Perón exigió a San Martín el diseño y la elaboración de un vehículo económico y simple que estuviera al alcance del pueblo. De esta manera, comenzarían a trazarse los primeros bosquejos del “Sedán Justicialista” (que continuaría fabricándose hasta 1956 pero con algunas variantes como el “Sedán Graciela Wartburg”) el “Justicialista Grand Sport” y el “Justicialista Grand Turismo”; los dos últimos en sus  versiones convertibles siguiendo los deseos del líder de fabricar un modelo nacional deportivo. Cabe señalar que el “Sedán Justicialista Grand Sport” fue el segundo en el mundo con carrocería de plástico, reforzado con fibra de vidrio, después del Chevrolet Corvette. Así fue que gran cantidad de trabajadores pudieron acceder al auto peronista. Hasta el presidente chileno, Carlos Ibáñez del Campo, recibió de regalo una unidad del primer modelo mencionado, en 1953. A la par, se fabricaron también versiones pick up, rural y furgón.
El gobierno peronista tuvo también en mente al campesinado y para ello lanzó la producción en serie de una camioneta rural fabricada con los materiales que se utilizaron para diseñar los 2500 tractores “Empire”, importados de Estados Unidos que al haber resultado de mala calidad, debieron ser retirados del mercado. Fue así como nacieron “La Gauchita” y “el Rastrojero”,  que fueron exhibidos el 1° de mayo de 1952, en la Plaza de la República. Este último alcanzaría una popularidad inigualable gracias a sus características todo-terreno y siendo testeado en Francia para evaluar la posibilidad de una producción a nivel mundial si bien ya se exportaba al Uruguay, Paraguay, Bolivia y Chile.
Otra de las creaciones de aquellos años fue el “Tractor Pampa” destinado a sustituir la maquinaria que se venía importando de Estados Unidos. El 31 de diciembre de 1952 se lanzaron 15 unidades equipadas con motores nacionales convirtiendo de ese modo a la Argentina en el primer país latinoamericano y en el segundo del continente en fabricar sus propios tractores.
Uno de los principales objetivos del Primer Plan Quinquenal fue el fomento de una industria ferroviaria nacional. La firma del tratado Eady-Miranda permitió la compra de las maquinarias de sello británico que se encontraban en nuestro país, dando inicio al proceso de estatización ferroviaria. Uno años más tarde, gracias al impulso que Perón dio a la producción y bajo las órdenes del ingeniero Pedro Celestino Saccaggio, fue presentada el 19 de octubre de 1951, en Plaza Canadá, frente a la terminal de Ferrocarril General Manuel Belgrano de Retiro, la locomotora eléctrica, “La Justicialista”. En la ceremonia de inauguración y ante numerosos curiosos que se dieron cita en el lugar para ver por primera vez al gigante de hierro, el General Perón aseguró vehementemente en su discurso que nuestro país ya estaba capacitado para “ocuparse de esas tareas”. Afirmaba que con estas locomotoras diesel eléctricas se daba inicio a una nueva era, la cual haría honor a uno de los pilares del justicialismo: desarrollar una “economía independiente”, sólida y eficiente. Perón creía firmemente que la Argentina estaba capacitada para dar curso a estos programas y alcanzar así una posición preponderante. Tres meses después, la locomotora entraría en funciones cubriendo los trayectos a Mar del Plata, Bariloche y Mendoza.
Se dice que el ingeniero Saccaggio ideó “La Justicialista” basándose en la gorra del uniforme del General Perón, llevando con ella, por los vastos territorios que recorría, el orgulloso escudo justicialista. Así, la red de ferrocarriles se fue completando con diversos modelos que cubrieron los trayectos hacia Rosario, Santa Fe, Córdoba y Tucumán.
A todas estas producciones se le sumaron, la pick up Caburé, el taxi T63, el ómnibus “ Juan Perón”, aviones de guerra propios, entre ellos, los cazas supersónicos Pulqui I y II, Calquin, Huanquero (Primer Justicialista del Aire) biplaza DL-22, Ñancú, planeadores y cargueros militares, motores cohetes y proyectiles teledirigidos. La industria textil que junto con la de electrodomésticos fue impulsada a gran escala para satisfacer las necesidades del pueblo, y las famosas motocicletas “Puma” que estuvieron a disposición del trabajador en 1953 y cuyas siglas significaban “Perón Único Mandatario Argentino”.
Como se puede ver, la Argentina se encontraba dotada de hombres capaces de llevar adelante un proyecto industrial que sirvió no sólo como ejemplo de desarrollo y progreso que la puso a la cabeza de las naciones latinoamericanas sino también como plataforma de lanzamiento para alcanzar una posición de liderazgo regional que comenzaría a ser mirada con recelo por las potencias de entonces. La Argentina demostraba ser una nación fuerte, con formación y capaz de encarar proyectos de envergadura a largo plazo.
Rumbo a una “economía independiente”,  bajo la base de una “justicia social” y políticas adecuadas que permitiesen consolidar su “soberanía política”, nuestro país buscó posicionarse en el contexto de las naciones con un proyecto industrial propio. Como afirmó Juan Domingo Perón el 4 de junio de 1947 con motivo del cuarto aniversario de la Revolución del ´43: “La República tendrá que agradecer, más que a las piezas retóricas, las obras que le dejamos instaladas en su territorio.”
Ahora ya lo sabés.
Lic. Andrea Manfredi
Bibliografía:
-Belini, Claudio, La industria peronista, Buenos Aires, Edhasa, 2009
-“La política económica del peronismo” en Historia General de las Relaciones Exteriores de la República Argentina, Carlos Escudé y Andrés Cisneros (dir.) en: <http://www.argentina-rree.com/historia.htm>