jueves, 26 de abril de 2012

Sobre el ceremonioso ceremonial y el protocolo

La administración del Protocolo y el Ceremonial Institucional, que se entiende como reglas para planear y coordinar todas las actividades cívicas y sociales, es una de las funciones más importantes dentro de las relaciones públicas y personales. De hecho lo aplicamos permanentemente en nuestras vidas cotidianas, por ejemplo a nadie se le ocurriría sentarse en el lugar que le corresponde a un presidente, ni osaría comer en la mesa de los suegros que recién está conociendo, con la boca abierta y haciendo ruido al masticar o hacer sonidos guturales desagradables luego de tomar una gaseosa. El protocolo y el ceremonial, como todo en la vida tiene una historia, en este caso muy larga por cierto, porque cada cultura lo adaptó a sus costumbres. Sin embargo todas coincidieron más o menos en lo mismo, es decir en reconocer las jerarquías o rangos de las personas, (quienes son los mas “importantes”); organizar los cuadros de precedencia (cómo y dónde deben ubicarse las personas de un mismo rango) y  otorgar un adecuado trato y lugar a las autoridades, funcionarios y servidores, entre otras. En este post les voy a contar cómo aplicaron el ceremonial algunas culturas, teniendo en cuenta que la palabra ceremonial viene del latín “caeremonia” o sea culto religioso o veneración y cómo el protocolo se fue acomodando a nivel internacional y nacional.

Para empezar, si de “reconocer las jerarquías o rangos” se trata, los antiguos egipcios eran especialistas, porque los faraones eran considerados dioses, pero más dios que ellos era Ra y a él le dedicaban diarias ceremonias llamadas “mito de la casa de la mañana”, en las que el monarca era bañado con agua sagrada para darle un nuevo nacimiento. Al mismo tiempo dos sacerdotes cantaban llevando máscaras, uno del dios Toth y el otro de Horus. Ambos investían al monarca con los atributos de su majestad y lo llevaban hasta el santuario del palacio donde se encontraba la estatua de Ra. El faraón purificaba la imagen del Dios al que despertaba y le servía alimentos, le pintaba el rostro con emblemas reales y lo guardaba en un santuario cuyas puertas sellaba con arcilla. Finalmente se retiraba caminando hacia atrás, mientras borraba sus huellas con hojas de palmeras, en señal de respeto y veneración. (Y yo que conozco gente que se queja porque todos los días pierde media mañana en la rutina de peinarse y maquillarse) Pero el ceremonial también era rigurosamente seguido por los funcionarios del faraón que eran los encargados de las liturgias funerarias, de los ritos de coronación y de la conmemoración de las hazañas militares.

Pero de “otorgar adecuado trato y lugar a las autoridades, funcionarios y servidores”, a los chinos no hay con qué darles. En la China el ceremonial tuvo origen social basado en los órdenes jerárquicos. A partir de la creación del estado chino con la Dinastía Hsia, (2200-1800 a.C.) el ceremonial se fue desarrollando mediante la utilización de libros como el I- Li, que trata en gran parte del comportamiento que debe seguir un funcionario común en su vida, que no es tan encumbrada como la de un príncipe. El I-Li detalla las normas de la etiqueta (cómo vestirse), que implican honor, nobleza y dignidad, cualidades que por supuesto reunía ampliamente el emperador, quien era el beneficiario de las distinciones preferenciales. Pero si alguien quería convertirse en shogun (caballero chino), debía conocer primero y principal el ceremonial como una guía de comportamiento social, además de tener en lo que hoy diríamos “curriculum”, conocimiento y práctica de la música, de la escritura, de la aritmética, de la arquería y de la conducción de carros de guerra. Pero el gran maestro del ceremonial chino fue K’ung Ch’iu o Kung Fu-Tzu, conocido como Confucio (550 – 479 a.C.) que escribió varios libros sobre el tema mientras asesoraba a políticos y príncipes de toda China en principios éticos y morales.

Lo que no puede faltar en casi ninguna ceremonia es la música. Por ejemplo los himnos o las bandas militares están presentes en los actos oficiales, incluso en los casamientos, los novios ingresan al altar y al salón con una melodía. Los incas no estaban ajenos al uso de la música cuando por ejemplo celebraban sus triunfos. Siguiendo un culto bélico y heroico, el vencedor era recibido por la multitud en medio de ovaciones, danzas y cantares, elogiando sus hechos y dando gracias al Sol. Las canciones en su honor no eran compuestas por mujeres, porque como dice Garcilazo, “no eran cosas de damas”. Durante las festividades, las momias de los grandes Incas eran colocadas en la plaza del Cuzco a quienes se les cantaban alabanzas, primero a Manco Capac y luego a los reyes que lo sucedieron, sin olvidar a los servidores. Evidentemente, seguían el orden de las jerarquías, primero le cantaban a quien ostentaba el rango más alto. En los funerales de los curacas o caciques que duraban varios días y que tenían lugar en la plaza principal, las lloronas conocidas como "endechaderas" o “huaccapucus”, que eran acompañadas por la multitud entre flautas y aullidos dolorosos, entonaban los principales sucesos que los difuntos habían realizado en sus reinados. En cambio las ceremonias religiosas eran realizadas por el sumo Sacerdote o Willac Umu.

Para celebrar los ritos devotos, Manco Cápac construyó un templo con el nombre de Inticancha, y el Inca Pachacútec mandó construir otro más grande y le dio el nombre de Coricancha. Porque las ceremonias más importantes requieren de un recinto acorde, por ejemplo en la actualidad diríamos un salón de actos o el aula magna en la Universidad. Las fiestas religiosas que celebraban los incas tenían relación con las labores agrícolas, como el Inti Raymi o Pascua del Sol, que se realizaba en el mes de junio al finalizar la cosecha. Esta festividad considerada como la más grande y solemne del Imperio Incaico era celebrada con fervor religioso en la Imperial Ciudad del Cuzco. Un español conocedor de los matices sociales comentaba en el siglo XVI, que el jefe de Anansaya es "el principal de toda la provincia", que el cacique de Urinsaya debe obedecerle y que en las ceremonias se sientan, "los de anansaya a mano derecha y los de urinsaya a la izquierda". Claramente ya se definía en nuestra América el protocolo que se debía observar para sentarse junto a un jefe, como actualmente, en una comida el invitado principal se sienta a la derecha del anfitrión.

En Europa durante la Edad Media, para evitar conflictos entre reinos y principados, el protocolo y el ceremonial renació como una necesidad. Digo renació, porque por supuesto que tanto los griegos y como los romanos aplicaban principios protocolares para, por ejemplo, saludar al emperador con un “Ave Caesar” reconociéndole la jerarquía que lo diferenciaba del resto de los mortales. De la misma manera que el emperador tenía un lugar de privilegio en el Circo Romano, lo que demuestra que el principio de la precedencia (es decir el más importante) se cumplía a rajatabla. Esta necesidad de reconocer las jerarquías y de establecer las precedencias, estableció las bases de la diplomacia internacional. Pero fue durante el reinado de Luis XIV en que el protocolo y el ceremonial adquirió su mayor grado de rigidez, pomposidad y vanidad. Aplicado a toda la corte, era un honor para los cortesanos, por ejemplo, portar la “real escupidera” de su Majestad Serenísima, que no era cualquier cosa, “el elegido” debía observar un estricto ceremonial, desde la forma de llevar la vasija (de oro por supuesto), hasta la manera de caminar. A principios de la Edad Moderna ya se habían elaborado códigos de comportamiento y etiqueta, es decir cómo comer en la mesa y (lo que más nos interesa a las mujeres) cómo vestirse según la ocasión. 

Pero en materia internacional y para evitar problemas de quién es el más importante en una reunión donde todos son reyes o cancilleres, para que ninguno se sienta ofendido ni deshonrado el país al que representa, en el Congreso de Viena de 1815 se establecieron las bases del orden de las precedencias. Es que al Congreso asistieron los enviados de las ocho potencias que habían vencido a Napoleón para restablecer el Antiguo Régimen y para impedir situaciones embarazosas que se producían por la pretensión de ocupar el lugar más importante, según el criterio de cada uno de los agentes diplomáticos, se desarrolló el protocolo y el ceremonial. En él se establecieron las reglas que debían seguir desde las autoridades más altas hasta el cuerpo diplomático incluyendo la adopción de una etiqueta particular en la corte. Lo que aquí se estableció se fue adaptando con la evolución de las nuevas costumbres del mundo diplomático. En el Congreso de Viena de 1961 se actualizaron los reglamentos acordados en el Congreso anterior. Como actualmente se siguen estas reglas, nunca vamos a ver que en una Cumbre Internacional de Ministros, se sienten cada uno donde se le de la gana.

En cuanto a nuestro país, el 28 de mayo de 1810 aparece en un acta del Primer Gobierno Patrio el protocolo y ceremonial patrio y no el de la Corona. Pero fue durante el gobierno del afrancesado Marcelo Torcuato de Alvear, en 1926, que mediante un Decreto presidencial fue reglamentado el protocolo y el ceremonial argentino, siendo su ministro de Relaciones Exteriores, Ángel Gallardo, quien estableció por primera vez la ubicación de las autoridades en el Teatro Colón durante el Tedeum del 25 de Mayo. Finalmente, mediante el Decreto Ley 2072/93, se estableció el “Ordenamiento General de Precedencia Protocolar”. Aprobándose el "Modo de establecer las precedencias", la "Representación protocolar" y la "Competencia protocolar", que es el que aún hoy se sigue utilizando.

Ahora ya lo sabés!
Lic. Alicia Di Gaetano

Bibliografía

Barrenechea, Raúl Porras. Indagaciones peruanas: El Legado Quechua, Perú, Universidad Nacional Mayor de San Marcos, Fondo Editorial, 1999.

Berisso, María, Protocolo y Ceremonial oficial, empresario y social, Buenos Aires, Planeta, 1997.

jueves, 19 de abril de 2012

VIENE UN BARQUITO CARGADO DE FARAONES COMO POR EJEMPLO…

Intenté empezar este texto de mil maneras diferentes con tal de evitar el típico inicio al que irremediablemente mi educación académica me empuja cada vez que escribo. Me niego a iniciar el texto diciendo que “en el Egipto antiguo hubo 31 dinastías de faraones.” La realidad es que sí las hubo, el problema es que ese inicio de frase me aburre. Pensé durante la hora que he estado sentada frente a la pc unas diez formas de empezar este post, pero lamentablemente, de alguna u otra manera la frase aburrida termina apareciendo en el primero, segundo o tercer renglón. Por tanto no me quedó otra que contarles así de una, sin miramientos ni, al parecer, creatividad alguna, que en Egipto hubo 31 dinastías y cientos de faraones.
Cuando era chica, era común jugar a un juego que entre mis amigos llamábamos: “Un barquito japonés”. El juego consistía en elegir un tópico como frutas, verduras o cantantes pop y decir “Viene un barquito japonés cargado de cantantes pop como por ejemplo Michael Jackson” y de ahí en adelante todos los jugadores tenían que decir un cantante hasta que uno se equivocara, repitiera uno ya mencionado o no supiera qué decir. Siempre estaba el que se aprovechaba del juego para ganar llevando a los demás a su terreno, entonces el barco de mi primo iba siempre cargado de equipos de futbol de la B de Rusia, con lo que yo salía descalificada en la primera ronda. Pero la venganza llegaba inmediatamente cuando mi barquito llegaba cargado de faraones. Yo sabía ya que el juego podía llegar a aguantar como máximo dos rondas cuando los nombres de faraones ilustres como Cleopatra, Tutankamon, Ramsés y Tutmosis, se agotaran. Entonces ganaba yo nombrando a algún faraón totalmente desconocido con un nombre que parecía inventado y ahí empezaban los problemas. Pero esa es otra historia. En mi defensa puedo decir que nunca inventé ningún nombre de ningún faraón, es que hay cientos para elegir. Si fuera por mí, la ronda podría haber seguido en infinitum. Esta es mi manera de contarles que los 10 u 11 nombres de faraones que conocemos en general son sólo la punta del iceberg, un poco para enmendar lo del inicio aburrido.

Ahora bien, a pesar de que hayan existido todos estos faraones, no se tiene información detallada de todos ellos. De algunos por ejemplo se desconoce su nombre, de otros no se sabe bien en qué años gobernaron y de algunos otros se duda hasta de su existencia. Lamentablemente las fuentes que han llegado a nuestras manos no son del todo completas, por eso a veces nos guiamos sólo por la información que tenemos, que en la mayoría de los casos son sólo interminables listas con nombres de faraones. Y para calmar un poco mi ansiedad déjenme escribirles algunos de estos nombres ignotos: Menes Narmer, Qaa, Intef, Sesostris, Amenemhat y muchos más.

El primero de la lista, de la mínima lista que escribí arriba, no está en ese lugar porque sí, está allí porque Menes Narmer fue nada más y nada menos que el primer faraón de la primera dinastía egipcia. Fue quien dio inicio a esta gran tradición de la antigüedad que fue cuna de algunos de los más importantes monarcas de estos tiempos.

A pesar de ser el primero y por tanto, a mi parecer, de mucha importancia, muy poco se sabe de él, pero este poco que conocemos es suficiente para considerar que es necesario conocerlo y por eso me gustaría en unas pocas líneas presentarles a este personaje desconocido y tal vez que ustedes puedan darle un lugar entre otros nombres famosos que conozcan.

Hoy decidí traerles a Narmer de una manera diferente. Ustedes saben y sino se los comento, que todo lo que escribimos en nuestros posts está basado en bibliografía histórica y ésta por supuesto ha sido escrita por historiadores que se han basado en fuentes. ¿Qué son las fuentes? Son aquellos registros que ha dejado el hombre a lo largo de su existencia y que hoy nos ayudan a reconstruir la Historia. Las fuentes pueden ser muchas cosas: libros, cartas, documentos, publicaciones, discursos, relatos, hallazgos arqueológicos, entre una gran cantidad de cosas. Podemos reconstruir una parte de la historia leyendo cartas de amor u observando unas diminutas puntas de flecha. Todo habla del pasado. Por eso se me ocurrió que sería interesante analizar con ustedes una fuente, aquella que nos habla de Menes Narmer y gracias a la cual conocemos quién fue este hombre. No se asusten, no les voy a hacer leer un documento de 10 páginas, creo que esta fuente les va a gustar mucho.

Egipto no nació así de la nada, no es que un día apareció un faraón y de pronto la civilización egipcia se convirtió en lo que fue. Hay una historia detrás. Se las resumo MUY BREVEMENTE. Primero hubo asentamientos en las costas del Nilo, obviamente por la cercanía del agua y porque con las inundaciones del río las riveras se convertían en terrenos ricos para cultivar. Poco a poco se comenzaron a distinguir las “clases” sociales, apareció un jefe, los sacerdotes, los agricultores. Con el tiempo los caudillos más fuertes fueron unificando diferentes poblados hasta que el Sur, lo que llamamos curiosamente el Alto Egipto, tuvo un solo rey. Uno de estos fue Narmer. Y este rey fue más lejos, Menes Narmer conquistó el norte, lo que se conoce como el Bajo Egipto, fundó la primera Dinastía y de allí en adelante se dio la historia del Antiguo Egipto. ¿Cómo sabemos esto?

Esta es la PALETA DE NARMER. Data del año 3200 a. C. fecha en la que se cree que Menes Narmer conquistó el Bajo Egipto (el Norte) unificando todo el territorio egipcio. Como ven, marqué en color algunos números para que podamos analizar la fuente juntos. Esta es una paleta ceremonial, es una réplica de lo que eran las paletas que usaban las mujeres egipcias para poner los ungüentos para maquillarse, como nuestra paleta de sombras. Sin embargo esta es ceremonial y por tanto es de grandes dimensiones. Lo que vemos son las dos caras de la misma obra y todos esos dibujos simpáticos, típicos egipcios, son nada más y nada menos que la prueba de un evento de gran importancia en nuestra historia, el nacimiento de la civilización faraónica.

En la primera cara de la paleta vemos lo que llama el serej (1), un dibujo de forma cuadrangular que está también en la otra cara. Dentro del serej hay unos jeroglíficos, allí dice Nar Mer, el nombre del faraón. En el centro, ocupando toda la escena está Menes (Narmer) (2) y lleva ya las insignias que van a ser típicas de todas las representaciones de los futuros faraones: la corona, la maza, barba postiza y la cola de toro. La corona que vemos (3) es la corona blanca del Alto Egipto, de donde provenía Narmer. El faraón está en pose de ataque con la maza en una mano como si estuviera por castigar al enemigo que sostiene con la otra. Este enemigo (4) tiene barba y cabello largo, características que se atribuían a los hombres del norte, o a los extranjeros o a los libios y asiáticos. Se cree que con esta represtenación se quiere mostrar al faraón castigando a sus enemigos del norte, a quienes considera extranjeros, durante la conquista. Lo mismo sucede con Horus, el halcón (5), dios que representa al faraón y que vemos que está sosteniendo a un hombre de la nariz. Este hombre tiene en su espalda unas plantas de papiro, típicas del delta del Nilo, que sería otra demostración de que el enemigo derrotado es del norte. En la escena de abajo (6) de nuevo aparecen enemigos derrotados con cabellos largos y barbas. En esta cara de la paleta por tanto vemos la celebración de la conquista por parte de Narmer, rey del sur, sobre los territorios del Norte.

En el reverso, como dije antes, aparece de nuevo en el serej (1) el nombre del faraón, por lo cual podemos decir que el personaje de esta cara de la paleta es también Narmer. Con el número 2 lo encontramos a él, pero si observan bien pueden ver que la corona es diferente, esta vez lleva la corona roja del Alto Egipto. De ahora en adelante todos los faraones portarán la doble corona que seguramente todos habrán visto alguna vez, 

la blanca más la roja, que significa que esta persona gobierna sobre todo el territorio egipcio. En esta paleta es la primera vez que se representa a un faraón portando las dos coronas, ESTO ES FUNDAMENTAL. El Norte ya ha sido conquistado y allí yacen todos sus enemigos decapitados (3) y Narmer se dirige a observar la escena. En el cuerpo central (4) vemos a dos enormes animales mitológicos que entrelazan sus cuellos cosa que podría significar la unión del Norte y del Sur y en el centro (5) en forma circular y cóncava es donde habrían ido los ungüentos que les mencioné anteriormente.
Gracias a esta Paleta, que no es más que un descubrimiento arqueológico, podemos reproducir cómo nació la historia faraónica de Egipto. Por primera vez un hombre porta las dos coronas y gobierna sobre todo Egipto. Por supuesto que este análisis es mucho más profundo pero me pareció interesante mostrarles en pocas líneas cómo, gracias a un objeto que podría pasar inadvertido, podemos escribir una página de la historia. 
 ¡AHORA YA LO SABES!
Lic. Diana Fubini
 Bibliografía
Pardó, Josep, Historia del Egipto faraónico, Madrid, Editorial Alianza, 1999
Bravo, Gonzalo, Historia del mundo antiguo: Una introducción crítica, Madrid, Editorial Alianza, 1998

jueves, 12 de abril de 2012

Los asombrosos Bestiarios

¿Quien no conoce la imagen de un unicornio o de un dragón? Estos animales fantásticos que hoy encontramos en tantas representaciones como esculturas, pinturas e incluso tatuajes son el producto de los Bestiarios, a los que dedico este post.

Hoy gracias a los avances tecnológicos sabemos cómo son los animales que habitan el Amazonas o el Serengueti sin haber estado allí. Pero en épocas en las que se sospechaba que existían otras lejanas tierras, la imaginación de los ancestros europeos llegaba a límites impensados, inventando toda clase de seres fantásticos que suponían habitaban esos distantes e inaccesibles territorios. Así como hoy en día podemos suponer cómo son los extraterrestres, en la Edad Media imaginaban individuos y bestias que vivían más allá de los límites territoriales y marítimos conocidos.

Los primeros bestiarios de los que se tienen noticias, son los de un tal Pysiologus, conocido como “el naturalista” que, durante el siglo II a.C.,  describió un sinnúmero de animales reales y fantásticos. El romano Plinio el Viejo, en el siglo I, retomó estos escritos en su obra Summa Naturales, donde aseguraba que sus argumentos estaban basados en testimonios de viajeros que juraban haber visto los animales que describía, y que habían constatado las propiedades de algunas piedras o vegetales.

Los bestiarios medievales, que en lo personal me parecen de las cosas más maravillosas que nos ha legado la Edad Media, comienzan a gestarse cuando en el año 476 cae el Imperio Romano en manos de los “bárbaros”. Los romanos jamás imaginaron que sus conquistadores quedarían tan deslumbrados con el Imperio, que copiarían todas las costumbres, sus códigos y sobretodo su religión. Para los bárbaros el Imperio Romano era como “el primer mundo” para nosotros. En la Alta Edad Media, se produjeron movimientos sociales muy interesantes: a raíz de las invasiones bárbaras, los distintos idiomas, creencias y el bagaje cultural que cada pueblo traía consigo se fusionó con la cultura romana. Entonces, el cristianismo que en el 313 mediante el Edicto de Milán se había convertido en la religión mayoritaria y fuerte de Roma, se trasfirió a los bárbaros que quizá se “sentían” más romanos por abrazar la religión de quienes tanto admiraban. Pero a la Iglesia se le hacía casi imposible enseñar el Evangelio a personas que hablaban distintos idiomas, que no sabían leer ni escribir y que por supuesto habían profesado otra religión. La solución vino de la mano de las imágenes, que todas las personas en todas las épocas entendemos y que superan toda comunicación.

Así, el hombre medieval aprendió a “leer” el significado de las imágenes que remitían a las historias del Antiguo y del Nuevo Testamento. Hoy a pesar de todas las guerras, (incluyendo la Segunda Guerra que fue la más letal y destructiva), que demolieron la mayoría de las construcciones europeas, todavía se puede disfrutar de la didáctica iconografía que se encuentra en los tímpanos o en los portales de las catedrales o de las iglesias románicas y góticas. Pero volviendo a los bestiarios, en el siglo V la Iglesia empezó a utilizarlos con fines moralizantes combinando elementos fantásticos, animales reales, componentes religiosos y características humanas. En el siglo VI, el papa Gregorio el Grande conocido como Gregorio Magno determinó que el Bestiario del Physiologus era apto para difundir las ideas cristianas. Entonces, las descripciones de animales e insectos empezaron a ser tan “humanizadas” que hoy nos parecen ingenuas e infantiles.

Como todavía faltaban siglos para descubrir la imprenta, los libros eran traducidos y copiados a mano por monjes llamados “copistas” que pacientemente copiaban textos e imágenes. Estos monjes trabajaban en el silencio de los “scriptoriums” de las iglesias aprovechando la luz del día. Con sus espaldas dobladas sobre incómodos escritorios de madera, comenzaron a agregar a su gusto personal descripciones de animales e insectos que precedían pasajes de la Biblia, con ejemplificaciones morales y doctrinales. Estas descripciones a las que agregaban constantemente nuevos datos acompañados de dibujos en miniatura, es lo que Le Goff (historiador medievalista) llama el dominio de lo “maravilloso” medieval, como algo sorprendente, asombroso y extraordinario. Los Bestiarios jamás buscaron reflejar cómo eran en realidad los animales, plantas, piedras e insectos desde el conocimiento científico que se tenía de ellos.

El Bestiario Medieval se consolidó a principios del siglo VII con la obra Etymologiarum (libro XII) del teólogo y obispo Isidoro de Sevilla, quien se propuso demostrar la relación entre nombres y naturaleza. Por ejemplo “elefante” cuyo término proviene de lophos que significa montaña, vincula la palabra con las dimensiones del animal. Los bestiarios incluyen también objetos de la naturaleza como piedras capaces de presagiar el futuro, árboles prodigiosos y elementos como los vientos del oeste al norte, cuyo influjo hacía que yeguas, gallinas, buitres y otros animales concibieran sin tener relaciones sexuales. Aristóteles en su obra la Política, ya tenía en cuenta esta “ciencia” recomendando a los esposos observar la dirección de los vientos al momento de procrear.

La teología medieval había señalado que todas las criaturas habían sido creadas por Dios, tanto las más bellas como las más desagradables, por lo que así como existían animales “malos”, había animales “buenos” que podían destruir a los malos, porque por supuesto, había que demostrar que el bien siempre triunfa. Tal era el caso del dragón, representante del demonio por excelencia, que podía ser aniquilado por el elefante, que simbolizaba la templanza, la castidad y la sabiduría. De esta manera, se describían enfrentamientos entre las bestias que tenían un verdadero sentido de combate entre el bien y el mal. Pero no sólo había bestias “malas” algunos árboles también eran considerados malignos. Por ejemplo había que estar prevenido de no dormirse bajo un nogal, porque de su follaje podían surgir el diablo o malos espíritus, mientras que otra planta, como la flor de lis representante de las virtudes Fe, Sapiencia y Caballería, se convirtió en el símbolo de la Trinidad. Y como la leyenda decía que esta flor había sido enviada del cielo a Clovis, rey fundador de la monarquía francesa cuando se convirtió al cristianismo, pasó a ser la “flor protectora” del reino de Francia.

Para que tengan una idea de la “humanización” con fines moralizantes de los Bestiarios, voy a citar textualmente (aunque de forma muy breve) descripciones de animales fantásticos y reales realizadas por Isidoro de Sevilla:

Abeja: “Poseen un rey y ejércitos con los cuales libran batallas, huyen del humo y el ruido las vuelve irritables. Algunos testigos aseguran que las abejas nacen del cadáver de los bueyes (...) como los avispones nacen de los caballos, como los zánganos de la mula y las avispas de los asnos”.

Hormiga: “Las hormigas trabajan incesantemente, aún por la noche, y en la luna llena viajan formando largas hileras (...) Se dice que en Etiopía existe una especie de hormiga que desentierra granos de oro con sus patas, y que su tamaño es igual al de un perro”. Las hormigas en los bestiarios se representan generalmente como una serie de puntos como garbanzos con tres pares de patas.

Pelícano: “Ave que habita en la soledad del río Nilo. Se dice que mata a su propia cría, y que luego del tercer día se hiere a sí misma en su pecho, y la sangre vertida logra resucitar a sus hijos”. El significado alegórico, es que el pelícano es Cristo cuya sangre vertida nos permite revivir.

En cuanto al unicornio, que a principios de la Edad Media no tenía una representación tan estética como la de un equino blanco, más bien parecía una cabra con un cuerno torneado, era descripto como una bestia indómita, que sólo podía ser cazada a través de una doncella virgen. El unicornio se acercaba a ella y en ese momento los cazadores lo atrapaban para quitarle el cuerno, ya que se suponía que era un antídoto contra cualquier veneno y que daba protección y resguardo contra las convulsiones. Pero su importancia reside en su significado alegórico, ya que era la representación de Cristo. La heráldica y la blasonería transformaron a este animal fantástico en el más representado en los escudos.

Del dragón se decía que era la “serpiente más grande que existe y, por tanto, el mayor animal de la tierra”, había que cazarlo vivo para extirparle de su cerebro una piedra que tenía cualidades sobrenaturales. Y el ave fénix representaba la resurrección del hombre justo, “vean cómo la naturaleza de las aves ofrece al pueblo común la prueba de la resurrección; y lo que las escrituras proclaman, la obra de la naturaleza lo confirma”, decía el Bestiario.

Hay muchísimos más animales e insectos maravillosos que sería imposible describir en un solo post. Pero para finalizar, se podría decir que el Phisiologus contribuyó a la difusión y propagación de los iconos más famosos: el unicornio y el ave fénix que adquirirán máximo esplendor y belleza en el arte a partir de lo inicios del Renacimiento. Mientras que en las fábulas del siglo XVII descriptas en el bestiario de La Fontaine, los animales son igualmente “humanizados” como por ejemplo el león, considerado rey de los animales, orgulloso y autoritario; el asno, estúpido y perezoso; el lobo, hambriento y cruel; el conejo, alegre y despreocupado o el cuervo, charlatán y voraz. Es probable que estas representaciones humanizadas de los animales que nos han acompañado desde siempre, sean las que aún hoy incorporamos a nuestro vocabulario cuando despectivamente decimos de alguien “burro” o “víbora”.

Ahora ya lo sabés!
Lic. Alicia Di Gaetano

Bibliografía:
Bestiarios Medievales, Buenos Aires, Quadrata, 2005
Le Goff, Jacques, Lo maravilloso y lo cotidiano en el Occidente medieval, España, Gedisa, 2008
Pastoureau, Michel, La historia simbólica de la Edad Media occidental, Buenos Aires, Katz, 2006

jueves, 5 de abril de 2012

Sobre Cruzadas, cruzados, conquistas y no tanto

Cuando me refiero a este tema, mi mente refleja inmediatamente la imagen de un grupo de caballeros con sus armaduras relucientes, cabalgando por las áridas y calurosas tierras de Medio Oriente, movilizados por un solo fin: la reconquista de Tierra Santa en manos de los “sarracenos” (término que la cristiandad medieval utilizó para hacer mención a todos los musulmanes). Sin embargo, mucho se ha escrito al respecto. ¿Realmente fueron estas expediciones movidas por un fin pura y exclusivamente religioso? ¿Estuvieron estos caballeros, casi monjes en el imaginario colectivo, motivados por el amor a Jesucristo? ¿O acaso en esta odisea se jugaron otros intereses?

¿Cuántas Cruzadas hubo? ¿Dos? ¿Ocho? ¿Cien? Es común afirmar que desde el año 1095 hasta el 1291 hubo precisamente ocho cruzadas. Sin embargo, de lo que se trató más bien fue de un flujo constante, un ir y venir de caballeros, señores feudales, reyes, monjes, hombres, mujeres y niños, movidos por diferentes intereses.

En el lapso de esos doscientos años tampoco se utilizó el término “Cruzada”. Éste es un vocablo moderno que hace alusión a la cruz que los guerreros llevaban en su pecho para diferenciarse de los musulmanes. Por lo tanto, las mujeres cuando les preguntaban dónde se encontraban sus maridos, hermanos o hijos, no respondían con un “se fue a las Cruzadas”, ni tampoco  decía el capataz al referirse a la falta de sus empleados con frases como “ahora pelea con los cruzados”. No. A las Cruzadas en ese tiempo se las denominaba “el camino de Jerusalén”, “la peregrinación” o “el camino de la cruz”.

Aunque existe un sin número de contradicciones sobre los fines de estas empresas, sólo se las entiende si se las ubica dentro del contexto medieval, una sociedad en las que prevalecía la Fe por sobre todas las cosas. Por lo que, para quien iba a la Ciudad Santa por devoción o con intenciones de liberarla, el viaje tenía valor de penitencia.

La peregrinación expresaba y expresa algo profundamente esencial en la vida del cristiano, un caminar hacia la otra vida. El “ponerse en camino” indicaba cumplir con el mandato evangélico de  “despojarse de sí mismo y seguir las huellas del Señor”.  Es por ello que sin importar la razón que los hubiese movilizado, los cruzados muertos en batalla, por epidemias o cualquier otra razón, eran considerados víctimas santas de la fe.

En el año 1095, el papa Urbano II proclamó a toda la cristiandad en edad de lucha la recuperación de las tierras santas. Y así se pusieron en marcha. Pedro el Ermitaño fue el primero en acudir al llamado papal organizando la conocida cruzada de los campesinos debido a que se trató de una peregrinación espontánea, popular, pero ésta no fue exitosa por lo que se puso en marcha un nuevo ejército organizado, el cual sitió Jerusalén en 1099. Una vez vencedores, los caballeros implantaron el feudalismo, distribuyéndose los distintos dominios y estableciendo ciudades fortificadas como, Edesa, Antioquía, Trípoli, Tiro y San Juan de Acre.

Sin embargo, no todo fue color de rosas ya que para esa época comenzó a destacar el nombre de Saladino, lugarteniente del sultán Nur-ad-in, quien logró ocupar Egipto, deponiendo al califa y dando inicio a un gobierno militar ligado a la Siria musulmana. Gracias a la Batalla de Hattin, en 1187, Saladino emprendió la conquista de todas las plazas fuertes de Tierra Santa: Acre, Nazareth, Cesarea, Sidón y Ascalón, incluyendo a la perla del conflicto: Jerusalén. Así, Tiro, se convertiría en el centro de la resistencia cristiana.

La noticia de la caída de Jerusalén fue “primera plana” en Occidente, por lo que se organizó una tercera cruzada donde el rey de Francia, Felipe Augusto, el emperador germánico Federico Barbarroja, el rey de Inglaterra, Enrique Plantagenet y su sucesor, Ricardo Corazón de León, se pusieron en marcha. El primero en partir fue Barbarroja a la cabeza de un ejército que estaba perfectamente organizado. Sin embargo, se ahogó en las aguas del Sélef al caer su caballo debido al peso de su armadura, las cuales llegaban a pesar hasta 40kg.

A partir de ese momento, el gran ejército comenzaría a desorganizarse pero luego, la reconquista de la ciudad de Acre generó en ellos la satisfacción del deber cumplido. Por esa razón, muchos de los jefes cruzados comenzaron a “preparar las valijas” para regresar ya que el cansancio y el deseo de volver los abrumaba. Sin embargo, hubo otros que pusieron el grito en el cielo debido a que el objetivo final era la recuperación de Jerusalén. Así fue como en 1192, Ricardo Corazón de León firmó la paz con Saladino, obteniendo autorización para que los cristianos pudiesen peregrinar a la Ciudad Santa sin temores y contratiempos.

Desde el punto de vista económico, Siria, Palestina, y otras ciudades del Cercano Oriente volvieron a resonar en Occidente. Los centros comerciales de Génova, Pisa y Venecia, habían acudido en ayuda de los cruzados mientras que otros puntos como Marsella, Montpellier y Barcelona establecieron agencias comerciales en el Oriente. La presencia de los cruzados en Tierra Santa permitía a los comerciantes el acceso a los mercados de Levante y sus exóticas mercaderías como especias, perfumes, telas y las magníficas sedas, entre otras. Algunos historiadores coinciden en el hecho de que la cuarta cruzada fue la menos importante si se tiene en cuenta su objetivo: la conquista de los lugares santos, pero puso en evidencia los anhelos económicos, expansionistas y de mercado que caracterizaron aquel período.

El Papa Inocencio III continuó los anhelos de Urbano II de reconquistar Jerusalén por lo que a principios del siglo XIII predicó una nueva cruzada, sin embargo, ésta tuvo problemas desde el inicio. Las fuerzas debían reunirse en Venecia pero los venecianos presentaron una alta cotización en marcos de plata que suponían el transporte de caballeros, escuderos, soldados y caballos, además de los víveres necesarios y por esa razón, al ver que los cruzados no podrían pagar esa suma, les propusieron la reconquista de la pequeña ciudad de Zara, situada en una isla del Adriático, oferta que aquellos aceptaron, desviándose de ese modo de la sagrada causa.

Las cruzadas se volvieron entre cruzados tras el embrollo real que incluyó al emperador bizantino Isaac Comneno, su hermano, su hijo Alejo, y otro Alejo, Alejo Ducas, el cual desencadenó una lucha entre los griegos de la ciudad y los cruzados. Hasta tal punto llegaron los enfrentamientos que se proclamó otro emperador, Balduino de Flandes y de Hainaut, en 1204, dando inicio al Imperio Latino de Constantinopla que duraría hasta 1261. Comenzaba así una era durante la cual el principal objetivo de las expediciones a ultramar sería la ambición de los príncipes y señores, y también de los mercaderes.

Durante el siglo XIII los Papas no cesaron de lanzar llamados a las cruzadas. Los predicadores iban por las ciudades  incitando a tomar la cruz para continuar la lucha. Cabe destacar que nadie estaba autorizado a ser predicador sin haber “tomado antes la cruz”, es decir, sin despojarse de lo suyo para ponerse al servicio de Jesucristo, o en este caso, de la sagrada causa. Además, era imperioso conocer el Corán y tener noción de las enseñanzas de Mahoma.

En 1229 se firmó el Tratado de Jaffa por el cual el sultán de Egipto entregó a los cristianos las tres ciudades santas:  Jerusalén, Belén y Nazareth. Sin embargo, este documento no tuvo efecto ya que en 1244, perderían definitivamente la primera. Finalmente, el sultán turco Baibar fue conquistando las fortalezas cristianas. La única que quedaba en manos cristianas era la fortaleza de San Juan de Acre pero ésta también sería tomada por los  sarracenos en 1291, cerrándose este capítulo de la historia cristiana medieval.

Dato curioso resulta el hecho de que a mediados del siglo XIII las Cruzadas permitieron restablecer relaciones entre Occidente y el Extremo Oriente, y alcanzar China, residencia del Gran Kan de los mongoles.  Estos guerreros tártaros fueron dueños de uno de los imperios más grandes de la historia, extendiéndose desde la península de Corea hasta el Danubio, conquistando civilizaciones avanzadas como la China, Persia y Bagdad así como también, pueblos de Asia Menor y Central. Incluso el imperio turco cayó en manos de los tártaros. Por esa razón, el Papa Inocencio IV se propuso estrechar lazos con los mongoles y si bien la entrevista que obtuvo la misión religiosa con el bisnieto de Gengis Kan fue negativa ya que éste estaba decidido a atacar Occidente, se lograron establecer los primeros contactos con aquellos pueblos alejados y remotos, abriendo camino hacia el Extremo Oriente.

Por los motivos que fueran, las Cruzadas constituyen un apasionante capítulo en la historia no sólo medieval sino Universal. Hombres movilizados por la Fe, la codicia, la ambición, el honor y el poder, emprendieron una misión gigantesca. Un peregrinaje hacia lo sagrado, lo lejano, lo desconocido.

Ahora ya lo sabés.

Lic. Andrea Manfredi

Bibliografia:
Pernoud, Regine, Las Cruzadas, Buenos Aires, Los libros del mirasol, 1964