jueves, 28 de junio de 2012

Los Pampas, esos indios rebeldes e irreductibles (principios siglo XIX)


Las historias sobre los bravos pampas, al haber sido un pueblo ágrafo (no posee escritura), fueron contadas por los testigos que tuvieron oportunidad de acercarse a ellos, sea como amigos como enemigos o como cautivos, pero fueron militares quienes casi siempre las relataron. Hoy, para contarles cómo vivían estos intrépidos indígenas, voy a tomar el relato de William Yates, un oficial irlandés que por esas cosas del destino se encontraba bajo el mando de José Miguel Carrera, (a quien también voy a citar) un oficial chileno cuya vida novelesca lo llevó a luchar en Argentina a favor de los federales contra los unitarios, claro, hasta 1821 cuando lo mataron.   

Las tribus pampas tenían cada una su jefe o cacique, y como generalmente andaban guerreando entre sí, carecían de un sistema de gobierno que los unificara. Sin embargo, si un peligro los amenazaba, no dudaban en unirse para enfrentarlo. No cualquiera era cacique, ese honor sólo le cabía a quien demostrara superioridad discursiva en las asambleas, (hoy diríamos un político nato) y, coraje y estrategia en la guerra (un general en la actualidad). Carrera sin duda admiraba la locuacidad de estos jefes porque como testigo de lo que llamaríamos “Cumbre de caciques” decía: “En sus arengas se expresan con una fluencia y rapidez que sorprende. No se perturban ni tropiezan en una palabra; dividen sus frases por pausas de tiempos iguales (…) No se valen de gestos ni ademanes, pero emplean las más sensibles variaciones de tono para dar expresión a sus sentimientos”. (No se ustedes, pero yo encuentro en esta frase claramente que los caciques daban lección de oratoria en sus reuniones). Sin embargo, la autoridad del cacique era limitada, ya que a pesar de tener poder para reunir a la tribu y comunicar las ventajas de una guerra o la necesidad de arrasar a una tribu enemiga, eran los propios indios los que democráticamente aprobaban o no la propuesta. La decisión que se tomaba se cumplía a rajatabla y se daba libertad a aquellos que habían votado negativamente, para participar o no de la acción decidida por la mayoría. Todos los miembros varones de las tribus tenían el derecho a obrar a su antojo, siempre que no afectaran a otras personas o a sus propiedades. Los caciques en tiempos de paz sólo podían dar consejos a los demás, de ahí también la importancia de su oratoria y argumentación. 

Cuando de conclaves de tribus se trataba, los caciques llegaban al lugar fijado como punto de reunión con sus escoltas como prueba de la calidad y las fuerzas de la tribu. Antes de comenzar la misma y de dar sus predicciones, los sacerdotes realizaban sacrificios dedicados a su protector el sol “para que los inspire el genio de la verdad”. Cuenta Yates, que en una ocasión habían elegido un potro “sin defecto” al que un “sacerdote abrió una herida al costado del animal, introdujo el brazo en el cuerpo todavía vivo y le arrancó el corazón y las entrañas. Con la sangre del corazón hizo ademán de asperjar el sol, mientras los otros hechiceros le imitaban con la sangre del cuerpo de la víctima. Luego se comieron el corazón, el hígado, los bofes y otras entrañas humeantes. Terminada esta ceremonia, iniciaron sus augurios y profecías”. Antes de comer o de beber, consagraban al sol los tres primeros bocados o tragos que salpicaban al aire. Los pampas no sólo veneraban al sol como autor de la luz, la vida y todo lo que hay sobre la tierra, también adoraban a la luna, aunque de manera secundaria y se asustaban mucho cuando había un eclipse de luna. 

Estos aguerridos indígenas eran muy coquetos, hoy los llamaríamos metrosexuales, se depilaban todo el cuerpo y era común verlos sentados en sus catres por más de una hora, sin pronunciar palabra, como sumergidos en profunda meditación, “arrancándose los pelos de la barba con unas pinzas que usaban, pues no se dejan crecer un pelo en la cara o en el cuerpo”. Siempre andaban desnudos, aunque en invierno usaban ponchos y “un paño envuelto en la cintura”. Para guerrear se pintaban la cara con tierra negra, roja y blanca y se emperifollaban colocando plumas blancas, azules, coloradas y amarillas en sus largos cabellos, que habitualmente sostenían con “una faja angosta que llamaban huinca o vincha”. 

Como nómades que eran, armaban y desarmaban sus tolderías compuestas por cueros cocidos y se trasladaban de un sitio a otro con sus vacas, yeguadas y ovejas que eran propiedad de la tribu, siempre según la escasez o abundancia de los pastos. También criaban perros de todos los tamaños que según decían habían pertenecido a unos hombres blancos de la Bahía de San Julián. La agricultura les era desconocida, casi no consumían otra cosa que no fuera carne. Esta dieta basada sólo en carnes rojas desafía a los médicos de hoy en día que recomiendan no comerla para evitar el colesterol y otros males de nuestra época, ya que según Yates, los pampas gozaban de una salud excelente. Si alguno moría joven a causa de una enfermedad, los médicos brujos atribuían la desgracia a algún enemigo muerto, que suponían con poder para hacer maleficios y brujerías. Cuando fallecían, generalmente ancianos o en una guerra, eran enterrados con sus caballos, armas y mujeres favoritas para que los acompañaran en el más allá. 

Dentro de esta sociedad ultra machista, las mujeres no eran las que mejor lo pasaban. Los pampas tenían el poder absoluto sobre la vida y los actos de sus esposas, hijas y esclavas. Era el mismo amo el que mataba con sus propias manos a la mujer que le fuera infiel. Sólo cuando los indios se casaban por primera vez daban una fiesta a los parientes de la desposada y a sus amigos, mientras que el resto de los matrimonios eran considerados transacciones comerciales. Los polígamos pampas podían tener todas las mujeres que quisieran o que pudieran comprar. Ellas no podían elegir a sus pretendientes y eran las encargadas del cuidado de los animales y de absolutamente todos los quehaceres domésticos. Justamente por ser consideradas “objetos comerciables”, las pampas solteras vestían mejor que las casadas, y se las reconocía porque llevaban lujosos adornos en las piernas. Sus padres esperaban atraer así a algún guerrero rico para trocar a su hija por caballos, ponchos u otras especies. A decir de Yates, las indias eran mujeres agraciadas “Su apariencia física no es nada desagradable; (...) y aunque sus costumbres no se prestan para hacer resaltar sus encantos, hay muchas mujeres bonitas y en extremo interesantes”. Ellas vestían a la moda con una tela envuelta a la cintura que les llegaba a las rodillas y otra cuadrada que pasaban bajo el brazo derecho y que unían sobre el hombro izquierdo con un broche de plata, pero siempre dejaban sus senos al descubierto. Gustaban de trenzar sus cabellos, usar aros cuadrados de plata en las orejas, collares y pulseras de cuentas de distintos colores, así como cinturones adornados con monedas de plata y pedrerías.

Estos bravos indios que nunca pudieron ser doblegados por los españoles, extendían sus dominios desde el Atlántico al río Salado y desde el sur de San Luis, Río Cuarto y Río Tercero, hasta las sierras del sur de Buenos Aires. Eran llamados Querandíes (gente de grasa) antes de que los conquistadores los llamaran “pampas”, que es una palabra quechua que significa “llanura sin árboles”. Mientras las tierras no fueron ocupadas por los colonos, los querandíes vivían en la actual ciudad de Buenos Aires y extendían sus dominios por toda la provincia. Según el jesuita Tomás Falkner, los Pampas se dividían en dos grupos que se llamaban a sí mismos Taluhet, los que ocupaban la Pampa húmeda y Diuihet, los que dominaban la Pampa Seca.

Sus armas eran lanzas que llamaban coligué y un gran cuchillo de hoja ancha y pesada. El honor y el prestigio se juzgaban por el séquito de cautivos con que volvían luego de guerrear o de malonear. Si no exterminaban a los hombres del bando contrario y no se apoderaban de las mujeres y los niños y regresaban sin cautivos, su reputación se resentía muchísimo. Cuando Carreras quiso convencerlos de que no era digno de un pueblo valeroso e intrépido hacerse de cautivos, éste relata que “no estuvieron de acuerdo, porque ese principio chocaba con lo más íntimo de sus hábitos guerreros y afectaba el concepto que ellos tenían de la honra”. Quizá deberíamos buscar en este último párrafo el motivo por el cual estos valerosos guerreros en sus correrías, siempre se robaban a las mujeres y a los niños, aunque tuvieran que enfrentarse con la furia y las armas de los hombres blancos y de los araucanos, que muchos años después lograron vencerlos.

Ahora ya lo sabés!
Lic. Alicia Di Gaetano
Fuentes

jueves, 21 de junio de 2012

ANGUSTIA A LA MESOPOTÁMICA





Ur, Uruk, Lagash, Nippur, Eridú, Babilonia, Caldea, Asiria, tablillas de arcilla, tablillas cuneiformes, Tigris, Éufrates, un sin número de dioses de mal carácter. En fin, estas son algunas de las palabras que me vienen a la mente cuando pienso en la civilización más antigua de la historia de la humanidad: la mesopotámica.

Mesopotamia significa “país entre dos ríos”. Su territorio forma parte de la región conocida como “Creciente Fértil” o "Medialuna de las Tierras Fértiles" que cubría el arco territorial que abarcaba además de Asiria y Caldea (actual Irak) Siria, Fenicia (actual Líbano) Palestina y Egipto. Disponía de agua en abundancia debido a la presencia de dos importantes ríos: el Éufrates de 3297km y el Tigris de 2130km, más sus afluentes, los cuales todos los años amenazaban la zona destruyendo las áreas cultivadas y la vida en sus proximidades. Eran ríos torrenciales que aumentaban su caudal ordinario en determinadas épocas del año como consecuencia del deshielo de las montañas donde nacían. Sumado al clima árido que sobrepasaba los 50°C en verano más la forma cóncava del suelo, el agua desbordada formaba zonas pantanosas de mal drenaje cuya desecación, por evaporación, aumentaba el índice de salinización del suelo, inhabilitándolo para el cultivo y el desarrollo y generando condiciones insalubres que provocaban epidemias, falta de agua potable, escasa flora y fauna, etc.  Fue entonces la necesidad que esos pueblos tuvieron de controlar el agua, lo que favoreció la supervivencia en una zona tan hostil.

Por lo tanto, desde el punto de vista psicológico, el mesopotámico vivió en una constante preocupación, incertidumbre e inestabilidad. La necesidad de controlar las aguas para sobrevivir generaba una angustia perenne en la mente de aquellos hombres.  El control frenaba al caos, la catástrofe, y la supervivencia dependía de la correcta interpretación de los signos de la naturaleza y eso explica. Así se explica que el mito mesopotámico de la creación del universo careciera de armonía y paz. Según su mitología, éste se  había originado en una lucha entre dioses y la matanza de un gran monstruo, Kingu, de cuya sangre había surgido la humanidad.

Este sentimiento de inseguridad, de la fragilidad humana frente a su entorno, no se encontraba por ejemplo, en la cultura egipcia. Según varios historiadores, este contraste de actitudes guardaría relación con las diferencias geográficas entre ambos pueblos. El gran Nilo, era considerado más bien un regalo de los dioses que traía consigo la fertilización y abundancia en aquellas tierras situadas al margen de su prolongado cauce (más de 6.500 km) desde su nacimiento en las montañas de Etiopía y en la región de los Grandes Lagos de África Oriental hasta su desembocadura en el Mediterráneo tras formar un amplio delta.

El ciclo del Nilo era regular y constante por lo que los egipcios habían dividido el año en tres períodos: el de la inundación (Akhet), el de la siembra (Peret) y el de la cosecha (Shemu) lo que les permitió predecir las crecidas e inundaciones que eran esperadas como un “don” de los dioses y no como castigo divino. En contraposición a la temeridad mesopotámica, el sistema de canalización e irrigación que habían construido permitió el desarrollo de una vida abundante y placentera . Egipto obtuvo su prosperidad de la inundación anual del Nilo mientras que la Mesopotamia estuvo sujeta a una precipitación insegura siendo el caudal de los ríos turbulento y peligroso

Cabe destacar que Egipto se encontraba aislado y protegido entre los desiertos mientras que la Mesopotamia carecía de límites claros y además sufría el permanente saqueo de los montañeses en el este y los nómades en el oeste. De esta forma, la sensación de inseguridad geográfica y política se trasladó también a la esfera religiosa.

Mientras que el rey egipcio era un ser divino enviado a la tierra, “el Horus viviente”, encargado de establecer la armonía entre la sociedad y la naturaleza, el soberano de la Mesopotamia, el Lugal, era parte de la comunidad, encargado de interpretar los signos de los dioses. Su concentración tenía que sobrepasar los límites humanos ya que no podía haber margen para el error de lo contrario sería motivo de catástrofes venideras. En contraposición, en Egipto nunca se planteó este problema ya que en general la religión desconocía la ira de los dioses. El Estado se sentía seguro, guiado por el “Hijo de Re”, mientras que los mesopotámicos veían en su rey a un hombre que no podía malinterpretar la voluntad de los dioses que en definitiva eran los grandes propietarios de las tierras. Según su creencia, el hombre había sido creado para servirlos y en eso se resumía su misión. Así, la celebración de festivales anuales contribuía a controlar la naturaleza, reforzar el cosmos y mitigar la furia divina.

El hombre y la naturaleza circundante mantenían un diálogo constante a través de los augurios y oráculos. La constante vigilancia de los fenómenos naturales tenía un solo fin: prevenir el castigo, interpretando la  voluntad de los dioses. El rey era asistido por una asamblea de sacerdotes que estaban atentos a los deseos divinos ya sea a través de los sueños del rey o del hígado de una oveja. Antes de matarla se susurraba al oído la pregunta dirigida a la divinidad y la configuración del órgano del animal indicaba la respuesta.

La relación entre los dioses y los hombres en la Mesopotamia estuvo marcada por la incertidumbre e inseguridad a lo largo de toda su historia. El deseo de complacerlos fue el modus vivendi del mesopotámico hasta llegar a la “casa del polvo”, la muerte, con la que dejaba de existir tanto en la Tierra como en la eternidad.

Ahora ya lo sabés.



Lic. Andrea Manfredi



Bibliografía:

Braudel, F., Memorias del Mediterráneo, Madrid, Cátedra.

Bravo, Gustavo, Historia del Mundo Antiguo

Frankfort, Henri, Reyes y Dioses. Estudio de la religión de Oriente Próximo en la Antigüedad en tanto que integración de la sociedad y la naturaleza, Alianza, 1983

jueves, 14 de junio de 2012

¿QUIÉN ES RICARDO KLEMENT?


“Adolf Eichmann fue el cerebro de la Solución Final.” Esta es la frase que se lee en todos los textos que hablan sobre este personaje. Para quienes no sepan quien fue Adolf Eichmann y qué fue la Solución Final voy a usar las palabras de Dieter Wisliceny, un militar nazi, durante su interrogatorio para explicarles:

3 de enero de 1946
Bratislava – Checoslovaquia
Juicios de Nuremberg

- ¿Preguntó Usted algo sobre qué significaban las palabras “solución final” utilizadas en la orden?
- Wisliceny: Eichmann procedió a explicarme el significado del concepto. Dijo que se ocultaba la destrucción biológica planificada de la raza judía en los Territorios Orientales bajo el concepto y el término de Solución Final. […] Eichmann me dijo que se le encargó a él personalmente la ejecución de esta orden.

- ¿Recibió usted alguna información del total de judíos asesinados en este programa?
- W: Eichmann hablaba siempre personalmente de al menos 4 millones de judíos. A veces incluso mencionó la cifra de 5 millones.

- Dijo algo en aquel momento del número de judíos que habían sido asesinados?
- W: Sí, lo dijo de una forma especialmente cínica. Dijo que “saltaría de alegría dentro de su tumba, porque la sensación de que tenía 5 millones de personas en su conciencia sería para él una fuente de satisfacción extraordinaria”

Este era Adolf Eichmann según las palabras de un militar de las SS que trabajó bajo sus órdenes y que finalizada la guerra fue capturado y juzgado en los Juicios de Nuremberg.

¿Qué hacía Eichmann mientras Wisliceny testificaba sobre su participación en el Holocausto? HUÍA.

Aparentemente Eichmann bien sabía lo que le esperaba si llegaba a ser capturado por las tropas aliadas cuando terminó la Segunda Guerra Mundial. Los ejércitos americano y soviético habían ido liberando los territorios ocupados por los alemanes y apresando a los soldados nazi en su camino. Antes de que esto le sucediera a él, Eichmann destruyó sus fotografías y todos los documentos incriminatorios y huyó. Sin embargo fue apresado por tropas americanas, pero utilizando un nombre falso y con ayuda de otros alemanes escapó. Vivió refugiado en Austria durante un tiempo, luego fue a Italia donde gracias al Vaticano consiguió una identidad falsa y con la ayuda de una agrupación de ex nazis en Argentina se embarcó en el “Giovanna C” el 14 de julio de 1950. Llegó a Buenos Aires en agosto e inmediatamente consiguió trabajo en una fábrica alemana llamada CAPRI que lo trasladó a Tucumán. La policía de esa provincia lo proveyó de un documento con el nombre de Riccardo Klement, y así se convirtió en un supuesto italiano con orígenes alemanes. Tiempo después la empresa CAPRI se desmanteló y Eichmann o Klement volvió a Buenos Aires donde vivió hasta 1960.

¿Qué pasó durante todo este tiempo?

Como dije, terminó la Guerra e inició al juzgamiento a los criminales de guerra nazi en los conocidos Juicios de Nuremberg. Una corte militar internacional conformada por las naciones vencedoras juzgó a los altos mandos del partido nazi entre ellos: Donitz, Hess, Goering, Rosenberg, Von Ribbentrop y Franz Von Papen. Notarán que faltan aquí algunos nombres lamentablemente famosos como el de Adolf Hitler, Joseph Goebbles o Heinrich Himmler que cobardemente se habían quitado la vida cuando Alemania se acercaba a su derrota total.
Durante los Juicios de Nuremberg los testigos fueron destramando los más atroces secretos detrás de la guerra y así se supo de la Solución Final. El mundo se enteró de que la Alemania nazi había planificado la destrucción física y total de todos los judíos de Europa y no sólo eso sino que la había puesto en marcha creando una monstruosa maquinaria de la muerte totalmente organizada que incluía guetos, traslados, cámaras de gas y crematorios. Se supo que 6 millones de judíos habían perdido la vida durante la guerra. Y se conocieron también los nombres de aquellos hombres que habían organizado o participado de esta matanza. Entre ellos, además de los que ya mencioné, estaban Martin Bormann, el médico Josef Mengele y Adolf Eichmann.

Pero estos no estaban muertos, estaban prófugos, pero ¿dónde?

En 1948 se creó el Estado de Israel y con él la Mossad, la Agencia de Inteligencia Internacional Israelita, que puso manos a la obra para capturar a los nazis que habían huido. En la lista estaba obviamente Adolf Eichmann.

El primer problema para localizarlo era conseguir una foto suya. Es importante que nos ubiquemos en espacio y tiempo, en los que no había redes sociales, ni cámaras digitales, ni Internet, por tanto, para conocer la imagen de un individuo se necesitaba una foto, en formato papel, sí, ¡papel! Por más básico que nos parezca hoy, la investigación no podía iniciar si no se conocía la cara de la persona que se buscaba.
Con el tiempo lograron ubicar a una ex amante de Eichmann y uno de los investigadores la contactó haciéndose pasar por amigo del ex nazi y tiempo después aquel relató que un día la mujer le mostró una foto de Eichmann y le dijo: “Este es mi Adolf”. El investigador no dudó en quitar la foto y llevársela. Así la investigación pudo seguir.

Tiempo después llegó a las oficinas de la Mossad una carta que decía “He visto a ese miserable, Adolf Eichmann. Vive en las cercanías de Buenos Aires […]” y así, como habían hecho en otras oportunidades, decidieron seguir la pista y ver si era real.
¿Cómo había llegado esa carta? ¿Era posible que hubieran reconocido a Eichmann? Por ese entonces ya no quedaba rastro del miembro de la SS sino que era un simple obrero de la Mercedes Benz que vivía en un barrio muy humilde del Partido de San Fernando en Buenos Aires. “Riccardo Klement” vivía con su mujer, Verónica Lliebl y sus cuatro hijos que habían venido desde Austria en 1950 (Nota: el hijo más pequeño nació en Buenos Aires). Sin embargo, utilizando un viejo dicho, las mentiras tienen patas cortas.

Lothar Hermann era un judío alemán ciego que había sobrevivido a uno de los campos de exterminio y vivía en Buenos Aires. Su hija salía con un muchacho llamado Nicholas, de apellido Eichmann, que vivía con su “tío”, Riccardo Klement. ¿Leen algo sospechoso?
Aparentemente Nicholas tenía los mismos ideales genocidas que su padre y no evitó mencionar a su amiga que los nazis tendrían que haber terminado lo que habían iniciado con los judíos. Hermann ató cabos entre el comentario y el apellido que le sonaba por demás conocido y se comunicó directamente con Israel.

Las investigaciones llevaron a los miembros de la Mossad a una casa sobre la calle Garibaldi en la Provincia de Buenos Aires que estaba a nombre de una tal Verónica Lliebl de Fichmann. Obviamente ese era el nombre de la mujer de Eichmann y si a la F de Fichmann le agregamos el palito de abajo (cito palabras textuales de uno de los investigadores) se convierte en nada más y nada menos que en Eichmann. La casa fue vigilada durante días desde una camioneta (más bien nosotros diríamos una “chata”) y finalmente lograron visualizar a la mujer, a los cuatro hijos y a un hombre que coincidía con la descripción de Eichmann (hago hincapié en que los medios de comunicación eran otros y no podían chequear en el celular la última foto del criminal en la web). Ese día un mensaje en clave llegó a las oficinas centrales de la Mossad: “El conductor es rojo”: habían hallado a Adolf Eichmann.

Lo habían encontrado. ¿Y ahora? La idea era llevarlo a Israel para juzgarlo según la “Ley de Castigo a los nazis y sus colaboradores” dictada en 1950 por el Parlamento Israelí. Sin embargo había un problema no menor. Eichmann había sido hallado en otro país y como bien sabemos, en estos casos es necesario pedir la extradición. Pero la Mossad no estaba dispuesta a esperar, no iban a perder más tiempo. Por esto el Primer Ministro israelí, Ben Gurion, necesitaba que le dieran una razón para realizar la captura clandestinamente. Al rescate llegó el consejero del gobierno, Haim Cohn, que dijo: “La naturaleza sin precedentes del crimen hace que el procedimiento legal internacional sea prácticamente imposible. Hay que llevar a Eichmann por la fuerza a Israel para que sea juzgado”. El justificativo era legalmente endeble pero de este se valieron para llevar a cabo su captura. Como los crímenes perpetrados por Eichmann no tenían precedente alguno en la historia, decía Cohen, entonces Israel no se manejaría con las normas internacionales, por el contrario actuaría por motus propio.

Se realizó entonces un despliegue de espionaje organizado hasta el último detalle.

El 11 de mayo de 1960, Riccardo Klement o Adolf Eichmann volvía como todos los días a su casa cerca de las 20 horas. Se bajó del colectivo 203, caminó una cuadra y un hombre se le acercó y le dijo en un español dudoso: “Un momentito señor”. Segundos después se halló amordazado y cubierto por una manta en el asiento trasero de un auto. Se lo escuchó decir en alemán: “Ya me he resignado a mi suerte”. Estuvo escondido durante unos días en una casa y luego fue trasladado clandestinamente a Israel.

El 23 de mayo de 1960 Ben Gurion anunciaba al mundo su captura, con lo que iniciaron obviamente las disputas diplomáticas con Argentina por su secuestro.

El 11 de abril de 1961 inició el juicio. Era el primer nazi juzgado por judíos en territorio israelí.

Los alegatos de la defensa fueron: 1) Que los jueces israelíes no eran imparciales sino que se guiaban por el prejuicio; 2) Que el juicio era ilegítimo porque Eichmann había sido secuestrado y llevado a Israel en contra de su voluntad; 3) Que la ley bajo la que se lo juzgaba era inaplicable porque era posterior al Holocausto; 4) Que el juicio no debía realizarse en Israel porque los crímenes habían sucedido en otro país; 5) Que Eichmann no había actuado por propia voluntad sino que siguiendo órdenes. TODOS LOS ALEGATOS FUERON RECHAZADOS POR LOS JUECES

Entre las cosas que declaró Eichmann, dijo: “No perseguí a los judíos con avidez ni con placer. Fue el gobierno quien lo hizo. La persecución […] sólo podía decidirla un gobierno, pero en ningún caso yo. Acuso a los gobernantes de haber abusado de mi obediencia”

Si bien en Israel no existía la pena de muerte, estaba la excepción para los criminales nazis.

El 31 de mayo de 1962 Adolf Eichmann fue ahorcado. Sus últimas palabras fueron: “Larga vida a Alemania, larga vida a Austria, larga vida a Argentina. Estos son los países con los que me identifico y nunca los voy a olvidar. Tuve que obedecer las reglas de la guerra y las de mi bandera. Estoy listo.”

Su cuerpo fue incinerado y sobrevivientes del Holocausto tiraron sus cenizas al mar fuera de las aguas territoriales israelitas para que no se pudiera jamás erigir algún tipo de monumento conmemorativo en su honor.


 Lic. Diana Fubini

Bibliografía

-       Zylberman Abraham, Adolf Eichmann. Él vivió entre nosotros, Buenos Aires, Museo del Holocausto, 2011
-       El “proceso Eichmann” en Revista Nuestra Memoria, Lic. Sima Milmaine [dir], Buenos Aires, Museo del Holocausto, Año XVI, Nº33, Abril 2010, Pag. 99-116
-       Capture and trial of Adolf Eichmann en <http://www.youtube.com/watch?v=q9FhyJCLKCQ>
-       “El Caso Eichmann” en Revista Todo es Historia, Félix Luna [dir], Buenos Aires, Nº 116, Enero de 1977, Pag. 6-20

jueves, 7 de junio de 2012

El legendario Giovanni Falcone y la Cosa Nostra


Antes de empezar quiero hacer una aclaración: a pesar de que voy a escribir en pasado, el marco delictivo de la mafia siciliana que se ha extendido al resto de las mafias y cárteles del mundo, conocidos con el nombre de “crimen organizado internacional”, aún hoy se mantiene intacto, aunque más violento y agresivo.
La Italia de los años ’70 estaba ocupada en la lucha contra el terrorismo de las Brigadas Rojas, y la Cosa Nostra aprovechó esa coyuntura para comenzar a intervenir en el hampa napolitana resolviendo los conflictos internos y asumiendo la dirección de sus negocios. Dedicada al tráfico de cigarrillos, la mafia había organizado turnos para descargar buques llenos de tabaco en el golfo de Nápoles, así, durante 1974 el contrabando de cigarrillos llegó a su apogeo. Poco después, estos grupos se especializaron en el tráfico de estupefacientes, operando con la morfina base en el Extremo Oriente que, transformada en heroína exportaban hacia EEUU a través de sus sólidas cabezas de puente. En los años ’80 la Cosa Nostra ya controlaba el tráfico mundial de heroína con destino a EEUU. 

La familia siciliana de Gaetano Badalamenti comercializaba la droga en Norteamérica y cuando el poderoso jefe de los corleoneses Salvatore Riina se enteró que había quedado afuera del negocio, decidió eliminar a sus adversarios comerciales, iniciando lo que se conoce como “la Guerra de las Mafias” que tuvo lugar entre 1981 y 1983. La lucha por el poder desencadenó un baño de sangre que terminó con la vida de centenares de personas. Pero de allí surgió la Cosa Nostra mucho más fuerte, más hermética, y más clandestina. Como dijo el arrepentido Tommaso Buscetta “los más indóciles y los más recalcitrantes habían sido totalmente eliminados uno tras otro”. Por el tendal de asesinatos producidos por las venganzas entre las facciones de la Cosa Nostra, los “corleoneses”, los Badalamenti y el palermitano Stefano Bontante, las autoridades tomaron cartas en el asunto y así Giovanni Falcone y otros jueces antimafia como Paolo Borsellino, comenzaron su pesada e infatigable labor. La dificultad que encontraban las investigaciones judiciales se relacionaban con el modus operandi que utilizaban los mafiosos para matar, ya que como disolvían los cadáveres en barriles de ácido, nunca dejaban huellas de los asesinados. Tampoco dejaban rastros de sangre porque estrangulaban a sus víctimas. El arrepentido Francesco Marino Mannoia, sin muestra de remordimiento le dijo a Falcone: “¿Tiene usted idea de la fuerza que se precisa para estrangular a una persona? ¿Y de que lo que uno está realizando dura en ocasiones 10 minutos, ya que las personas se debaten, muerden, dan patadas? Pero se trata por lo menos de asesinatos “limpios””.

La Cosa Nostra, incluso por “comodidad”, utilizaba como técnica de asesinato el “incaprettamento”, que consistía en atar los tobillos y las muñecas de la víctima a su espalda, haciendo pasar la cuerda por su cuello hasta que se auto estrangulaba. Según los arrepentidos, este procedimiento permitía transportar fácilmente el cadáver dentro del baúl de un vehículo. Algunos asesinatos dejaban mensajes, aunque no para todos, sólo para la Cosa Nostra, como por ejemplo, el del cantante Marchese, que fue encontrado con sus genitales cortados dentro de su boca porque era el amante de la esposa de “un hombre de honor”. En otro caso apareció un cadáver con dinero en la boca y entre los testículos, cuyo mensaje era “has querido comer demasiado dinero y he aquí la situación en que te encuentras”. La Cosa Nostra basada en la obediencia, era una organización con sus propias reglas jurídicas que debían ser respetadas, cualquiera que violara las normas sabía que pagaría con su vida. Por eso cuando a un “hombre de honor” se le ordenaba ejecutar a alguien, debía cumplir sin titubear ni preguntar. Cuando se trataba de matar a un familiar, la tarea no podía delegarse porque decían “es mi sangre, sólo yo puedo meter mano...”. 

Falcone explicaba que un mafioso “nunca deja de ser mafioso” y contaba que el iniciado en la mafia, que no debía tener familiares en la magistratura ni en las fuerzas de seguridad, era llevado ante los “hombres de honor” y el representante de la familia. Éstos, alineados frente al postulante, le hacían saber sus obligaciones: “no tocar a la mujer de los otros “hombres de honor”; evitar toda delación a la policía; no enzarzarse en disputas con otros hombres de honor; hacer gala en todo momento de un comportamiento correcto y serio; guardar silencio absoluto respecto de la Cosa Nostra con los extraños; evitar presentarse por sí solo a otros “hombres de honor””. Luego el aspirante debía elegir un padrino entre los “hombres de honor” allí  presentes. Entonces se realizaba la ceremonia de juramento, que “consiste en preguntar a cada uno con qué mano dispara y en pinchar el dedo índice, para que brote una gota de sangre con la que luego se pintarrajea una imagen sagrada (frecuentemente la de Nuestra Señora de la Anunciación, a la que denominan patrona de la Cosa Nostra y que homenajean el 25 de marzo)”. Luego la imagen era introducida en el fuego y el iniciado, “evitando su destrucción, se la pasa de una mano a otra, para jurar solemnemente que no traicionará jamás las normas de la Cosa Nostra, so pena de arder, él también, como esa imagen”. Algunas familias utilizaban una espina de naranjo amargo y otros un alfiler de oro para pinchar el dedo. Como la incorporación a la Cosa  Nostra se realizaba a través de la sangre, sólo a través de ella se salía. La base de la Cosa Nostra era por tanto la familia y funcionaba como un Estado paralelo ya que entre los jefes de familias que tenían el control de un territorio donde nada podía pasar sin su conocimiento, designaban al jefe de cada provincia llamado “representante provincial”. Éstos formaban la Comisión Regional llamada Región, que tomaba decisiones estratégicas y promulgaba decretos como el de la prohibición de secuestrar personas en Sicilia. 

En el año 1991 y a los 52 años de edad, el juez italiano Giovanni Falcone, que le había declarado la guerra a la Cosa Nostra en Palermo, Sicilia, fue designado director de Asuntos Penales en el Ministerio de Justicia de Roma. En esa ciudad tenían su sede la feroz familia palermitana Santa María di Gesú y Pippo Caló, “el cajero de la mafia”. Falcone que siempre vivió en Palermo, decía “desde mi infancia he respirado todos los días la mafia en el ambiente; su violencia, sus exacciones, sus asesinatos (…) En el ambiente de la época, yo respiraba también una cultura institucional que terminaba por negar la existencia de la mafia”. Desde hacía 11 años sabía lo que era vivir en un cerco de cárceles, de tribunales y de oficinas súper protegidas y desde hacía uno, viajaba casi todos los fines de semana de Roma a su Palermo natal. Jamás salía. Delante de su casa dos policías velaban día y noche por su seguridad. Pero ni los custodios, ni los bunker en los que desarrollaba su actividad alcanzaron para protegerlo. 

Un primaveral 23 de mayo de 1992, en la autopista Palermo-Trappani, atestada de vehículos que transitaban hacia distintos destinos, se encontraba el auto blindado de Falcone quien viajaba con su esposa Francesca Morvillo y sus escoltas Rocco Di Cillo, Vito Schifani y Antonio Montinaro. De golpe mil kilos de explosivos colocados bajo la autopista por orden del capo mafia Salvatore Riina, estallaron en el momento en que el auto pasaba por allí. Murieron todos sus ocupantes. Este no fue el primer atentado contra la vida del juez antimafia, los servicios secretos de inteligencia italianos ya habían frustrado otro: fue el 21 de junio de 1989 cuando desactivaron 50 cartuchos de dinamita disimulados entre las rocas, a sólo 20 metros de la casa de veraneo del juez en Addaura, Sicilia. El infatigable y valiente Falcone sabía que su vida terminaría de esa manera. Entre los años 1984 y 1987, florecieron los arrepentidos en Palermo, y uno de ellos, Tommaso Buscetta le advirtió al comenzar su confesión “En primer lugar ellos intentarán matarme a mi, luego le tocará el turno a usted”. 

Giovanni Falcone fue respetado por sus pares y por los mafiosos, de hecho, otro arrepentido, Antonino Calderone, declaró a la prensa “He colaborado con Falcone porque es un hombre de honor”. El afecto que los sicilianos sentían por él, quedó demostrado luego del atentado. Adornando la entrada a su casa y la de su esposa Francesca Morvillo (jueza también), había un árbol, que a partir del 23 de mayo de 1992, se llenó de un sinnúmero de cartas, flores y velas, como reconocimiento y agradecimiento de las miles de personas que admiraban el trabajo y el coraje del juez. Incluso una joven vestida con su traje de novia, bajó del auto que la llevaba al altar y dejó como ofrenda su ramo de flores. Dos niños se arrodillaron y dejaron allí una cadenita de oro y un pequeño anillo, y otros dejaron sus juguetes. Durante mucho tiempo las familias Falcone y Morvillo recibieron cartas de personas de todas las edades como retribución por el legado de justicia que el juez dejó a la posteridad. En el mismo año del atentado que se cobró la vida de Falcone, se inició el proceso judicial italiano conocido como “Mani pulite” (manos limpias), a cargo del fiscal Antonio Di Pietro, que dejó al descubierto una red de corrupción que involucró a los principales grupos políticos del momento y a varias corporaciones empresariales e industriales. Actualmente Giovanni Brusca alias “Scannacristiani” (mata cristianos, por la cantidad de homicidios que tiene en su haber) acusado del asesinato de Falcone, purga 26 años de prisión. 

Dedicado a los que no se dejan corromper. 

Ahora ya lo sabés!
Lic. Alicia Di Gaetano

Fuentes
  • Giovanni Falcone-Marcelle Padovani, Mafia, Barcelona, Ediciones B, 1992.
  • Fondazione Giovanni e Francesca Falcone, L’albero Falcone, Palermo, 1992