jueves, 29 de diciembre de 2011

YIRA... YIRA... (como dice la canción de Enrique Santos Discépolo)

Desde siempre y en distintas culturas, las mujeres fueron víctimas de la explotación sexual esclava. En Argentina, las redes de trata de personas que en los siglos XIX y XX se conocieron como “trata de blancas”, encontraron en este delito una fuente de abundantes ganancias. En este post te voy a contar muy someramente cómo era la prostitución en Buenos Aires desde fines del siglo XIX hasta casi mediados del sigo XX.

A partir del último cuarto del siglo XIX en nuestro país se produjo el “aluvión inmigratorio” compuesto en su mayoría por varones. Algunos hombres que venían a probar fortuna viajaban solos para posteriormente traer a sus familias que habían quedado en la lejana Europa. Otros eran solteros y tenían esperanzas de encontrar en nuestra tierra, además de trabajo, una compañera proveniente de su patria con quien compartir su vida. Esta masiva inmigración masculina favoreció la explotación sexual de mujeres extranjeras, cuyos proxenetas se beneficiaron económicamente gracias a que las autoridades argentinas hacían la “vista gorda”.

Ya en 1878, el pasquín El Puente de los Suspiros mencionaba el tráfico de mujeres extranjeras para el negocio de la prostitución, pero la publicación no fue tomada en serio. Sin embargo, en 1870 los dueños del teatro Alcázar fueron acusados de “subastar” mujeres en el escenario de la sala. En 1906 ya se había constituido la Sociedad Israelita de Socorros Mutuos Varsovia que en 1929 se denominó Sociedad de Socorros Mutuos y Cementerio Zwi Migdal. Esta sociedad en realidad era una organización criminal de trata de personas, que engañaba a las familias judías de Polonia convenciéndolas de las ventajas de casar a sus jovencitas con inmigrantes radicados en Argentina. Estas mujeres que eran virtualmente compradas, llegaban al Río de la Plata en barco, luego las pasaban por Paysandú, por Colón y finalmente arribaban a Buenos Aires. Muchos barcos de bandera alemana eran utilizados para traer mujeres de la Europa del Este.

Una vez en la ciudad se las “subastaba o remataba” fijando su precio en libras esterlinas. Estas mujeres, al igual que hoy en día, eran sometidas a un proceso de “ablandamiento”, que incluía desde la violación sexual hasta la agresión física y psíquica para obligarlas a prostituirse. A las más rebeldes se las castigaba enviándolas a prostíbulos del interior para luego ser trasladadas a la Capital Federal o a sus alrededores, según lo requiriera la organización.

Pero no todas las mujeres que venían a Buenos Aires eran de Europa del Este, ni tampoco venían todas engañadas. Hacia 1910, un ejército de prostitutas francesas invadió el país. Estas jóvenes no venían a través de organizaciones criminales, sino con sus explotadores individuales “maquereaux o macrós o cafishos”. Estos proxenetas franceses negociaban la compra venta de franchutas (palabra compuesta por francesa y prostituta) en lugares tan distinguidos como el entrepiso del Pasaje Güemes en plena calle Florida y en la trastienda de una librería en la calle Cerrito. Como había una cantidad tan grande de prostitutas, empezaron a proliferar los burdeles “maisons francaises” que contaban con un plantel de hasta 25 mujeres, por lo que a partir de 1870 las “nuevas casas” que se instalaran debían poseer una licencia para poder operar. Más tarde, se empezó a realizar un control periódico a las mujeres que se prostituían en esas “casas”, no tanto para limitar la prostitución sino para evitar el contagio de enfermedades venéreas, creándose para este fin en 1888 un Dispensario de Salubridad.

No era difícil encontrar un burdel en Buenos Aires, sólo había que buscar un farolito rojo en la puerta de una “casa”, ya que todos sabían que de ese modo se individualizaban los prostíbulos. En el barrio de Montserrat, sobre la calle Aroma o Calle del Pecado, había un prostíbulo al lado del otro y en Constitución los lupanares estaban alrededor del Arsenal de Guerra. En la Boca las calles preferidas de los prostíbulos eran del Centenario, Brandsen, Pinzón, Suarez, Olavaria y Necochea. Desde la ex calle Cangallo (actual Perón) hasta Tucumán sobre Libertad, había burdeles donde también se bailaba.

A las mujeres explotadas en esos lupanares se las llamaba “pupilas” porque vivían internadas en el lugar y siempre debían estar alegres y pulcras. Para disimular estas “casas” ilegales se fueron estableciendo bares y cafetines, algunos contaban con orquestas de señoritas y bailarinas, que proliferaron particularmente en la calle Corrientes, al igual que las cigarrerías con “vuelto al fondo”. Hacia 1910 se expandieron los cabarets, algunos lujosos y caros, que eran frecuentados por la “gente bien”, particularmente en Barrio Norte. 

La Asociación Nacional contra la Trata de Personas que formaba parte de la Liga Abolicionista Internacional, fue fundada en 1903 en Buenos Aires para evitar la explotación sexual, pero sólo logró aumentar la edad mínima de las prostitutas de 16/18 a 22 años y limitar en 3 la cantidad de mujeres en cada burdel. A pesar de que las autoridades corruptas no hacían cumplir estas normas, la Asociación rescató varias jóvenes que habían llegado engañadas a Buenos Aires. En 1908, gracias a la creación del Comité Argentino de Moralidad Pública fueron repatriadas muchas menores que habían sido traídas al país embaucadas “para casarse”.

El problema de la trata de mujeres se había tornado casi incontrolable, por lo que el entonces diputado socialista Alfredo Palacios tomó cartas en el asunto y elaboró un proyecto de ley que se conocería como “ley Palacios” por la que se establecían sanciones desde reclusión, pérdida de ciudadanía y hasta deportación (en caso de extranjeros) para los traficantes de mujeres. En 1919, una ordenanza dispuso que no podía haber más de un burdel por cuadra y prohibió a “las madamas” o regentes (proxenetas femeninas que estaban a cargo del prostíbulo) . Entonces podían verse señores haciendo fila en las puertas de los lupanares, bailando tango entre ellos mientras esperaban ser “atendidos”.Pero estas medidas no alcanzaron y de hecho empeoraron la situación porque en 1923 el número de 187 “casas de tolerancia” registradas se incrementó a 335, aumentando también el número de mujeres explotadas.

La prostitución no declinaría hasta 1929 cuando una mujer, Raquel Liberman, denunció valientemente en la justicia a los dirigentes de la organización por corrupción, estafa, extorsión y asociación ilícita. Esta denuncia tomó estado público a través de los medios de comunicación, y el escándalo hizo que policías y jueces honestos sacaran a la luz el tráfico de mujeres que se venía realizando en todo el territorio nacional. Los traficantes y los cafishos fueron condenados y la organización quedó desarticulada. El 30 de diciembre de 1935 se sancionó la Ley 12.331 que cerró las casas de tolerancia en todo el país, logrando así que el gigantesco comercio que giraba en torno a la trata, lentamente se fuera extinguiendo. A partir del año 2003, el tema de la Trata de personas se instaló en la agenda gubernamental y recién en el año 2008, se promulgó y sancionó la Ley 26.364 de “Prevención y sanción de la Trata de Personas y Asistencia a sus víctimas”.

Desafortunadamente, la trata de personas sigue siendo en nuestros días un negocio mundialmente rentable, el tercero después del narcotráfico y la venta ilegal de armas, que sigue valiéndose del engaño o el rapto para proveerse de víctimas cada vez más vulnerables, como los niños y las niñas.

Ahora ya lo sabés!
Lic. Alicia Di Gaetano

Referencias

Moya, José C., Primos y extranjeros. La inmigración española en Buenos Aires, 1850-1930, Buenos Aires, Emecé, 2004
“La vida clandestina” en Félix Luna [Director] Nuestro Siglo, Historia de la Argentina, Colombia, Editorial Sarmiento, 1992


jueves, 22 de diciembre de 2011

ARGENTINE-BRITISH: PILOTOS ARGENTINOS Y BRITÁNICOS UNIDOS EN LA SEGUNDA GUERRA MUNDIAL

Cuando se habla de la Fuerza Aérea en nuestro país, inmediatamente se hace mención a los heroicos pilotos argentinos que con sus Skyhawk A4B y A4C, sus Mirages V Dagger, Mirage IIIE y Pucará IA-58, llevaron a cabo increíbles misiones de ataque, hundiendo y averiando importantes unidades navales británicas como los destructores HMS Sheffield, HMS Coventry, las fragatas HMS Antelope y Ardent; y el portacontenedores Atlantic Conveyor entre otros, escribiendo para la historia de la aviación nacional, y también mundial, uno de los capítulos más interesantes que hasta el mismo as de la aviación francesa, Pierre Clostermann, elogió en una conceptuosa carta enviada al titular de la FAA, Basilio Lami Dozo. Además del agregado aeronáutico norteamericano en Buenos Aires, Robert T. Pitt, veterano de Vietnam, quien obsequió a la Fuerza Aérea su Corazón Púrpura, condecoración que se le otorga al herido en combate; el almirante John Woodward y la mismísima Margaret Thatcher. Todos ellos con palabras de admiración a aquellos hombres.
Sin embargo, las acciones de nuestros compatriotas por los aires se remontan tiempo atrás. No olvidemos en la década del 70 el denominado Operativo Independencia en la Guerra de Tucumán con la guerrilla armada, o aquel 16 de junio de 1955, en donde pilotos de la Aviación Naval, bombardearon Plaza de Mayo y otros puntos claves de nuestro país para ponerle fin a la vida del  general Perón.
Pero existe también otro capítulo que de seguro resultará interesante a los ojos del lector: el de la presencia de más de 800 argentinos en la Real Air Force británica, conocida como la RAF, y la Real Fuerza Aérea Canadiense, la RCAF, los cuales combatieron bajo la bandera aliada durante la Segunda Guerra Mundial.  Estos se agrupaban bajo el nombre Firmes Volamos, integrando el escuadrón 164 “Argentine-British”, financiado por donaciones enviadas desde nuestro país ya que gran parte de ellos procedían de familias inglesas y francesas. En su mayoría, se trataba de deportistas, en especial, del ambiente del rugby, aunque también se inscribieron muchos ferroviarios y empleados de la fábrica británica Alpargatas.  Un dato curioso resulta el hecho de que todos los integrantes de los primeros Pumas, selección nacional de rugby, entraron en combate. Para distinguirse, pintaban en las narices de sus aviones caza, Spitfire, Hurricane  y Mosquitos, y en sus bombarderos y aviones de transporte Lancester y Stirling, gauchos de Florencio Molina Campos y al mismísimo Patoruzú.
Entre la lista de voluntarios se encontraba un Newbery; un tío de Alfonsín por parte de la madre; Bernardo Foulkes, capitán de la RAF, y Ricardo Moreno, sobrino del perito Francisco P. Moreno, formando parte del grupo de más de 4000 voluntarios que lucharon en el ejército y marina aliados, muchos de ellos realizando grandes hazañas como aquella de Kent Charney, argentino de origen inglés, quien el 4 de julio de 1944, derribó con su SP MKIXB (LO-B) un avión alemán sobre Normandía, escoltando nada menos que al as francés, Pierre Clostermann.
Es sabido que participaron no solo en el Día D, realizando más que nada misiones de espionaje, sino también en la Batalla de Inglaterra, Alemania, Francia y en el Canal de la Mancha. Es más, existen muchos testimonios que aseguran la rapidez con que cumplían su período de adiestramiento y accedían a puestos de jerarquía en los entrenamientos en Canadá.
De estos intrépidos personajes se conoce que 140 perecieron en combate, 9 fueron tomados prisioneros y 56 fueron condecorados, luciendo sus insignias junto a aquella que decía claramente ARGENTINA.
Aunque nuestro gobierno mantuvo una actitud neutral frente al conflicto bélico hasta enero del  44, existieron valerosos hombres que dieron sus vidas por una causa, en este caso, la causa aliada, engrandeciendo el capítulo de nuestra Fuerza Aérea. ¡No olvidar!
Ahora ya lo sabés.
Lic. Andrea Manfredi

-Aviación argentina.net
-Claudio Gustavo Meunier, Nacidos con honor.
-“Argentinos en la RAF” de Ricardo Marín, en La Nación, 31/07/2011

jueves, 15 de diciembre de 2011

LA TRAICIÓN SEGUN JUDAS

Lo que les ofrezco hoy para leer no es una investigación personal. El tema sobre el que escribo es más bien un racconto de una investigación que han llevado a cabo importantes lingüistas reconocidos internacionalmente que tras años de metódica investigación han logrado traer al siglo XXI uno de los descubrimientos más reveladores de la historia de la Iglesia. Personalmente es un campo de la historia que me llama mucho la atención y creo que es interesante y necesario conocer cuáles son los nuevos descubrimientos y qué cosas nuevas aportan estos hallazgos a nuestra cultura. Los invito a conocer en este post las reveladoras palabras de un texto del 200-300 d. C. que lleva el nombre de “Evangelio de Judas”.

 Es muy probable que ningún padre elija el nombre Judas para su hijo, de hecho en algunos lugares se puede prohibir nombrar así a un niño, por ejemplo en algunos corrales la oveja que lidera a las demás hacia el matadero es llamada la “oveja Judas” y ¿cuántas veces hemos oído utilizar este nombre como un insulto? Judas es sinónimo de traidor desde los primeros años de la cristiandad, es un nombre maldito, es el discípulo que traicionó a Jesús.
Para quienes no saben de qué hablo, los pongo en tema muy brevemente. Jesús tenía discípulos y entre ellos se hallaba Judas Iscariote. Cuentan los evangelios aceptados por la Iglesia (Mateos, Marcos, Lucas y Juan) que Jesús sabía que iba a ser traicionado y de hecho es famosa su frase durante la última cena donde dijo a sus discípulos: “Uno de ustedes me traicionará”. Poco tiempo después Judas Iscariote llevó a los guardias romanos a donde se hallaba Jesús y para que pudieran reconocerlo lo besó en la boca, el famoso “Beso de Judas”. Lo que sucedió después, es la historia más conocida de la humanidad, la crucifixión de Jesús, la expiación de los pecados de la humanidad a través de su sacrificio, la resurrección y la ascensión a los cielos. Esta es la traición de Judas.
 Ahora bien ¿qué pasaría si Judas no hubiera sido realmente un traidor? ¿Cambiaria en algo la historia del hombre o de la religión? Personalmente creo que no. El hecho de que Judas haya o no traicionado a Jesús, a mi parecer, no cambia significativamente lo que sucedió después de la supuesta traición y ya veremos por qué.

 Los evangelios que conocemos y que forman partes de las Escrituras son el de Marcos, Mateo, Lucas y Juan. Estos cuentan la vida y enseñanzas de Jesús. Ahora bien, en los primeros años de la cristiandad, luego de la muerte del profeta, aquellos no eran los únicos textos que circulaban con este tipo de relatos. En general desconocemos dichos escritos pero existen y son muchos, y se los ha llamados “apócrifos”, que en griego quiere decir “esconder”, porque durante la formación de la religión cristiana y de su dogma algunos textos fueron aceptados por la Iglesia y otros descartados y en su mayoría escondidos para evitar su circulación. Pero la realidad es que existen otros evangelios y manuscritos que relatan otras historias, que a veces difieren de lo que dicen las Escrituras.
A lo largo de los años se fueron hallando diferentes escritos, de estos que habían sido escondidos y negados a la humanidad, y entre ellos se encuentra el Evangelio de Judas. Este papiro junto con otros fue descubierto en Egipto, en Nag Hammadi y entró rápidamente, como sucede muchas veces, en el mercado negro. Uno de los dealers que lo tuvo en su poder lo mantuvo durante más de 20 años guardado en una caja de seguridad en New York buscando compradores. Un investigador de la National Geographic cuenta que fue llamado una vez a una habitación de un hotel en esa ciudad por una persona que decía tener unos papiros antiguos y que deseaba saber si tenían algún valor. Si bien no se le permitió tomar fotografías ni hacer notas, gracias a lo que pudo leer supo inmediatamente que se trataba de algo de valor, sin embargo contaba con un presupuesto mucho menor al que el vendedor pedía que eran 3 millones de dólares. Allí quedó entonces el manuscrito durante años hasta que fue obtenido por la suma de 300 mil dólares por una compradora que lo sacó del mercado negro y para no alargar la historia, terminó finalmente en las manos de unos de los lingüistas y expertos en copto (la lengua que se hablaba en Egipto al inicio de la cristiandad) más importantes de hoy en día, el Profesor Rodolphe Kasser.
El manuscrito estaba casi en estado de pulverización por tanto el trabajo de restauración fue faraónico. Fue imperioso manipular los miles de fragmentos con pinzas para evitar futuras rupturas y cuando se logró ordenarlos se colocaron inmediatamente en placas de cristal al vacío, que es donde hoy se encuentran y donde permanecerán de ahora en más.
Debo mencionar antes de seguir que frente a un descubrimiento como este, siempre es imprescindible constatar primero su veracidad. Se sorprenderían al saber la cantidad de “hallazgos” que terminan siendo copias falsas realizadas con mayor detalle, por supuesto siempre con fines económicos; de hecho la comunidad científica ha sido en algunas oportunidades engañada por algunas de estas copias.
Se tomaron entonces tres fragmentos diferentes del texto y se realizó la datación de Carbono 14, que como es muy larga de explicar y no compete a este texto directamente, los invito a leer sobre este método porque es realmente muy interesante y revelador. El resultado de la datación fue que los textos habían sido escritos entre el 220 y el 340 d. C., fecha muy cercana a los evangelios canónicos (los aceptados por la Iglesia) y a muchos de los llamados apócrifos. Se llegó a la conclusión entonces de que el texto era autentico.
Después de años de investigación lograron restaurar el 80% del manuscrito, que a la vista del estado en que llegó a manos de los expertos, es realmente un milagro. Una vez restaurado, el Profesor Kesser llevó a cabo la tarea de traducirlo.

Y aquí llegamos a lo que nos compete. Cada texto de la antigüedad o de épocas posteriores que ha sido descubierto y traducido es y ha sido importante para la formación de nuestro bagaje culturar y de nuestra historia. Sin embargo me animo a decir que textos como este enriquecen de manera trascendental nuestro conocimiento. Intento a veces imaginar el sentimiento de Kesser cuando meses después de tener el Codex en sus manos leyó en la última página la frase “El Evangelio de Judas”. ¿Qué tendría para contarnos, dos mil años después, el gran traidor de la humanidad? ¡Sin dudas yo habría querido saberlo al instante!
El texto era por demás revelador, el manuscrito muestra a Jesús y a Judas como dos personas muy cercanas y al discípulo como uno de los más interesados en las enseñanzas de su maestro, y a su vez se puede entrever un favoritismo por parte de Jesús hacia Judas.
Sin embargo lo más revelador del texto y déjenme citar textualmente a Kesser es que: “Jesús explica a Judas que deberá abandonar la comunidad de los 12 discípulos que no comprenden asuntos de nivel superior y le explica cuál será su papel posterior. Jesús dice que es necesario que alguien lo libere finalmente de su cuerpo humano y que él prefiere que esa liberación esté en manos de un amigo y no de un enemigo. Por eso le pide a Judas, que es su amigo, que lo entregue, que lo traicione. Entonces para el resto de la gente será un acto de traición pero entre ellos saben que no es así.”
Ahora simplifiquemos. Jesús había venido a este mundo para otorgar sus enseñanzas a los hombres a través de sus discípulos pero también su misión era expiar los pecados de la humanidad. Desde el Pecado Capital cometido por Adán y Eva, todos los hombres y mujeres eran pecadores al nacer y por tanto estaban condenados a la perdición. Jesús vino a la tierra como Dios y como hombre para salvar a los hombres y para enseñarle a la humanidad cómo redimir sus pecados a través de los Sacramentos. Por tanto, desde el sacrificio de Jesús en la cruz el hombre tiene la posibilidad de salvarse a través de la expiación de sus pecados. Jesús sabía cuál era su destino: morir por toda la humanidad, sufrir el tormento por todos los pecadores en la Tierra. Siguiendo esta línea de pensamiento entonces podríamos pensar que tiene lógica que Jesús hubiera pedido a su más querido discípulo que se sacrificara “traicionándolo” pues ese era su destino, morir. ¿Y por qué decimos “sacrificarse”? ¿No es Jesús quien se sacrifica? Por supuesto, pero también Judas. En el evangelio, Jesús dice a Judas que excederá a los demás discípulos pues él sacrificará al hombre que lo viste, es decir que sacrificará la parte humana de la esencia de Jesús a través de su traición, también le advierte que por esta razón su nombre será maldecido por las generaciones futuras, pero prefiere que el hecho lo lleve a cabo un amigo y no un enemigo. Según este manuscrito Jesús no sólo sabía que sería traicionado, esa es la historia que todos conocemos, sino que espera de su discípulo más querido que sacrifique su vida y su memoria al cumplir su voluntad. Podríamos pensar sin embargo que cuál era la necesidad de Jesús de ser traicionado si su destino era morir de todas maneras, podríamos sacar muchas conclusiones diferentes. La realidad es que la “traición” existió según los evangelios canónicos, la pregunta que se plantea hoy es si fue realmente una traición o si Judas simplemente cargó con el peso de un pedido del profeta.
Haya habido o no traición, a mi parecer la historia no cambia. Sí tal vez podríamos con este manuscrito reivindicar el nombre y la memoria de un hombre a quien se lo ha tildado de maldito desde el inicio de la cristiandad y que tal vez, si la historia fue como dice este texto, hasta podríamos considerarlo como un hombre valiente que cargó con el odio de la humanidad entera para satisfacer a su maestro.

Cada uno de nosotros, según nuestras creencias y cultura, elegirá creer o no en las palabras del Evangelio de Judas sin embargo sea cual fuere la elección lo fundamental de este descubrimiento es lo importante que es para el hombre conocer de cada historia todas sus versiones, aun cuando en algunas oportunidades se tenga que esperar dos mil años para conocerlas. Los primeros cristianos conocían este evangelio y es justo que hoy nosotros también lo conozcamos. 

AHORA YA LO SABES!

Lic. Diana Fubini

Biblkiografía

- Revista National Geographic , 6 de mayo de 2006, 
- Página web oficial de National Geographic: http://www.natgeo.tv/ar/especiales/judas/

jueves, 8 de diciembre de 2011

La compasión en los tiempos de la viruela

Desde siempre las pestes y las enfermedades acompañaron a la humanidad. La viruela que surgió aproximadamente en el año 10.000 a.C., fue una de las causantes de la devastación de poblaciones enteras. Esta infección que afectó durante milenios a los europeos, desembarcó en América con los conquistadores y se instaló asolando pueblos completos de indígenas. Esta es una historia de compasión y de héroes desconocidos, que hacen la diferencia en la Historia de la humanidad.

Las primeras noticias de los estragos que produjo en nuestro continente la viruela son del año 1520, durante el sitio de Tenochtitlán donde, al igual que entre los incas, causó un colapso demográfico. La viruela se contagiaba de persona a persona, por contagio directo a través de  los fluidos corporales infectados. Los indígenas americanos rápidamente entendieron que la fase contagiosa comenzaba cuando había fiebre muy alta (+39°) y que la etapa más ponzoñosa se presentaba cuando la erupción en forma de pústulas brotaba en la persona infectada: primero en la lengua y en la boca y 24 horas después en todo el cuerpo. La persona contagiaba la enfermedad hasta que se caía la última costra.

A principios del siglo XVI los jesuitas arribaron a nuestro territorio y por el Río de la Plata se desplazaron hasla la actual provincia de Misiones donde iniciaron las primeras reducciones. En 1729, el padre jesuita Cayetano Cattaneo se dirigía a las misiones en compañía de otros sacerdotes y de aborígenes cristianizados. Viajaban en balsas, sentados muy cerca uno del otro cuando, estando a 300 millas de Buenos aires y a otras tantas de su destino, se produjo una epidemia de viruela.

Los indígenas en su sabiduría ya conocían que para evitar el contagio, cuando uno de sus miembros se infectaba, “lo abandonaban dejándole una vasija grande con agua y un cuarto de buey al lado”, según el relato de Cattaneo. En realidad jamás lo abandonaban, solo lo separaban del resto para evitar más contagios, ya que pasados un par de días, un miembro de  la tribu volvía donde habían dejado al enfermo. Montado en su caballo, dando vuelta alrededor del infectado lo miraba desde lejos para ver si estaba muerto o si todavía vivía. En este caso, le renovaba la provisión y así hasta que moría o sanaba.

Cuando algunas personas empezaron a caer de las balsas producto de las altas fiebres, los indígenas de tierra firme que siempre se acercaban a la orilla, fuera por curiosidad o para trabar amistad con los viajantes, desaparecieron. Cattaneo entendió que los aborígenes protegían a los suyos porque "cuando supieron que la peste se había encendido entre nosotros, se internaron en el país y no se mostraron más".

Por lo tanto, sin persona viva a quien recurrir, a mitad de camino de todo y en el centro de la nada, la angustia y el miedo apresaron el alma de estos viajantes. De improviso la peste se manifestó con toda su agresividad y en pocos días había 60 infectados y otros tantos contagiados, elevándose a 114 el número de enfermos en menos de una semana. De tal modo que no pudieron seguir avanzando en las balsas, y se detuvieron para enviar a un individuo sano a la misión para pedir ayuda. Allí, los jesuitas con los elementos que encontraron armaron unas cabañas miserables para proteger a los enfermos de la intemperie. Ya no tenían que comer porque las provisiones que llevaban, que eran galletas y pan, las habían distribuido entre los indígenas.

Hasta ese momento, el padre Cattaneo nunca había administrado la Extremaunción y a partir de ese momento, luego de la misa que todos los días realizaban en un altar portátil, administró 13 Extremas Unciones. Cattaneo, desolado, escribió: “ya no podía más por el gran trabajo que me costaba estar tanto tiempo encorvado hasta el suelo, donde yacían los enfermos, pasar por medio de ellos que estaban amontonados en aquellas cabañas y moverlos para ponerles el óleo santo sin hacerles daño, además del hedor que echaban y el horror que ocasionaba el mirarlos porque no creo que se encuentre enfermedad más asquerosa. Estaban tan contrahechos, que horrorizaba verlos, pues a causa de la gran comezón que la enfermedad produce se desfigura la cara, convirtiéndola en una llaga, de tal modo que no se les distinguía la fisonomía humana. Un día, mientras sacaban un muerto de su cabaña para sepultarlo, al tomarlo por las piernas, empezó a salírsele la piel, que estaba separada de la carne, como si fuesen medias sueltas: lo que da a entender la malignidad de esta enfermedad”.

Muy pocos aborígenes hablaban español y no todos los jesuitas hablaban su lengua, por lo que la comunicación se realizó a través de gestos y palabras que aunque inentendibles para muchos moribundos, los ayudó a partir en paz. Cattaneo en su inagotable compasión no dejó solos ni a blancos ni a indígenas, acompañó a aquellas personas hasta que llegó su último momento, sin desfallecer, sin quejarse, sin miedo a contagiarse. Se quedó allí, simplemente ayudando a morir en paz a las víctimas de la viruela hasta que llegaron los refuerzos.

De aquel grupo de personas que partieron de Buenos Aires para las misiones, los que lograron sobrevivir, finalmente llegaron a sus hogares. Casi raquíticos, desolados por la pérdida de los amigos que nunca más los acompañarían, estaban agradecidos con el piadoso padre Cattaneo que jamás los abandonó, sin sospechar que casi 100 años después, la vacuna antivariólica sería aplicada a todas las personas hasta nuestros días.

Algunas personas sobrevivían a esta infección y quedaban inmunizadas para siempre. De hecho, es común leer en los “avisos clasificados” del Telégrafo Mercantil, (periódico de 1801-1802): se “vende un Negrito como de diez años más o menos, que ha tenido ya viruelas y no tiene enfermedad ninguna”.

Hacia 1805, los desvelos y los años de investigación de Edward Jenner obtuvieron su recompensa: había descubierto la vacuna antivariólica. Este investigador, médico rural y poeta, para demostrar la eficacia de la vacuna, no dudo en aplicarla a su propio hijo de 5 años.  Napoleón Bonaparte viendo los resultados, también en 1805 hizo vacunar a toda su tropa. Pero quienes trajeron a Buenos Aires el material necesario para combatir la peste, fueron dos “negritos” inoculados en el hombro. Gracias a estos dos pequeños héroes, el Virreinato del Río de la Plata quedaría libre de viruela.  La vacuna produjo tanta emoción en el virreinato, que se mandaron a acuñar monedas conmemorativas de este suceso tan extraordinario, y el propio Virrey asistió a las primeras aplicaciones de la inoculación. La varicela estaba controlada para siempre.

Sin embargo, recién en 1950 la Organización Panamericana de la Salud logró erradicar la viruela del continente americano. El último caso de viruela contraído de forma natural se reportó en 1977 en Somalía.  Pero no fue hasta 1980, que los directores del Programa de Erradicación Mundial de la Viruela anunciaron el éxito de la campaña.

Increíblemente, y a pesar de que en 1978 por una mala manipulación del virus en un laboratorio británico, una médica falleció víctima de la infección, todavía se encuentra en debate si destruir o no las últimas cepas del virus.

Ahora ya lo sabés!
Lic. Alicia Di Gaetano

Referencias
Busaniche, José Luis, Lecturas de Historia Argentina, Relatos de Contemporáneos 1527 1870, Buenos Aires, Ediciones Argentinas Solar, 1938.

Levene, Gustavo Gabriel, La Argentina se hizo así, Buenos Aires, Hachete, 1960

jueves, 1 de diciembre de 2011

PRINCESA, BASTARDA Y REINA – La vida de Bloody Mary

La historia la conoce como María Tudor, la Reina sanguinaria (en ingles Bloody Mary), apodo que se ganó en sus últimos seis años de vida. Pero para entender a la María sanguinaria tenemos que recorrer la historia de esta mujer que de niña fue princesa de Inglaterra, en la adolescencia fue declarada bastarda, en su adultez soportó el reinado de su hermano 20 años menor y a los 37 fue coronada reina. 

En el siglo XVI, las princesas jugaban el rol de comodines políticos, que se repartían entre las diferentes casas reinantes como “esposas de” según la conveniencia. María había nacido princesa, sus padres eran los reyes de Inglaterra, Enrique VIII Tudor y Catalina de Aragón y aunque por el momento era la única hija de la pareja real, no se la consideraba como heredera al trono y por tanto se la educó para adornar a algún príncipe o rey vecino, preferentemente de Francia o España. Enrique VIII confiaba en que vendría un hijo varón, por tanto, a su entender, era imposible que María fuera la heredera al trono pues si nacía un niño se podía pasar alto a María y hacer heredar al varón. De hecho en Inglaterra a diferencia de otras potencias las mujeres sí podían heredar, pero esto no quería decir ni que hubiera habido alguna vez una reina coronada en la historia de la nación ni mucho menos que Enrique se contentara con que su heredera fuera una mujer...

Enrique entonces utilizó a su hija lo mejor que pudo y para la edad de seis años María ya había estado comprometida en casamiento cuatro veces, con el hijo mayor del rey francés, con su primo y rey español Carlos V, con el hijo menor del rey francés y con le mismo rey francés.
Pero como María era una niña, lógicamente había que esperar algunos años para que tuviera edad para casarse y durante esos años de espera su vida cambió drásticamente. Enrique VIII quería un hijo varón y su mujer Catalina ya no podía darle más hijos. Por esto el rey puso patas para arriba a su reino separándose de Catalina y casándose con Ana Bolena. Para lograrlo Enrique se separó de la Iglesia Católica, pues el Papa le negó rotundamente la anulación de su casamiento. El divorcio significó por tanto un cambio radical en la religión inglesa que desde ese momento dejó de depender de Roma para tener en la cabeza de la iglesia a nada más y nada menos que a Enrique. Nacía de a poco una nueva religión en la isla.

El casamiento entre Enrique y Catalina fue anulado y María fue declarada una hija bastarda y por tanto eliminada de la línea sucesoria a la corona, esto quería decir que ni ella ni sus hijos podrían heredar. María había pasado de ser princesa de Inglaterra a ser simplemente The Lady Mary, the king’s daughter (hija del rey). De ahora en más, los hijos que Enrique tuviera con Bolena serían los herederos.
La vida de María se derrumbó, su status de realeza desapareció de la noche a la mañana y tiempo después ya había otra princesa que ocupaba su lugar, Isabel, la hija del rey y la nueva reina era ahora la heredera al trono. Catalina fue desterrada de la corte, María fue puesta al servicio de la princesa Isabel (para tenerla mejor controlada) y madre e hija no volvieron a verse nunca más.
María aguantó dos años las presiones de su padre y de los cortesanos que la visitaban frecuentemente para que firmara el Acta que declaraba a su padre cabeza de la Iglesia de Inglaterra (Acta que debían firmar todos los súbditos del reino), pero finalmente por temor a que su propio padre la enviara al cadalso María firmó, en contra de su conciencia y negando lo que ella más preciaba en esta vida, sus creencias. Este hecho la marcó de por vida, había sido forzada por su padre a negar la supremacía del Papa, el vicario de Dios, se le había exigido que negara su creencia más profunda.

Lo que pasó después es historia conocida, Enrique se cansó de Ana Bolena que no pudo darle hijos varones y la hizo decapitar a los tres años de haberse casado. En esta oportunidad Isabel acompañó a María en la lista de hijas bastardas y eliminadas de la línea sucesoria.
Enrique se casó una vez más y tuvo a su tan ansiado hijo varón, el futuro Eduardo VI. Recién, en su lecho de muerte, el Rey modificó su testamento y regresó a las princesas a la línea sucesoria, pero heredarían en el siguiente orden: Eduardo que llevó la corona cuando su padre Enrique murió, luego María y finalmente Isabel.

Eduardo (21 años menor que María) había sido educado ya en la nueva religión y durante su gobierno había decidido acercarse cada vez más al protestantismo, por tanto su gobierno fue una cárcel espiritual para María, que por el contrario era inflexiblemente católica. En una oportunidad fue llamada a declarar frente al mismo Eduardo porque se había filtrado información de que en su residencia se llevaba a cabo la Santa misa, que estaba rotundamente prohibida por la nueva religión, pero que para María era lo más importante en esta vida. Ella se defendió valientemente frente al rey y frente a todos sus inquisidores, pero desde ese día la misa se convirtió en un secreto de estado que se llevaba a cabo bajo llave en alguna habitación del palacete donde vivía.
Eduardo VI había heredado a los 10 años y pero murió de tuberculosis 5 años más tarde sin hijos y no sin antes hacer la vista gorda del testamento de su padre y eliminar a María de la sucesión. Lady Jane Grey (que se hallaba dentro de la línea sucesoria por parte de una de las hermanas de Enrique VIII) fue coronada reina, pero sólo reinó durante nueve días, de hecho es conocida como "la reina de los nueve días". María, con ayuda de algunos nobles ingleses irrumpió en Londres reclamando su derecho a la corona. María era reina de Inglaterra.
Pero si la vida de María había estado teñida de reveces su reinado no sería diferente. La nueva reina heredó a los 37 años, edad en que se consideraba que una mujer era ya mayor y estéril. El abandono de su padre había dejado a María sin marido, sin hijos y la humillación que había sufrido al firmar la famosa Acta de Enrique había hecho crecer en ella un odio irrefrenable por la nueva religión.
Por eso cuando María fue reina lo primero que hizo fue regresar a su reino a la verdadera religión, al catolicismo de Roma, o por lo menos esa fue su intención. Pero las almas de los hombres no son tan fácilmente gobernables, como tampoco lo fue su alma, y los ingleses que ya habían aceptado la nueva religión no deseaban regresar a la vieja creencia. Cientos de personas fueron quemadas en las hogueras de la inquisición marista y es por esto que se la conoce como Bloody Mary.
Sin embargo, María tenía todavía un problema mayor, su descendencia. Tenía 37 años, no estaba casada y de morir sin hijos, la sucedería su hermana menor, Isabel la hija de Ana Bolena esa mujer que tanto sufrimiento le había provocado, todo esto sin mencionar que Isabel también había sido educada en la nueva religión. Maria simplemente no podía aceptarlo.
La nueva reina buscó marido y lo encontró, el prometido era Felipe Habsburgo, el hijo de Carlos V (con quien, si recordamos, María había estado comprometida de niña), futuro rey de España y que tenía 9 años menos que ella. Esta decisión no fue fácil para María, Felipe era un príncipe católico y como tal era muy poco bienvenido en Inglaterra. Tampoco fue fácil para Felipe que era mucho menor que ella, y que debía desposar a una mujer mayor, que había sido atractiva pero que ya no lo era. Pero el juego de alianzas era más importante que los deseos y el casamiento igualmente se llevó a cabo. María se enamoró perdidamente de Felipe, pero no fue correspondida. Si bien se sabe que Felipe siempre la trató cordialmente, nunca sintió deseos por ella y mucho menos la amó. Felipe, que estaba por heredar, estuvo sólo en dos oportunidades en Inglaterra y las dos veces Maria pensó que había quedado embarazada. Sin embargo María murió a los 42 años sola y sin herederos. En el lecho de muerte aceptó que Isabel fuera su heredera y le pidió que no les negase a los hombres la misa y el amor de la Virgen maría a lo que Isabel contestó que ella sólo haría lo que su conciencia le dictara, una manera muy educada de negarse a la petición de una moribunda.

María Tudor nació y creció como una típica princesa del siglo XVI, las casas reinantes de Europa la disputaron, era una mujer educada y graciosa, bella e inteligente. Su futuro era ser la reina de alguna de las potencias del continente, amada por su padre y su madre María había sido una niña feliz. Pero el egoísmo y despotismo de su padre se interpusieron en su camino. Desde el divorcio de Enrique la vida de María fue una constante de humillaciones, tristezas y enfermedades que condujeron su vida hacia un final casi patético, el hijo que ella pensaba que llevaba dentro suyo no era más que un tumor que hinchó su vientre y que finalmente le provocó la muerte.

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Lic. Diana Fubini

Bibliografía

- Whitelocke, Anna, Mary Tudor. England's first queen, Londres, Bloomsbury, 2009