jueves, 28 de julio de 2011

JERARCA ARGENTINO EN EL TERCER REICH


Lugar: Alemania
Época: Siglo XX

Hombres como Josef Mengele, Adolf Eichmann y muchos otros, huyeron hacia la Argentina una vez terminada la Segunda Guerra Mundial. Miles de leyendas se han tejido en torno a este tema, hasta se llegó a decir que el mismísimo Hitler y Martin Bormann, se refugiaron en nuestro país, cuando en realidad el primero pereció en su bunker el 30 de abril de 1945 y el segundo a escasos metros de la estación del tren de Friedrichstrasse, durante la huída de Berlín, pocos días después. Sin embargo, muy pocos conocen la historia del ministro argentino que acompañó al Führer durante casi todo su mandato, ocupando la cartera de Agricultura y Alimentos y siendo jefe de la Oficina de la Raza y Reasentamiento de las SS, policía secreta del régimen nazi; su nombre: Ricardo Walter Oscar Darré. Esta es su historia…

Hacia fines del siglo pasado, un trasatlántico proveniente de Alemania, trasladaba desde esas lejanas tierras de Europa hacia Buenos Aires, a un joven alemán, aunque de apellido francés, Ricardo Oscar Darré, comerciante dedicado a los negocios de importaciones y exportaciones quien contrajo matrimonio en nuestro país con Emilia Lagergren, una argentina de ascendencia alemana y sueca. Luego de residir por algún tiempo en la casa de unos parientes, se instalaron definitivamente en una casona situada en el barrio de Belgrano, sobre la calle 11 de Septiembre 769 (actual Colegio de las Esclavas) a dos cuadras de la avenida Cabildo. Fue allí donde el 14 de julio de 1895, nació el primer hijo de esta pareja: Ricardo Walter Oscar. 

En su juventud, R. W. Oscar Darré asistió a la Goethe-Schule del barrio de Belgrano donde cursó el ciclo primario y luego partió hacia Alemania para cursar sus estudios secundarios en una escuela de Heidelberg. Unos años después, viajó a Wimbledon (Inglaterra) para seguir estudiando. Durante la Primera Guerra Mundial participó como soldado raso en el frente occidental, donde fue herido. Finalizada ésta y ya con el título de ingeniero agrónomo, comenzó a escribir una serie de artículos sobre la reforma agraria y el campesinado alemán que despertaron la atención de Heinrich Himmler, futuro jefe de las SS. Este último llevó los escritos de Darré al mismísimo Hitler quien quedó maravillado con sus ideas.
Fue así que Darré se vinculó estrechamente con los agricultores y campesinos alemanes, siendo esto de suma importancia para el partido una vez que este comenzó a crecer políticamente ya que le propició un gran caudal de votos en las elecciones parlamentarias de 1933. Decía al respecto: “La clase rural debe ser la piedra angular de la constitución del Estado, porque es el motor de la vida y la fuente vivificante de la sangre de toda la Nación.” Y es así que basó su programa en una serie de medidas que beneficiaron al campesino que a partir de ese momento pasó a ser propietario de su tierra. De esta forma, Hitler había encontrado al hombre con quien iba a emprender la colonización interior del país acabando con el latifundista y por ende con el grupo de los Junkers, terratenientes rurales alemanes. Toda esa serie de medidas le valieron el reconocimiento por parte del campesinado germano hasta el punto de ser llamado el “Führer de los campesinos del Reich”. Darré afirmaba que “Sólo quien es de sangre alemana o de razas asimiladas puede ser campesino”  ya que su objetivo era conservar esta clase social como fuente de la sangre del pueblo alemán.

A Hitler también le sorprendieron algunas de sus publicaciones como El campesinado, fuente de la raza nórdica de 1928, En torno a la sangre y el suelo editada al año siguiente y Una nueva aristocracia de la sangre y del suelo, de 1930, entre otras, donde Darré aseguraba que la única y verdadera riqueza del pueblo alemán era su fortaleza “biopsíquica” la cual tenía que mantenerse siempre incontaminada de agentes ajenos. “El mejoramiento sanguíneo del pueblo es la meta más acuciante de los hombres de Estado”, aseguraba, por lo que su objetivo se caracterizó por conseguir, en toda Alemania, la pureza racial que tanto anhelaba el partido nazi. Para ello, dividió a la población femenina alemana en una serie de compartimentos. En primer lugar se hallaban las  mujeres de raza germana pura que podían casarse con miembros de una selección parecida de hombres, los cuales se caracterizaban por ser los “más hermosos y bien conformados y vigorosos”; un segundo grupo reunía a las alemanas de raza pura y condiciones físicas normales; luego había un tercer grupo femenino de sangre mezclada con otras razas europeas, y finalmente estaban las mujeres judías a quienes les estaba prohibido casarse, fomentándose su esterilización. Se dejaba bien en claro a aquellas mujeres que, para evadir la ley, se hubieran casado en el extranjero con alguien que no reunía las condiciones requeridas para ser considerado “apto racial”, que su matrimonio en suelo germano sería considerado nulo. Este pensamiento le valió el título de “Guardián de la Ley de la Sangre de la Vida de las SS” en 1937. Walter Oscar Darré fue sin dudas, uno de los ideólogos de la política racial implementada por el Nacionalsocialismo en aquellos años.                                              
                       
Hitler nombró a Darré ministro de Agricultura y Alimentos; cargo que desempeñó desde junio de 1933 hasta mayo de 1942, fecha en que debió alejarse por razones de salud y por ciertos desacuerdos con el Führer. Durante el gobierno nazi, además del ministerio, Darré desempeñó otras funciones como diputado en el Reichstag, dirigente del  Partido Nacionalsocialista Obrero Alemán, y Teniente General de las SS, recibiendo en 1936 la insignia de oro del partido además de otras distinciones. Desde 1931 dirigió la Oficina de la Raza y Reasentamiento de las SS y siguió publicando numerosos escritos racistas.
Durante la Segunda Guerra Mundial, Darré, como Ministro de Agricultura y Alimentos, fue incapaz de asegurar una alimentación suficiente a los alemanes. A esto se sumó una discusión que tuvo con el Führer quien le exigió reducir las raciones de alimentos a los trabajadores forzados de los campos en beneficio de los soldados del frente a lo que Darré se negó alegando que esto ocasionaría el bajo rendimiento de los primeros. Por esta razón fue definitivamente revocado de sus funciones en 1942 y reemplazado por Herbert Backe, secretario de Estado en Agricultura desde 1933. Darré sin embargo siguió desempeñando cargos secundarios en la Oficina de la Raza y Reasentamiento bajo las órdenes de su amigo Himmler. 

        En abril de 1945, los medios de comunicación del mundo anunciaban que el ex ministro Darré había sido arrestado por fuerzas norteamericanas y que sería juzgado en “Wilhelmstrasse”, juicio contra los integrantes civiles del Tercer Reich llevado a cabo en Nüremberg. El ministro argentino del Führer enfrentó varios cargos tales como racismo, ser miembro de las SS y robar alimento de las áreas ocupadas para entregarlos al pueblo alemán. Fue sentenciado a siete años de cárcel pero se lo excarceló en 1950, pocos años antes de su muerte en 1953 por una enfermedad hepática, aunque otros dicen que falleció al año siguiente. Muchos analistas aseguran que el hecho de haber discutido con Hitler fue lo que lo salvó de la ejecución. 

AHORA YA LO SABES!

Lic. Andrea Manfredi

BIBLIOGRAFÍA:
Steinert, Marlis, Hitler y el universo hitleriano, Barcelona, Zeta, 2007
Darré, Walter, La política racial nacionalsocialista, Buenos Aires, Editorial Occidente, 1976
Olgo Ochoa, Pedro, “Un ministro argentino de Hitler” en Todo es Historia, noviembre de 1971, n° 55
Goñi, Uki, “De Belgrano al Tercer Reich. Un ministro argentino de Hitler” en Clarín digital, Buenos Aires, 25 de mayo de 1997

Imágen extraída de: http://upload.wikimedia.org/wikipedia/commons/1/16/Bundesarchiv_Bild_183-H1215-503-009%2C_Walther_Darr%C3%A9_bei_einer_Kundgebung.jpg

miércoles, 20 de julio de 2011

Venenos, brujería y glamour (Luis XIV 1643-1715)

Veinte años después de la coronación de Luis XIV como su rey, Francia gozaba de la supremacía política, militar, lingüística y artística de Europa. Los galos vivían el máximo esplendor de las artes, la cultura, el refinamiento y el buen gusto. Para ese entonces, el monarca francés conocido como “El Rey Sol” había establecido a toda su corte en Versalles donde obviamente se encontraban sus amantes. Estas señoras, de cuyos maridos el monarca se ocupaba apropiadamente de enviar a algún campo de batalla, generalmente asistían a la reina como sus cortesanas. Entre las “favoritas” de Luís XIV más conocidas se encuentran Louise de La Vallière, Athénaïs de Montespan y Madame de Maintenon, quien se convertiría en su segunda esposa. Los franceses, particularmente los cortesanos, orgullosos de los logros de su amado soberano eran fieles al pensamiento cartesiano y racionalista, por lo que no daban lugar a la creencia en ritos satánicos, misas negras, brujas y menos aún en hechizos, al menos eso creían sus vecinos.

A lo que sí temían, era a los envenenamientos. Los venenos más populares por aquella época eran el arsénico y el antimonio que solían administrarse mediante enemas, procedimiento que se llevaba a cabo para contrarrestar las excesivas comilonas. Desde la época de Catalina de Médicis nadie dudaba de la efectividad del método y cuando la duquesa de Orleáns, Enriqueta de Inglaterra, murió con terribles dolores se pensó que había sido envenenada. Pero que el uso del veneno era una práctica difundida en Francia, quedó al descubierto con la condena a tortura y decapitación de la esposa de un oficial del rey. Ésta hallada culpable de cometer excesos sexuales tales como el incesto, había envenenado a su padre y a sus dos hermanos. Lo que nadie imaginó fue que una nueva investigación en torno al caso, cubriría con una sombra de sospecha a la mismísima refinada corte de Luis XIV.

Todo comenzó cuando en 1677 detuvieron a una adivina Magdeleine La Grange, acusada de colaborar en el envenenamiento y muerte de una persona, quien para defenderse solicitó entrevistarse con el poderoso Ministro de Guerra del rey, el marqués de Louvois. En su solicitud aseguraba que tenía información sobre un complot que se estaba gestando para asesinar al monarca y al Delfín (título nobiliario aplicado a los príncipes herederos al trono francés que fuesen hijos legítimos del rey). Entonces la adivina fue trasladada a la Bastilla (reservada para los presos políticos) mientras que la investigación se encomendó a un hombre de confianza de Louvois: Nicolás Gabriel de La Reynie, quien desde hacía una década ostentaba el cargo de Jefe de Policía de París.

La Reynie estaba convencido de que había una conspiración en marcha que podría desestabilizar al Gobierno, por lo que ordenó llevar a cabo redadas de videntes y adivinas. Entonces se comprobó que las pitonisas además de ejercer la clarividencia y tirar el tarot, se dedicaban a vender filtros de amor, afrodisíacos y maleficios; que también realizaban abortos, y que si lo creían conveniente, sugerían a sus clientes el uso del veneno. De los interrogatorios surgían nuevos culpables de rango social cada vez más elevado, cuyos crímenes eran escalofriantes. Como las personas detenidas se tornaban más y más numerosas, Luís XIV siguiendo el consejo de Louvois, decidió crear una Comisión cuyos miembros eran 14 jueces escogidos de lo más alto de la magistratura, con el objeto de llevar adelante las investigaciones que tuvieran que ver con el uso de venenos. Esta Comisión que actuaba con absoluta reserva, asumió el nombre de “Cámara Ardiente”.


En 1679 se produjo el encarcelamiento de las adivinas Marie Bosse y Catherine Monvoisin (llamada Voisin) y del mago Adam Coeuret (alias Lesage), quienes confesaron haber realizado envenenamientos por encargo, además de haber hecho abortar a varias mujeres. También declararon haber realizado misas negras y ritos satánicos donde se sacrificaban niños recién nacidos. De la confesión de Lesage surgió que el mariscal de Luxemburgo (estimado por Luis XIV) le había pedido que oficiara un ritual satánico que lo pusiera en contacto con el mismo diablo para ser victorioso en las batallas, por lo que el mariscal purgó varios meses en la Bastilla. Asimismo, hubo pruebas contundentes de que la Voisin había sido contactada por la condesa de Soissons, sobrina de Mazzarino (Primer Ministro de Luis XIII) para envenenar a la duquesa de La Valliere, que la había desplazado con sus encantos de los favores, el amor y la recamara del rey.

Cuando la Voisin fue condenada a la hoguera en 1680, el resto de los detenidos acusaron ni más ni menos que a Madame de Montespan que en ese momento era la amante favorita del monarca francés, de que les había encargado filtros de amor para mantener al rey a su lado; también según refirieron, les había comprado veneno para matar a Mademoiselle de Fontanges y había participado en misas negras “oficiadas en su vientre desnudo por un siniestro prior llamado Guibourg acompañadas del sacrificio de un niño recién nacido” (Craveri).

Las acusaciones que eran proclamadas siempre bajo tortura, se tornaban cada vez más macabras y afectaban a gran parte de la numerosa corte del rey, y por si fuera poco, en todo este escándalo no se encontró atisbo de conspiración contra el monarca y el Delfín. Por tal motivo, en 1682 la Comisión que se había reunido más de 200 veces y que había ordenado más de 300 detenciones, fue disuelta por El Rey Sol. Asimismo, a través del Real Decreto del 31 de agosto de 1682, fue regulada estrictamente la venta de los venenos, y fue convertido en delito realizar prácticas supersticiosas y artes ocultas. Supuestamente, la Comisión o la “Cámara Ardiente”, había contribuido a deformar la verdad, según sostuvo Colbert (administrador de las Finanzas del reino) cuando Luís XIV le consultó por la investigación que implicaba a su amante predilecta. Es más, aparentemente Louvois habría utilizado este escándalo a través de su hombre de confianza La Reynie, para debilitar a los grupos de poder que le eran hostiles, entre ellos Madame de Montespan, que era pariente y amiga de Colbert.

Lo que este asunto dejó al descubierto es que los cartesianos franceses no eran tan racionales, y lo llamativo es que en 1709, a la muerte del Jefe de Policía, Luís XIV se hizo entregar la documentación que vinculaba a Madame de Montespan con el asunto de los venenos, las misas negras y los filtros de amor; y personalmente se deshizo de las incómodas pruebas arrojándolas al fuego. El Rey Sol en sus Memorias del Arte de Gobernar, escritas para el Delfín, redactó un largo capítulo titulado “Precauciones políticas en sus amores”, donde entre otras apreciaciones sobre el trato que el monarca debía dispensar a sus amantes, decía que "es difícil tomar precauciones cuando se está enamorado, pero que en situaciones difíciles es donde se demuestra la virtud del príncipe". Y sin duda esta era una “situación difícil”, es probable que Luís XIV no haya creído en las acusaciones que le hicieron a aquella mujer que además de ser su amante, era la madre de sus 8 hijos ya que si él hubiera querido, obviamente podría haberla confinado en un convento, o podría haberse deshecho de ella desterrándola o en el peor de los casos, podría haberla condenado a muerte. Sin embargo, curiosamente, sea por amor o producto de los hechizos y conjuros, Luis XIV le permitió a Madame de Montespan permanecer en la corte gozando de todos sus beneficios, al menos por 10 años más.

AHORA YA LO SABES!

Lic. Alicia Di Gaetano

Bibliografía:
Craveri, Benedetta, Amantes y reinas, El poder de las mujeres, México, Ediciones Siruela, FCE, 2006
Luís XIV, Memorias sobre el Arte de Gobernar, Buenos Aires, Espasa-Calpe Argentina
S.A.,1947

miércoles, 13 de julio de 2011

REQUIESCAT IN PACE NON - El Sínodo del Cadáver

Lugar: Roma
Época: Siglo IX

Penetrante sin duda, debe haber sido el olor a putrefacción que emanaba del cuerpo de Formoso. No es difícil imaginar los estómagos enfermos de aquellos cardenales y obispos obligados a presenciar tamaño espectáculo. Ni siquiera los pañuelos impregnados de perfume fuertemente presionados contra sus narices podían neutralizar el vaho que despedía el cuerpo de aquel Papa que había sido desenterrado nueve meses después de su muerte para ser juzgado. Sin embargo, a pesar de lo inverosímil de la situación, allí estaba el cadáver, inmóvil, sentado en el trono de San Pedro, con sus vestiduras ceremoniales “esperando”, si es que un cadáver puede esperar algo, ser juzgado.
Seguramente el Papa Formoso nunca pensó que las palabras “Requiescat in pace” (RIP) no surtirían efecto alguno en su caso. Podríamos decir que el cuerpo de este hombre hizo de todo menos descansar en paz pues los vivos se ensañaron con él e hicieron todo lo que tuvieron a su alcance para dejar una de las anécdotas más pintorescas pero también más macabras de la historia de la iglesia.
Formoso, obispo de Porto, se convirtió, en septiembre de 891 d.C., en el Papa n°111 de la Iglesia Católica. Su pontificado no estuvo marcado por acontecimientos memorables, pero uno de sus actos le valió las penurias que sufrió su cuerpo después de muerto.
Sin entrar en los detalles de la historia política, diremos que Formoso se vio inmerso en una pelea por el dominio de los territorios italianos entre Guido Spoleto, emperador carolingio y Arnulfo, rey de Francia Oriental.
Los Spoleto tenían una política agresiva hacia el pontificado de Formoso, motivo por el cual el Papa apoyó a Arnulfo para derrocar al hijo de Guido, Lamberto, y lo coronó emperador. La corona le duró poco pues al caer enfermo, Arnulfo huyó y Lamberto recobró el poder arrebatado.
Sin embargo, los Spoleto no perdonarían jamás la afrenta llevada a cabo por Formoso, y presionaron al papa Esteban VI a juzgarlo por sus acciones.
Es así como Esteban VI hizo desenterrar los restos de Formoso nueves meses después de muerto para que presenciara su juicio. El cuerpo putrefacto del ex Papa fue cubierto con las vestiduras papales y sentado en el trono para que escuchara y respondiera a las acusaciones. Ante la imposibilidad inherente de defenderse se designó a un diácono que respondía a las acusaciones por él. Se llevó a cabo por tanto, en la antigua Basílica de San pedro, el llamado “Concilio Cadavérico” o “Sínodo del Cadáver” nombre que no hace falta explicar.
Claro está que Formoso poco pudo decir a su favor y finalmente fue hallado culpable por Esteban VI quien declaró nula su elección como Papa así como también todas sus acciones como pontífice. Con rabia le fueron arrancadas las vestiduras papales de su cuerpo y se le cercenaron los tres dedos con los que impartía la bendición.
Las historias se contradicen respecto de lo que sucedió a posteriori con los restos de Formoso, pero por si esto no era suficiente, el cuerpo fue enterrado secretamente para años después ser perdonado y restituido al Vaticano. Sin embargo el nuevo Papa, Sergio III, no contento con esto, anuló el perdón y Formoso fue juzgado una vez más, aunque esta vez, por suerte no fue forzado a presenciar su segundo juicio post mortem, pero sí fue arrojado a las aguas del Tíber para que “desapareciera de la faz de la tierra”, pero muy por el contrario el cuerpo se enredó en las redes de una pescador que reconoció el cadáver, lo escondió y dio aviso a los monjes de un monasterio vecino.
Finalmente, luego de la muerte de Sergio III los restos de Formoso regresaron definitivamente al Vaticano donde descansan hasta hoy. REQUIESCAT IN PACE.

AHORA YA LO SABES!

Lic. Diana Fubini

Bibliografía

Saba, Agostino, Storia dei papi, Torino, Unione tipografica editrice torinese, 1936
Saba, Agostino, Storia Della chiesa: dal potere temporale dei papi a Bonifacio VIII, Torino, Unione tipografica editrice torinese, 1945