domingo, 30 de octubre de 2011

El Pato salvaje (El deporte nacional argentino)

Pocos saben que El Pato es nuestro deporte nacional. Como las justas y torneos de los caballeros medievales en Europa, el pato requiere de eximios y valerosos jinetes a la hora de practicarlo, por eso este post tiene por objeto contarte los orígenes de este juego.

La primer noticia de este entretenimiento es de 1610, cuando se realizaron festejos por la beatificación del fundador de la Compañía de Jesús, San Ignacio de Loyola, donde “se corrieron toros y jugaron cañas sesenta jinetes bien montados” la mitad de estos pintados como indios, al finalizar el día, “corrieron algunos patos, que a todos causó admiración”. Ese mismo año, tuvo lugar una partida entre los indios calchaquíes que desafiaron a los indios del valle de Guachipas, ganaron los primeros rematando la jornada hípica corriendo carreras de caballos.

El Pato a mediados del siglo XIX fue graficado por Salvaire (sacerdote misionero) “consistía en abrochar un cuero vacuno por todos los costados, poner dentro de él un pato y un ave cualquiera doméstica”, otras veces también se ponían objetos de valor. “La pelota de cuero tenía dos manijas de cuero trenzado y una tercera en la parte posterior. Lo jugaban dos bandos de jinetes, un jinete de cada bando tomaba una manija lateral de la pelota y se lanzaban al galope, sus respectivos bandos, en abigarrado tropel, iban en persecución con el objeto de agarrar la tercer manija, que una vez alcanzada había que defender bravamente ante los empellones y golpes de los adversarios”.

Este deporte que ocasionaba “algunas muertes repentinas, y otros muchos desórdenes, embriagueces y puñaladas” obligó a las autoridades coloniales a prohibirlo mediante bandos en 1778, 1784 y 1790, promulgados los últimos por el marqués de Sobremonte,  debido a la cantidad de contusos leves, graves y muertos que dejaban como saldo las bravías jornadas.

Pero el juego se siguió practicando y en 1796, la Iglesia tomó cartas en el asunto advirtiendo que “de lo mandado contra una diversión cristiana y opuesta al Precepto del Decálogo, en que se os ordena el recíproco amor al prójimo; previniéndoos como os prevenimos que, siempre que no diereis el debido obedecimiento a este mandato, seréis excomulgados y expulsados del Templo como miembros corrompidos y segregados del cuerpo místico de la Iglesia; negándoos sepultura eclesiástica a aquellos que por su desgracia llegasen a fenecer en tan bárbaro juego”.

Evidentemente el gusto por este deporte desafiaba cualquier límite civil o divino, ya que en 1806 tuvo lugar una partida de Pato en Luján, donde se encontraban detenidos los británicos que habían participado en las Invasiones Inglesas de ese año. En esa ocasión, el primer regimiento de húsares llevaron a cabo una partida de Pato iniciándose el juego cuando su capitán, Vicente Villafañe, lanzó el pato por encima de su hombro, mientras cruzaba al galope por el medio de sus soldados formados en dos filas enfrentadas, lo que llenó de admiración al brigadier sir Carr Beresford y a sus oficiales. El premio consistía en un par de espuelas de plata donadas por el coronel Pack.

El apego al juego continuó luego de la Independencia, posiblemente con el mismo nivel de violencia, ya que un decreto del 21 de junio de 1822 firmado por el entonces gobernador de Buenos Aires Martín Rodríguez, señalaba que “todo el que se encuentre en este juego, por la primera vez será destinado por un mes a los trabajos públicos; por dos meses en la segunda, y por seis en el tercera” y “quedarán sujetos a la indemnización de los daños que causaren”.

El general Garmendia a mediados del siglo XIX describió la previa a una partida de pato de la siguiente manera “los paisanos están desmontados, arreglando sus monturas, otros en actitud de espera, teniendo todos de las riendas de sus caballos; se han convidado a jugar al juego del pato y esperan la señal de la lucha divididos en dos bandos; los azules y los colorados van a ser actores en una fiesta de la fuerza bruta, de la destreza y del valor”. Jinetes y pingos, lucían para esas ocasiones las mejores prendas “riendas con virolas labradas y trenzadas, boleadoras de marfil encadenadas en los extremos con pasadores de oro” vistosos estribos y arreos. Los paisanos lucían “chaquetilla, chiripá y calzoncillo cribado; cinturón reluciente con monedas de oro y plata, cruzado por la parte de atrás con facones y dagas y calzando la clásica bota de potro sobada, con posadas espuelas”.

Como un actual periodista deportivo, Garmendia relataba: “los caballos en confuso tropel, se juntan, se separan, dando tirones hercúleos y pechadas bestiales”, los jinetes caían y volvían de un salto a ocupar su posición sobre la cabalgadura. Cuando el pato caía, lo recogían del suelo y pasaba de mano en mano, hasta que un jinete lo aferraba con destreza y partía en carrera veloz, “principia en este momento una lucha tan confusa, envuelta en una masa de polvo y el rumor cavernoso del suelo pisoteado, que es imposible describirla”, se cae uno y veinte más quedan tendidos en el suelo. En medio de un griterío ensordecedor, el juego finalizaba cuando el jinete alcanzaba la meta llevando en alto el trofeo que arrojaba a la concurrencia diciendo “Ahí tienen el pato, venga el baile!”. Y ahí nomás se armaba el bailongo.

El Pato carecía de normas siendo reglamentado en 1937, entonces un Decreto de 1938 que señalaba “en la actualidad es un deporte sano y vigoroso, similar al polo” dejó sin efecto el reglamento de 1889 de la Policía de la Provincia de Buenos Aires que prohibía la práctica del juego.

Este deporte maravilloso que como vimos desconocían los ingleses que quedaron “admirados” al ver la destreza que exigía la partida, no fue practicado por españoles ni británicos, ya que no lo jugaron ni lo juegan en la actualidad. Incluso si fuera un juego traído por los españoles, como las corridas de toros, El Pato se practicaría en el resto de Hispanoamérica.

El Pato nació de las entrañas de las habilidades, la gallardía y la maestría demostrada por nuestros indios y gauchos en el manejo del caballo (introducido en América por los españoles). Este entretenimiento de jinetes eximios, fue declarado deporte nacional el 16 de septiembre de 1953, mediante el Decreto 17.468, “EL PATO, con exclusión de cualquier otro debe declarárselo “DEPORTE NACIONAL”, que es deber del Estado velar por que las nobles costumbres de raíz histórica pura como lo es “EL PATO”, sean amparadas y apoyadas oficialmente, exaltando el sentimiento de nacionalidad y amor sobre lo realmente autóctono” Firmado Juan D. Perón.

Finalmente, en 1941, se creó la Federación Argentina de Pato (FAP), cuya finalidad es fomentar, dirigir y difundir el juego de El Pato, así como “organizar torneos y velar por la aplicación de los reglamentos, a la vez que orientar y promover la crianza del tipo de caballo más apto para este propósito”.

Ahora ya lo sabés!
Lic. Alicia Di Gaetano
Bibliografía:
Torre Revelo, José, Crónicas del Buenos Aires colonial, Buenos Aires, Taurus, 2004
Página web www.pato.org.ar

sábado, 22 de octubre de 2011

¡PASA LA PELOTA!

Es cierto. El vestigio más antiguo del juego de pelota no es aquella figurilla, ya con los años amarillenta y seguro perdida en algun rincón de la casa que evoca la Copa Mundial del 78 en donde “Gauchito”, con la camiseta argentina, aparecía pateando la Adidas Tango, pelota futbolística que por cinco mundiales mantendrá el mismo diseño. No. El origen de este juego se remonta siglos atrás.

Se sabe que los Aztecas practicaban un juego donde vencía aquél que lanzara el balón sin usar las manos a través de un anillo en el muro del campo. Esta practica tenía características religiosas ya que el capitán del equipo vencedor tenía la suerte de ser sacrificado para permitir al Sol seguir mostrando su esplendor y para que la Tierra continuara siendo fuente de vida.  En la China de hace más de 2000 años, por otra parte, existía el TSU-CHU donde los jugadores tenían que patear la pelota a través de una red de seda suspendida entre dos altos palos de bambù. A los vencederos se les ofrecían frutas, flores, vinos, copas de plata, etc., mientras que el capitán del equipo perdedor podía ser azotado y golpeado. En Norteamérica, los Esquimales del siglo XVII y XVIII practicaban un juego a la luz de la luna donde se encontraban dos equipos cuyo objetivo era portar la pelota hasta la meta adversaria.

Cuando Ulises, en la Odisea, se encuentra en la corte fenicia del rey Alcino, Homero nos relata como éste, en honor a su huésped, invita a sus hijos a jugar El Uranio, uno de los juegos de balón practicados en la Antigua Grecia en el siglo VIII a. C. La importancia de este relato reside en que se trata de uno de los primeros testimonios escritos del juego de pelota en aquella época, si bien existen indicios de que se practicaba también en el Egipto de los Faraones, gracias a pinturas y descubrimientos de balones de piel forrados en Tebas, encontrados en varias tumbas. Sin embargo, se debe a las testimonianzas griegas que hoy en dia conocemos cómo se jugaba. Tanto el Uranio, el Episkiros, y otros, eran prácticas colectivas en donde el objetivo era llevar la pelota de cuero hacia la línea al fondo del campo adversario. Claudio Galeno, uno de los médicos más importantes de la Antigüedad y nada menos que doctor personal del emperador romano Marco Aurelio, aseguraba que la superioridad del juego de pelota era que no sólo hacía trabajar el cuerpo sino que se trataba también de una fuente de diversión: “Recomiendo a los jóvenes este deporte que asegura la salud del cuerpo, que da a los miembros la justa proporción y que alimenta al espíritu.”

Ya en el siglo I a. C. Grecia queda bajo dominio romano por lo que de a poco, estos juegos se difundirán por todo el imperio. El más popular sera el Harpastum, cuyo nombre hacía alusión a la dureza de la pelota. Según los diferentes testimonios, se practicaba en un terreno rectangular con una línea en el medio y dos en el fondo. El objetivo era llevar la pelota con grandes “scrums” hasta la línea adversaria. Se jugaba de esta forma ya que un balón tan duro no podía ser pateado pero lo pintoresco era que se podía frenar al adversario sea tackleándolo, tomándolo por el cuello o por cualquier  otra parte del cuerpo. Según algunos historiadores, este juego sería uno de los antecedentes del Rugby.

Hija del Harpastum era la Soule, muy practicado en el Medioevo británico y francés, de donde más adelante tomará el nombre de “Football”. Se trataba de un deporte muy rudo que se jugaba por las calles de la ciudad, destruyendo muchas veces casas, negocios y turbando a la sociedad, ¿suena  familiar? Para llevar la pelota hacia la meta final, todo era permitido! Lo testimonian la cantidad de incidentes incluso mortales y el número de edictos reales que lo prohibían. Hasta existen pedidos de Indulgencia que concedían el perdón a aquellos que habían roto la cabeza a su adversario! Se trataba de un juego realmente violento pero lo positivo de esto era que permitía a los hombres de aquella época mostrar su coraje y fuerza.

Esta pelota de grandes dimensiones simbolizaba al Sol, así los demuestra su derivación del latín y del céltico “Seaul”, y la práctica de dicho deporte aseguraba la fertilidad para las cosechas.  Pero, ¿Cómo llegó este juego a estas tierras? Muy fácil. Fueron las legiones romanas en Galia, actual Francia y Britania, quienes llevaron el Harpastum a estas regiones. Luego, los normandos de Guillermo el Conquistador invadieron Gran  Bretania en 1066, expandiéndolo por todo el territorio conquistado.

Asi se llegará a la Guerra de los Cien Años (1337-1453) en donde gran parte de los hombres en Inglaterra había abandonado la práctica del arco y flecha, deporte caracteristíco sajón, por el juego de pelota, por lo que la necesidad de la guerra llevará a Eduardo III a lanzar una proclama que establecía la obligación de practicar el arco y la felcha que serviría para el enfrentamiento bélico, con pena de prisión para aquellos que perdieran el tiempo jugando a la pelota en esos momentos críticos.

El juego de balón tambien sufrió prohibiciones por parte de los Puritanos en dichas tierras, que no permitían practicar dicho deporte los domingos ya que se trataba del día dedicado a la religión. Sin embargo, la Soule, se seguiría practicando y poco a poco, iría perdiendo sus características cruentas, y hasta dejaría de ser jugado en las calles.

El ya denominado Football fue encontrando adeptos sobre todo en las escuelas públicas del Norte de Inglaterra y Escocia para convertirse, ya en el siglo XVIII, en un deporte practicado por una amplia mayoría. Mientras que el Rugby encontró sus inicios en la ciudad inglesa homónima, en 1823, cuando William Webb Ellis jugando un partido de football con sus compañeros y harto de no generar situacion de gol, tomó la pelota con sus manos y la apoyó en el arco adversario. El efecto de esa jugada prosperó tanto que en 1871 se fundo la Rugby Football Union, y a fines del siglo XIX se establecio el Torneo de las Cinco Naciones: Inglaterra, Escocia, Gales, Irlanda y Francia.
Los años pasaron y ambos deportes se popularizaron de tal manera que no existe rincón del mundo donde hoy no se practiquen.


AHORA YA LO SABES!

Lic. Andrea Manfredi

Ravagnani, Luciano y Pierluigi Fadda, Rugby. Storia del Rugby Mondiale dalle origini ad oggi, SEP Editrice, 2007

jueves, 13 de octubre de 2011

Absolutamente Islas Malvinas y NO Falkland Islands

El conflicto entre nuestro país y Gran Bretaña iniciado en 1833, debe entenderse en el marco de la expansión colonialista que ese país llevó adelante desde fines del siglo XVIII (caso Invasiones Inglesas). Como no se puede defender lo que no se conoce, este post tiene por objeto contarte resumidamente el inicio del conflicto y cuáles son los fundamentos que esgrime nuestro país para demostrar que las Malvinas SON Argentinas.

En los siglos XVI y XVII, los españoles y otras potencias se lanzaron a la colonización del mundo. Al no existir reglas para determinar a quien le pertenecían los territorios descubiertos, (obviamente nunca pensaron que esos territorios ya tenían dueños, pero eso es otro tema), las nuevas regiones eran consideradas Res Nullis (cosa de nadie) y automáticamente pasaban a pertenecer al Estado que las descubrió primero. Si se planteaba un litigio, el Papa resolvía la cuestión mediante Tratados, como el de Tordesillas entre España y Portugal. Estos actos pontificios que legitimaban la posesión, por supuesto eran ignorados por las potencias protestantes como Gran Bretaña. Cuando los reinos católicos se dieron cuenta de esto, se apresuraron a ocupar sus nuevos territorios, porque eran condiciones tanto que la ocupación fuera efectiva mediante el establecimiento de colonos, como pública: que lo sepan todos.

En 1764 colonos franceses provenientes de Saint Mallo se establecieron públicamente en Malvinas, denominándolas Ille Malovines, y a su puerto Port Louis en honor a Luis XIV que era su rey. Cuando España se enteró realizó el reclamo pertinente y los franceses se fueron. Una expedición española tomó posesión de las islas bajo el nombre de Islas Malvinas y Port Louis devino en Puerto Soledad. Desde entonces y hasta 1811 hubo gobernadores españoles residentes en ellas.

En 1765 una expedición británica clandestinamente levantó en Malvinas un fuerte: Port Egmont, en una isla que llamaron Falkland Islands, en honor a Falk que financió la ocupación. En 1770 España los desalojó y firmó con Gran Bretaña un Acuerdo, por el que hacía reserva expresa de su soberanía sobre la totalidad de las islas. Los británicos se retiraron sin hacer ninguna reserva territorial. En 1790, España y Gran Bretaña suscribieron el tratado de San Lorenzo de El Escorial por el que ésta se comprometía a no formar ningún establecimiento en las islas ocupadas por España. Inglaterra, en esta oportunidad, TAMPOCO HIZO NINGUN RECLAMO sobre Malvinas.

Los primeros gobiernos patrios de las Provincias Unidas del Río de la Plata consideraron a Malvinas parte integrante de su territorio heredado de España según el uti possidetis juris (establecimiento de fronteras de los nuevos países, en base a los antiguos territorios coloniales que en 1810 formaban parte integrante del virreinato). En 1821 arribó a Malvinas la fragata La Heroica ocupando las islas formalmente. Esta toma de posesión a la que asistieron balleneros y loberos fue publicada en los medios estadounidenses y británicos, sin que se produjera ningún comentario oficial al respecto. Las administraciones argentinas designaron gobernadores que legislaron sobre los recursos pesqueros y otorgaron concesiones territoriales. Así, Puerto Soledad desarrolló la cría de ganado, la caza de lobos marinos y la prestación de servicios a los buques que tocaban puerto.

En 1824 el gobierno británico reconoció la independencia a las Provincias Unidas SIN HACER SALVAGUARDA SOBRE MALVINAS, en 1828 se firmó el Tratado de Comercio y Navegación con Gran Bretaña, y TAMPOCO RECLAMARON. En 1829, se creó la Comandancia Política y Militar de Malvinas cuya población permanente se componía de gauchos matreros, españoles, ex esclavos, etc., otorgándole al gobernador Bernet una concesión comercial para la explotación de lobos marinos. Entonces, unos barcos loberos estadounidenses que cazaban sin permiso, fueron detenidos y enviados a Buenos Aires. EEUU hizo una aireada protesta y Gran Bretaña dijo que el barco norteamericano estaba en territorio indiscutiblemente británico ¿WHAT?!. En represalia, el buque norteamericano Lexington, prendió fuego Puerto Soledad arrasándolo. Argentina presentó su queja al gobierno estadounidense y envió a Pinedo al mando de la corbeta Sarandí estableciendo nuevamente el orden.

En 1833 arribó la corbeta Clío de la Real Marina Británica que expulsó a las autoridades argentinas. ¿PERDOOON?. Este acto de fuerza realizado en tiempo de paz, sin mediar declaración previa de parte de un gobierno amigo, fue inmediatamente rechazado y protestado por Argentina. El retiro de la población FUE FACTICO, PERO NO HUBO ABANDONO JURÍDICO. La cuestión quedó pendiente, y desde entonces nuestro país reitera su protesta frente a la ocupación ilegal, arbitraria y unilateral. Incluso en 1884 Argentina propuso un arbitraje internacional, que fue rechazado por Gran Bretaña.

El 11 de diciembre de 1946 al iniciarse el Primer Período de Sesiones de la Asamblea General de las Naciones Unidas, fue formulada la Declaración conjunta argentino-británica por la cual Argentina y Gran Bretaña NO se reconocieron mutuamente soberanía en Malvinas. En 1960 las Naciones Unidas aprobaron la Resolución 1514 “Declaración sobre la concesión de la Independencia a los países y pueblos coloniales” estableciendo que todo pueblo sujeto a dominación colonial, tiene derecho a disponer libremente de su destino, incluyendo la posibilidad de alcanzar si lo desea, la plena independencia. Mientras que en su punto 6 dice textualmente “Todo intento encaminado a quebrantar total o parcialmente la unidad nacional y la integridad territorial de un país, es incompatible con los propósitos y principios de la Carta de las Naciones Unidas”. La población de Malvinas fue trasplantada, no es originaria (como el caso de otras colonias) por lo tanto no tiene derecho a “autodeterminarse”.

En 1965 Naciones Unidas aprobó sin ningún voto en contra, la Resolución 2065 por la que “invita a los Gobiernos de la Argentina y del Reino Unido de Gran Bretaña e Irlanda del Norte a proseguir sin demora las negociaciones [...] teniendo debidamente en cuenta las disposiciones y los objetivos de la Carta de las Naciones Unidas y de la Resolución 1514 (XV) de la Asamblea General, así como los intereses de la población de las Islas Malvinas (Falkland Islands)”. Es decir se deben iniciar negociaciones bilaterales, teniendo en cuenta “los intereses” y NO “los deseos” de los kelpers.

En 1975 se produjo el incidente Shacketon: Inglaterra envió a Malvinas una misión  para buscar petróleo sin la autorización del gobierno argentino, violando el principio de no innovar. El buque Shacketon desoyendo las advertencias argentinas, fue interceptado el 4 de febrero de 1976 por un barco de la Marina de Guerra Argentina que le efectuó disparos, sin que el incidente pase a mayores. En 1982 tuvo lugar la Guerra NO Declarada de Malvinas. A pesar de esta agresión, Argentina gracias a su brillante diplomacia, tuvo y tiene el apoyo de varios países incluyendo el de China recientemente, y de bloques de países tales como: el Movimiento de Países No Alineados en 1976; la Organización de Estados Americanos (OEA) que estableció la cuestión de Malvinas como de interés hemisférico permanente; el Grupo de Río desde 1993 apoyó a la Argentina, así como el MERCOSUR desde 1996; la Cumbre de Países Sudamericanos y Países Árabes de 2005, la Cumbre de Jefes de Estado de la Comunidad Sudamericana de Naciones de 2007, las Cumbres Iberoamericanas, y la Unión de Naciones Suramericanas (UNASUR), entre otros. ¿Puede más de la mitad del planeta estar equivocado?

Como hemos visto, en 1833 el Reino Unido expulsó la población de las islas no permitiendo su retorno, vulnerando así nuestra integridad nacional. Desde 1965, la cuestión de hacer prevalecer la “integridad territorial” fue nuestro argumento clave, ya que la defensa británica planteada desde la “autodeterminación” es falaz y engañosa. Por lo tanto, las Malvinas fueron, son y serán argentinas.


Ahora ya lo sabés!

Lic. Alicia Di Gaetano

Bibliografía
Lanús, Juan Archibaldo, De Chapultepec al Beagle, Buenos Aires, Emecé, 1986, Tomo II
Páginas Web:




jueves, 6 de octubre de 2011

LA TIERRA NO SIEMPRE FUE REDONDA


La Tierra no siempre fue redonda, de hecho para los griegos del siglo VI a.C. la Tierra no era más que un plano flotando sobre un disco de agua. Más allá de los límites del disco, el abismo. Los primeros mapas de la tierra, autoría de Anaximandro y Hecateo de Mileto, mostraban al planeta como un cilindro plano, en una de cuyas superficies vivía el hombre. 

Unos siglos más tarde, se podría decir que la tierra ya era esférica a medias, aunque no estaba todo dicho aún. Filósofos como Pitágoras y Aristóteles se animaron a afirmar que la tierra era una esfera, basándose, por ejemplo, en la observación de otros astros. Si estos eran esféricos, la tierra, pensaban, debería serlo también. En el siglo II a.C el griego Eratóstenes se animó a hacer la primera medición de la circunferencia del planeta, basándose obviamente en la premisa de que la tierra era en efecto redonda. ¿Cuál fue el resultado? 252.000 estadios. El estadio griego era la unidad de medida y este medía unos 157 metros, les dejo las matemáticas a ustedes.
Por ese entonces se creía que la tierra estaba dividida en tres zonas. En los extremos había dos zonas de climas muy fríos (los polos), en el centro una línea con clima tórrido, extremadamente caluroso, intransitable y al sur y al norte de esta línea tierras de clima templado. Al Norte de esta línea estaba el mundo conocido, al sur unas tierras donde se decía que habitaban los Antípodas, hombres que vivían al “revés”, que pisaban “lo opuesto de nuestros pies” y “donde el sol nace cuando se pone respecto de nosotros”.  

En el siglo II d.C. Ptolomeo planteó una muy curiosa visión del planeta en su Geographia que se refleja en el mapa que se hizo en base a sus escritos. Europa ya existía casi en su totalidad y las costas del Norte de África se asomaban junto a una parte de Asia Menor. Sin embargo para Ptolomeo el océano Pacífico no eran tan océano sino que era una especie de mar encerrado por unas tierras inventadas por las cuales se habría podido llegar a Oriente, pero claro, estas tierras no habían sido pisadas por hombre alguno, por ende, decía Ptolomeo, era mejor no aventurarse. 
(Mapa: ver la parte de tierra que une el sur de África con Asia. Estas son tierras producto de la invención de Ptolomeo)

Ya para los inicios de la cristiandad la tierra era prácticamente esférica aunque todavía quedaban algunos escépticos. Las discusiones no terminaban aun. Lo que quedaba sin resolver también era el tema de estos hombres que vivían del otro lado del mundo, esa parte de la tierra donde nunca nadie había ido. Y este, aunque puede parecer un tema menor, no lo era en absoluto. El hombre podía aceptar que la tierra fuera redonda, pero si era redonda, entonces algo tenía que haber del otro lado, y si había algo ¿qué era? ¿Tierra? ¿Océanos? ¿Hombres? He aquí el problema. ¿Había humanidad del otro lado de la redondez de la tierra? Pero como habíamos dicho anteriormente, la tierra estaba dividida por una línea en el centro de un clima tan extremo que era imposible ser transitada (obviamente era una manera de explicar por qué no se conocía esa otra mitad del mundo). Esto era lo que tanto preocupaba a los pensadores de la cristiandad. ¿Cómo habría sido posible que Adán y Eva hubieran podido poblar esa otra parte del globo si obviamente no habían podido pasar físicamente por esa línea divisoria? Y si estos Antípodas no eran descendientes de la pareja primigenia entonces no habían sido salvados por Jesús por tanto eran gentes condenadas. Sin ir más lejos San Agustín no comprendía cómo era posible siquiera creer en estos hombres/criaturas que vivían al revés ¡pues nada sobre ellos aparecía en las Escrituras!
De todas maneras, con o sin Antípodas, la idea de la tierra como una esfera era casi un hecho. Pero no nos adelantemos, la tierra no era todavía como hoy la conocemos.
Ya en la Era Moderna y acercándonos a la “era de los descubrimientos” un nuevo mapamundi de la autoría de un monje veneciano mostraba el mundo como se lo pensaba en ese momento. La tierra ya tenía Europa, África y Asia, pero faltaban todavía algunos componentes. 

Quedaba por averiguar todavía si había algo entre Asia y Europa, digamos donde está hoy América. De esto se encargó Martín Behaim en 1492. En su mapa aparecían entre estos dos continentes unos archipiélagos fantásticos, por no decir inventados. Esto no debería sorprendernos, ya vimos que era algo común tergiversar un poco los hechos para explicar lo que no se conocía.

Ahora bien, si estaban todos de acuerdo en que la tierra era esférica, entonces ¿Por qué no se lanzaban a la aventura hacia el Oeste, navegando desde Europa por el Atlántico para llegar Oriente? El gran problema era la distancia. Nadie sabía cuántos kilómetros había realmente entre Europa y las Indias, por tanto la pregunta del millón era si se podía sobrevivir o no a ese viaje.
El que encendió la mecha de la curiosidad fue el italiano Paolo dal Pozzo Toscanelli, que en 1474 le sugirió al rey de Portugal realizar dicha travesía. Pero por más iniciador que fuera Toscanelli, el problema de la distancia se mantenía. Por suerte para él, la medición de la circunferencia de la tierra no era propiedad intelectual de Eratóstenes (recordemos los 252 mil estadios) ya que si se hubiera basado en sus mediciones, que a propósito eran bastante exactas, el viaje habría sido imposible. Sin embargo otro hombre, un siglo después que Eratóstenes, Posidonio de Apamea, había realizado otra medición que daba un número mucho menor. Por lo tanto, si la Tierra era más pequeña entonces la distancia entre los dos continentes era menor por cuanto la travesía era realizable… O por lo menos eso pensaban.
Basado en los cálculos de Posidonio y en el primer intento de Toscanelli, un italiano genovés, se presentó ante los reyes de España, los católicos y logró su apoyo. Cristóbal Colón partió en 1492 hacia las tan ansiadas Indias con las tres famosas embarcaciones, la Santa María, la Niña y la Pinta.
De no haberse interpuesto en su camino el continente americano, seguramente la expedición habría fracasado pues Colón pensaba que la distancia entre Europa y las Indias era de 2.400 millas marinas cuando en realidad hay 10.700…
Colón murió sin saber que había llegado realmente a un nuevo continente, sin embargo tiempo después ya se había llegado a la conclusión de que América no era las Indias y que por tanto éstas debían estar del otro lado. La Tierra se iba completando de a poco.
Treinta años después en 1519, una nueva expedición al mando del portugués Fernando de Magallanes partía de Sevilla para hallar el pasaje a través del nuevo continente hacia las Indias. Magallanes halló el estrecho que lleva su nombre y atravesándolo llegó a Filipinas.  La expedición regresó a Sevilla tres años después. Esta fue la primera vuelta al mundo y la comprobación empírica de la redondez de la tierra.


Mucho quedaba por descubrir todavía, pero de a poco la Tierra se convertía en lo que hoy vemos en nuestros mapas.

 
AHORA YA LO SABES!

Lic. Diana Fubini

Bibliografía
Levinas, Marcelo Leonardo, Las imágenes de universo. Una historia de las ideas del cosmos, Buenos Aires, FCE, 1996
Pigafetta, Antonio, Primer viaje alrededor del mundo, Buenos Aires, El elefante blanco, 2001