jueves, 11 de agosto de 2011

Bodas remixadas

Lugar: Antigua Grecia

Siglo: IV a.C.


Cuando asistimos a una boda y la novia hace su entrada al templo con el rostro cubierto con un elegante velo, nos emocionamos esperando el momento en que descubra su cara y diga “sí quiero”, y cuando vemos románticas escenas de recién casados atravesando la puerta del hogar donde el esposo lleva en brazos a la esposa, quizá se nos escape un suspiro. Pero jamás pensaríamos que ambas costumbres se relacionan con rituales que realizaban los antiguos griegos para apaciguar a los dioses. Es que en el siglo IV los helenos eran tan supersticiosos que no cruzaban la pierna izquierda sobre la derecha, sentían profundo respeto por los eclipses y nunca realizaban ninguna actividad sin antes consultarlo con la pitonisa.

En todas las épocas (incluso en la actualidad) el matrimonio, el nacimiento y la muerte han tenido en común, marcar un tránsito que puso y pone en consideración la estabilidad de la familia. Los antiguos griegos no escapaban a esa realidad, pero le agregaban un plus de angustia: creían que en esos momentos de tránsito se exponían a contaminaciones o a contactos con seres sobrenaturales y demoníacos. Además sostenían que la comunidad entera podía ser víctima de las desgracias que esos encuentros traerían aparejados, ya que si alguien veía a esos extraños seres, quedaría irremediablemente atacado por la locura. Por eso realizaban solemnes ceremonias, tanto para conjurar a los amenazantes peligros, como para asegurar que sea benéfico el cambio que se había operado.

En cuanto al matrimonio, los atenienses preferían casarse en época de luna llena, en invierno y durante el mes consagrado a Hera, la diosa del matrimonio. Los rituales de casamiento comenzaban cuando las familias de los novios decoraban sus casas con guirnaldas de laurel y olivo. La boda era un acuerdo oral entre dos hombres: el pretendiente y el padre de la joven, en donde se entregaba una dote. Aparentemente la existencia de una donación habría diferenciado el matrimonio legítimo del concubinato y como era un acuerdo oral, tenía 2 testigos. La futura esposa de casi 15 años de edad no tomaba parte de la ceremonia, ya que su consentimiento no le era solicitado.

El día de la boda la joven abandonaba a sus dioses ancestrales, a los que tenía que sosegar para adoptar a los dioses del esposo. Entonces realizaba un sacrificio por última vez en el altar familiar, ofreciendo sus juguetes y los objetos que la habían acompañado en su infancia. Luego un cortejo de mujeres con antorchas partía a buscar agua en una vasija especial, para que la muchacha realizara el ritual de la purificación mediante el baño. La novia, durante toda la comida de bodas (que era ofrecida por su padre) debía permanecer con el rostro cubierto para cuidarse de los seres maléficos. Este velo no sería levantado más que por el esposo al llegar a su casa. Durante los festejos se servían pastelillos de sésamo y miel, la novia recibía como regalo un dátil y un membrillo, considerados garantía de fecundidad y también se realizaba un sacrificio. Este último, marcaba la admisión de la joven al hogar del novio, por lo que con el mismo fuego de la antorcha de la morada paterna del joven, se encendía simbólicamente una llama nueva, en honor a la nueva pareja. Hacia la noche, los esposos partían en un carro seguido por parientes y amigos al fulgor de las antorchas, mientras entonaban el canto de bodas, acompañado de cítaras y oboes. Cuando la pareja entraba en la cámara nupcial, los invitados gritaban para alejar a los malos espíritus. Este era el momento en que el novio podía levantar el velo de la novia. Pero antes de entrar al hogar, para evitar la hostilidad de los dioses, el esposo hacía un rapto simulado, llevando a la joven en brazos hasta el hogar, procurando que los pies de ella no rozaran el suelo. ¿No suena conocido?

En cambio en Esparta, la ceremonia carecía de todo romanticismo y era extremadamente violenta para la novia, ya que mantenía íntegra la tradición del rapto. Según Plutarco a la joven “raptada” se le cortaba el cabello al ras, le ponían ropa y calzado de hombre y la dejaban acostada sola y sin luz. “El esposo, que había comido junto con sus compañeros, como de costumbre, entraba, le desataba el cinturón y, tomándola en los brazos, la llevaba a su cama. Luego de pasar con ella un rato bastante breve, volvía a acostarse junto a sus compañeros”.

Afortunadamente, ha quedado grabado en la memoria ancestral de la humanidad, (al menos en occidente) el recuerdo de las ceremonias de bodas atenienses y no de las espartanas.

Ahora ya lo sabés!.

Lic. Alicia Di Gaetano

Bibliografía:
Flaceliere, Robert, La vida cotidiana en Grecia en el Siglo de Pericles, Buenos Aires, Talleres Gráficos Didot, 1967
Puech Henri-Charles [Dir] Historia de las Religiones Antiguas, Vol. II, Buenos Aires, Siglo XXI, 2002

5 comentarios:

  1. No sabía de dónde venían esas costumbres. Ahora ya lo sé...!!! Muchas gracias Lic.
    Marcelo

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  2. Nunca se me hubiera ocurrido que esas costumbres vienen de tan lejos.

    Mary

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  3. Que lo Parió!!!!
    Muy bueno Alicia.
    Esos Espartanos se pasaban de espartanos.
    Ahora Ya Lo Sé, que debo tener algun gen griego, porque cuando quiero cruzar la pierna izquierda sobre la derecha me cuesta y me siento incomodo; al revés es bárbaro (de bueno, no de bárbaro)

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  4. Tano G.: los espartanos se pasaban de espartanos y por eso las espartanas (que seguramente se aburrían) se iban a la isla de Lesbos y de ahí la palabra lesbiana.
    Gracias por tus comentarios!

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  5. A todos gracias por escribir y sigan comentándonos si les resultan interesantes los post que ponemos.

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