jueves, 12 de abril de 2012

Los asombrosos Bestiarios

¿Quien no conoce la imagen de un unicornio o de un dragón? Estos animales fantásticos que hoy encontramos en tantas representaciones como esculturas, pinturas e incluso tatuajes son el producto de los Bestiarios, a los que dedico este post.

Hoy gracias a los avances tecnológicos sabemos cómo son los animales que habitan el Amazonas o el Serengueti sin haber estado allí. Pero en épocas en las que se sospechaba que existían otras lejanas tierras, la imaginación de los ancestros europeos llegaba a límites impensados, inventando toda clase de seres fantásticos que suponían habitaban esos distantes e inaccesibles territorios. Así como hoy en día podemos suponer cómo son los extraterrestres, en la Edad Media imaginaban individuos y bestias que vivían más allá de los límites territoriales y marítimos conocidos.

Los primeros bestiarios de los que se tienen noticias, son los de un tal Pysiologus, conocido como “el naturalista” que, durante el siglo II a.C.,  describió un sinnúmero de animales reales y fantásticos. El romano Plinio el Viejo, en el siglo I, retomó estos escritos en su obra Summa Naturales, donde aseguraba que sus argumentos estaban basados en testimonios de viajeros que juraban haber visto los animales que describía, y que habían constatado las propiedades de algunas piedras o vegetales.

Los bestiarios medievales, que en lo personal me parecen de las cosas más maravillosas que nos ha legado la Edad Media, comienzan a gestarse cuando en el año 476 cae el Imperio Romano en manos de los “bárbaros”. Los romanos jamás imaginaron que sus conquistadores quedarían tan deslumbrados con el Imperio, que copiarían todas las costumbres, sus códigos y sobretodo su religión. Para los bárbaros el Imperio Romano era como “el primer mundo” para nosotros. En la Alta Edad Media, se produjeron movimientos sociales muy interesantes: a raíz de las invasiones bárbaras, los distintos idiomas, creencias y el bagaje cultural que cada pueblo traía consigo se fusionó con la cultura romana. Entonces, el cristianismo que en el 313 mediante el Edicto de Milán se había convertido en la religión mayoritaria y fuerte de Roma, se trasfirió a los bárbaros que quizá se “sentían” más romanos por abrazar la religión de quienes tanto admiraban. Pero a la Iglesia se le hacía casi imposible enseñar el Evangelio a personas que hablaban distintos idiomas, que no sabían leer ni escribir y que por supuesto habían profesado otra religión. La solución vino de la mano de las imágenes, que todas las personas en todas las épocas entendemos y que superan toda comunicación.

Así, el hombre medieval aprendió a “leer” el significado de las imágenes que remitían a las historias del Antiguo y del Nuevo Testamento. Hoy a pesar de todas las guerras, (incluyendo la Segunda Guerra que fue la más letal y destructiva), que demolieron la mayoría de las construcciones europeas, todavía se puede disfrutar de la didáctica iconografía que se encuentra en los tímpanos o en los portales de las catedrales o de las iglesias románicas y góticas. Pero volviendo a los bestiarios, en el siglo V la Iglesia empezó a utilizarlos con fines moralizantes combinando elementos fantásticos, animales reales, componentes religiosos y características humanas. En el siglo VI, el papa Gregorio el Grande conocido como Gregorio Magno determinó que el Bestiario del Physiologus era apto para difundir las ideas cristianas. Entonces, las descripciones de animales e insectos empezaron a ser tan “humanizadas” que hoy nos parecen ingenuas e infantiles.

Como todavía faltaban siglos para descubrir la imprenta, los libros eran traducidos y copiados a mano por monjes llamados “copistas” que pacientemente copiaban textos e imágenes. Estos monjes trabajaban en el silencio de los “scriptoriums” de las iglesias aprovechando la luz del día. Con sus espaldas dobladas sobre incómodos escritorios de madera, comenzaron a agregar a su gusto personal descripciones de animales e insectos que precedían pasajes de la Biblia, con ejemplificaciones morales y doctrinales. Estas descripciones a las que agregaban constantemente nuevos datos acompañados de dibujos en miniatura, es lo que Le Goff (historiador medievalista) llama el dominio de lo “maravilloso” medieval, como algo sorprendente, asombroso y extraordinario. Los Bestiarios jamás buscaron reflejar cómo eran en realidad los animales, plantas, piedras e insectos desde el conocimiento científico que se tenía de ellos.

El Bestiario Medieval se consolidó a principios del siglo VII con la obra Etymologiarum (libro XII) del teólogo y obispo Isidoro de Sevilla, quien se propuso demostrar la relación entre nombres y naturaleza. Por ejemplo “elefante” cuyo término proviene de lophos que significa montaña, vincula la palabra con las dimensiones del animal. Los bestiarios incluyen también objetos de la naturaleza como piedras capaces de presagiar el futuro, árboles prodigiosos y elementos como los vientos del oeste al norte, cuyo influjo hacía que yeguas, gallinas, buitres y otros animales concibieran sin tener relaciones sexuales. Aristóteles en su obra la Política, ya tenía en cuenta esta “ciencia” recomendando a los esposos observar la dirección de los vientos al momento de procrear.

La teología medieval había señalado que todas las criaturas habían sido creadas por Dios, tanto las más bellas como las más desagradables, por lo que así como existían animales “malos”, había animales “buenos” que podían destruir a los malos, porque por supuesto, había que demostrar que el bien siempre triunfa. Tal era el caso del dragón, representante del demonio por excelencia, que podía ser aniquilado por el elefante, que simbolizaba la templanza, la castidad y la sabiduría. De esta manera, se describían enfrentamientos entre las bestias que tenían un verdadero sentido de combate entre el bien y el mal. Pero no sólo había bestias “malas” algunos árboles también eran considerados malignos. Por ejemplo había que estar prevenido de no dormirse bajo un nogal, porque de su follaje podían surgir el diablo o malos espíritus, mientras que otra planta, como la flor de lis representante de las virtudes Fe, Sapiencia y Caballería, se convirtió en el símbolo de la Trinidad. Y como la leyenda decía que esta flor había sido enviada del cielo a Clovis, rey fundador de la monarquía francesa cuando se convirtió al cristianismo, pasó a ser la “flor protectora” del reino de Francia.

Para que tengan una idea de la “humanización” con fines moralizantes de los Bestiarios, voy a citar textualmente (aunque de forma muy breve) descripciones de animales fantásticos y reales realizadas por Isidoro de Sevilla:

Abeja: “Poseen un rey y ejércitos con los cuales libran batallas, huyen del humo y el ruido las vuelve irritables. Algunos testigos aseguran que las abejas nacen del cadáver de los bueyes (...) como los avispones nacen de los caballos, como los zánganos de la mula y las avispas de los asnos”.

Hormiga: “Las hormigas trabajan incesantemente, aún por la noche, y en la luna llena viajan formando largas hileras (...) Se dice que en Etiopía existe una especie de hormiga que desentierra granos de oro con sus patas, y que su tamaño es igual al de un perro”. Las hormigas en los bestiarios se representan generalmente como una serie de puntos como garbanzos con tres pares de patas.

Pelícano: “Ave que habita en la soledad del río Nilo. Se dice que mata a su propia cría, y que luego del tercer día se hiere a sí misma en su pecho, y la sangre vertida logra resucitar a sus hijos”. El significado alegórico, es que el pelícano es Cristo cuya sangre vertida nos permite revivir.

En cuanto al unicornio, que a principios de la Edad Media no tenía una representación tan estética como la de un equino blanco, más bien parecía una cabra con un cuerno torneado, era descripto como una bestia indómita, que sólo podía ser cazada a través de una doncella virgen. El unicornio se acercaba a ella y en ese momento los cazadores lo atrapaban para quitarle el cuerno, ya que se suponía que era un antídoto contra cualquier veneno y que daba protección y resguardo contra las convulsiones. Pero su importancia reside en su significado alegórico, ya que era la representación de Cristo. La heráldica y la blasonería transformaron a este animal fantástico en el más representado en los escudos.

Del dragón se decía que era la “serpiente más grande que existe y, por tanto, el mayor animal de la tierra”, había que cazarlo vivo para extirparle de su cerebro una piedra que tenía cualidades sobrenaturales. Y el ave fénix representaba la resurrección del hombre justo, “vean cómo la naturaleza de las aves ofrece al pueblo común la prueba de la resurrección; y lo que las escrituras proclaman, la obra de la naturaleza lo confirma”, decía el Bestiario.

Hay muchísimos más animales e insectos maravillosos que sería imposible describir en un solo post. Pero para finalizar, se podría decir que el Phisiologus contribuyó a la difusión y propagación de los iconos más famosos: el unicornio y el ave fénix que adquirirán máximo esplendor y belleza en el arte a partir de lo inicios del Renacimiento. Mientras que en las fábulas del siglo XVII descriptas en el bestiario de La Fontaine, los animales son igualmente “humanizados” como por ejemplo el león, considerado rey de los animales, orgulloso y autoritario; el asno, estúpido y perezoso; el lobo, hambriento y cruel; el conejo, alegre y despreocupado o el cuervo, charlatán y voraz. Es probable que estas representaciones humanizadas de los animales que nos han acompañado desde siempre, sean las que aún hoy incorporamos a nuestro vocabulario cuando despectivamente decimos de alguien “burro” o “víbora”.

Ahora ya lo sabés!
Lic. Alicia Di Gaetano

Bibliografía:
Bestiarios Medievales, Buenos Aires, Quadrata, 2005
Le Goff, Jacques, Lo maravilloso y lo cotidiano en el Occidente medieval, España, Gedisa, 2008
Pastoureau, Michel, La historia simbólica de la Edad Media occidental, Buenos Aires, Katz, 2006

4 comentarios:

  1. Interesantísimo, muchas gracias!

    Facundo

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  2. EXCELENTE Lic. Alicia DI Gaetano Felicitaciones !!!

    Marcelo

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  3. Simplemente genial!!!!

    Estela

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  4. Mil gracias Facundo, Marcelo y Estela por leer y comentar. Esperamos que todos los jueves nos sigan acompañando. Saludos!

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