jueves, 22 de septiembre de 2011

Sin duda, desde siempre brujas

Grecia Siglo IV a.C en adelante

Te preguntaste alguna vez ¿por qué las mujeres a lo largo de la historia fueron objeto de persecuciones vinculadas a poderes paranormales? ¿Qué es lo que hace suponer que son las féminas las poseedoras de secretos infranqueables para los hombres? ¿Podría la respuesta encontrarse en la antigua Grecia? Veamos:

El nacimiento y la muerte eran para los antiguos griegos tránsitos terribles, que exponían a la familia y a la sociedad a contaminaciones y a encuentros con seres sobrenaturales. Las mujeres eran las únicas que podían lidiar con esos terroríficos momentos ya que se las consideraba atadas a una relación misteriosa y temible con lo sagrado por su función biológica: la maternidad.

El parto era calificado como fuente de corrupción por considerarlo una fase en la que se abría una puerta a lo desconocido. Sólo las mujeres de la familia, como intermediarias naturales de ese acontecimiento podían asistir a las parturientas, que para prevenir a la comunidad de un peligro de tal magnitud untaban sus casas con pescado. Informaban a los vecinos que había nacido un niño si colocaban un ramo de olivo en la puerta y una banda de lana si era una niña. Sólo al quinto o séptimo día, cuando tenía lugar el ritual de purificación, el marido y el resto de los hombres podían acercarse a la parturienta y al recién nacido. La ceremonia de purificación consistía en realizar libaciones mientras el padre corría desnudo con el niño en brazos alrededor del hogar, sólo entonces el infante recibía el nombre y era aceptado por la sociedad. Como festejo se realizaba un sacrificio y un banquete.

Las mujeres, consideradas mediadoras entre lo esotérico y los hombres, inmunes a lo sobrenatural, también desempeñaban un rol fundamental en la ceremonia de la muerte. El fallecimiento era el tránsito más temido porque la puerta que se abría a lo desconocido podía dejar pasar “seres extraños del otro lado” de este mundo. Por tal motivo según la Ley, sólo las mujeres más cercanas al muerto, la madre, las hermanas y las hijas, debían encargarse de preparar el cuerpo del difunto. Lo lavaban, lo untaban con esencias perfumadas, lo vestían con ropas blancas y lo envolvían en una mortaja, dejándole la cabeza al descubierto con una corona. De hecho Sócrates, (que juzgaba a las mujeres débiles y de pocas luces), para evitar que ellas lavaran su cadáver, se bañó antes de morir. El difunto expuesto por dos días, era protegido por las mujeres de las moscas y el calor con abanicos y sombrillas, mientras las lloronas entonaban el canto fúnebre rasguñándose las mejillas en señal de dolor. En la puerta de la casa del fallecido colocaban un recipiente con agua recogida de la casa de los vecinos, porque consideraban que el agua de la casa del difunto estaba “contaminada”. Al retirarse del velorio los asistentes debían echarse encima esa agua para evitar las desgracias.

Luego el cadáver era conducido al cementerio (siempre ubicado extramuros) antes del amanecer, para no manchar el día. Sólo los hombres más allegados y las mujeres acompañaban al fallecido a su última morada. Pero eran ellas las que aseguraban los ritos mortuorios vertiendo en la tumba libaciones. La tradición establecía que el difunto debía ser sepultado con sus objetos familiares, con una moneda para pagar a Caronte (el barquero de entre mundos) que transportaría su alma al Hades y un pastel de miel para el Cerbero (un perro monstruoso de tres cabezas y cola de serpiente, guardián de la entrada al Hades). Al regreso del cementerio, purificaban sus cuerpos y la casa del fallecido con agua de mar para luego nutrirse de la comida fúnebre. Las mujeres, encargadas de renovar las ofrendas al muerto a partir del tercer día posterior al funeral, realizaban libaciones de agua, leche, aceite y miel, y en ocasiones sacrificaban un animal de color negro que era quemado enteramente. Como contrapartida a estos cuidados dispensados por ellas, se creía que los muertos velaban por su descendencia, favorecían la fertilidad del suelo y defendían la ciudad en caso de guerra.

Hemos visto que los griegos dieron a la mujer un lugar mágico como mediadoras entre lo natural y lo sobrenatural, atribuyéndole poder para unir lo mancillado y lo puro en el nacimiento y en la muerte, donde jamás ningún hombre vivo podía tener lugar. Incluso, sólo las pitonisas poseídas por el dios Apolo podían predecir el futuro. Quizá esta creencia griega tomó contacto con el relato de la Eva bíblica, mediadora también entre lo prohibido y el hombre. Posiblemente la fusión del supuesto poderío sobrenatural de las mujeres, con el pecado endilgado a Eva, creó en el imaginario popular mujeres capaces de tener relaciones con el diablo, con poder para volar y dañar al prójimo. De ser así, se explicaría el porqué las mujeres durante siglos fueron frecuentemente perseguidas, quemadas en las hogueras, siempre sospechosas de causar maleficios, consideradas herejes, pecadoras, brujas y por ende víctimas de la misoginia del hombre.

Ahora ya lo sabés!

Lic. Alicia Di Gaetano

Bibliografía
Duby, Georges y Michelle Perrot [Dir.] Historia de las Mujeres 1. La Antigüedad, Madrid, Taurus, 2000
Flaceliere, Robert, La vida cotidiana en Grecia en el Siglo de Pericles, Buenos Aires, Talleres Gráficos Didot, 1967
Puech Henri-Charles [Dir] Historia de las Religiones Antiguas, Vol. II, Buenos Aires, Siglo XXI, 2002

3 comentarios:

  1. Licenciada muy interesante esta Historia ,pero como bien dice el Titulo "Sin dudas desde siempre BRUJAS"

    ResponderEliminar
  2. Muy interesante, no lo sabía y tampoco conocía lo que pensaba Sócrates de las mujeres. Pienso: - Si resucitara ¿seguiría opinando lo mismo de las mujeres actuales?

    ResponderEliminar
  3. Creo que si Sócrates resucitara se sorprendería de unas cuantas cosas!!

    Gracias por leernos y comentar!!

    ResponderEliminar