jueves, 17 de noviembre de 2011

EN EL VALLE DE LAS LÁGRIMAS

Después de escuchar atentamente la radio durante unos minutos Gustavo Nicolich le dijo a Carlitos Páez que tenía una buena noticia para darle, la búsqueda había finalizado. Las misiones de rescate para hallar a los posibles sobrevivientes de la catástrofe se habían dado por concluidas. Los pasajeros del Fairchild de la Fuerza Aérea Uruguaya habían sido dados por muertos. Carlos Páez tuvo ganas de golpear a Nicolich, no entendía cómo podía ser esa una buena noticia. Su amigo respondió que entonces desde ese momento dependía sólo de ellos mismos salir de las montañas y volver a la civilización.
Habían pasado diez días desde que el 12 de octubre de 1972 un grupo de jóvenes que conformaban un equipo de rugby junto con otros pasajeros entre ellos familiares (45 personas en total) habían partido en un charter desde la ciudad de Montevideo hacia Santiago de Chile donde se llevaría a cabo un partido de rugby.
Ese mismo día el viaje había sido interrumpido y habían aterrizado en la ciudad argentina de Mendoza porque las condiciones climáticas hacían imposible el cruce de los Andes. Sin embargo el 13 de octubre el grupo de 45 personas reanudó el viaje hacia Chile.
Muy por el contrario a lo que este grupo de jóvenes, que fantaseaban con pasar cuatro días primaverales en una ciudad nueva y llena de atractivos, el viaje resultó ser una catástrofe de resultados hasta ese momento inimaginables.
Por motivos de navegación, cosa que se sabría tiempo después, el avión cayó en medio de las nieves eternas de la Cordillera de los Andes. Primero golpeó la panza del avión contra una masa de piedra y con ella se desprendieron las alas y la cola llevándose consigo la vida de muchos de los pasajeros. La parte delantera del avión siguió su recorrido en línea recta como un bólido que finalmente se deslizó a gran velocidad como un trineo por un valle nevado hasta que colisionó contra un montículo de nieve desatando el caos.
En ese mismísimo momento daban inicio 45 historias, historias de muerte, de desesperación, de confusión pero también historias de vida, de valentía y de esperanza.
Inmediatamente después del accidente algunos de los sobrevivientes que habían iniciado los estudios de medicina tomaron el rol de médicos y se ocuparon de las primeras curaciones de los heridos. De los 45 pasajeros originales habían sobrevivido 29. El caos invadía la escena. Algunos habían salidos del fuselaje y fumaban bajo la nevisca, otros retiraban a los muertos y los posaban sobre la nieve, los “médicos” curaban todo tipo de heridas, físicas y emocionales, otros organizaban el interior del fuselaje.
La primera noche, y de esto han hablado todos los sobrevivientes, fue desesperante. Vestidos con ropas que habían sido pensadas para tardes de fiesta en un clima primaveral, los 29 pasajeros tuvieron que soportar temperaturas de 30 grados bajo cero, hacinados en un espacio mínimo, con gritos de dolor como música de fondo de aquellos que habían resultado gravemente heridos.
Los primeros días fueron de espera, espera del rescate que iba a llegar. La poca comida que tenían se racionaba militarmente entre los 29, un trago de vino y un pedacito de chocolate o alguna otra conserva que había sido hallada en alguna valija. Diez días pasaron así, sujetos a una racionalización metódica para no desfallecer.
Sin embargo al décimo día del accidente, la noticia más temida llegó a oídos de los sobrevivientes a través de una de las radios que habían logrado reparar. La búsqueda había finalizado, ellos estaban muertos para la civilización. ¿Qué quedaba por hacer entonces? Vivir. Salir de allí por sus propios medios.
El problema capital por ese momento era la comida. Alimentarse de chocolate era obviamente insuficiente y habían pasado ya diez días. De hecho el libro que escribió muchos años después uno de los sobrevivientes, Carlos Páez, lleva como título “Después del día diez”, el día que supieron que estaban solos en el mundo.
La idea de alimentarse de la carne humana de los muertos, según cuentan los sobrevivientes, había ya pasado por la mente de muchos. Era la solución obvia. En medio de un paisaje tan extremo, donde no había absolutamente nada de que alimentarse, no existía otra salida para seguir con vida. Era comer o morir. La noticia de que habían sido dados por muertos fue el puntapié para tomar la decisión. Uno de los sobrevivientes había comentado que antes de morir de hambre se comería al piloto, ya saben, por provocar el desastre. Esto había quedado en la mente de Carlos Páez, que se lo comentó a otro de los sobrevivientes quien le confesó que ya lo había pensado. La decisión se tomó rápidamente, aunque no sin algunas discusiones y cuestionamientos morales. Pero finalmente, como han dicho los sobrevivientes, era la única salida posible, de lo contrario los esperaba una muerte lenta y solitaria en la montaña.
Durante los siguientes 62 días que permanecieron en la montaña, los jóvenes uruguayos se alimentaron del cuerpo de sus compañeros fallecidos. Primero fueron algunas tiras de carne cortadas meticulosamente por los llamados médicos, y con el tiempo, fue tarea de todos proveer el alimento, cosa que se volvió algo absolutamente normal. Los sobrevivientes habían creado una nueva civilización donde el agua derretida de nieve y la carne humana eran los alimentos por excelencia, o mejor dicho, los únicos.
Sin embargo, si el accidente, la muerte de amigos y familiares, el hambre y la antropofagia no habían sido suficiente, el 29 de octubre una nueva tragedia azotó a estos jóvenes. Una avalancha cayó sobre el fuselaje del avión provocando una vez más el caos. La nieve tapó absolutamente todo y a todos. En medio de una oscuridad absoluta los que habían quedado menos enterrados comenzaron a excavar frenéticamente para salvar a aquellos que seguían bajo la helada nieve. Cuando Carlos Páez rememora la escena sobre la avalancha que fue filmada años después en la película Viven (Alive), recuerda haberle dicho al director que ellos no habían tenido luz alguna durante el desastre, pero el director le respondió que necesitaba por lo menos una mínima iluminación para poder filmar. Imaginemos entonces la obscuridad penetrante que habrá invadido ese momento de total desesperación. Siete compañeros murieron ese día y quienes sobrevivieron tuvieron que permanecer dentro del fuselaje, cubiertos de nieve y tiritando de frío, enterrados por más de un alud, sin ver la luz del sol, sin aire del exterior y alimentándose de sus amigos recientemente muertos en un espacio que si era pequeño antes, ahora era directamente claustrofóbico. Difícilmente, creo yo, podamos siquiera imaginar una situación semejante.
Los días pasaron y finalmente lograron salir del fuselaje y con mucho trabajo y esfuerzo quitaron la nieve del interior, a sus amigos fallecidos y volvió todo un poco a la normalidad, a la normalidad a la que se habían acostumbrado allí arriba en al montaña.
Era sin embargo imperioso moverse, hacer algo para salir de allí… ¿Cuánto tiempo más podía un hombre vivir en estas condiciones?
Salieron algunas expediciones en búsqueda de la cola del avión donde estaban las baterías de la radio, pero no hubo suerte, la radio no funcionó, y los expedicionarios llegaban débiles y mentalmente enfermos de cada una de las expediciones.  
Dos meses habían pasado en la montaña. Muchos amigos habían muerto producto de la avalancha, infecciones imposibles de curar y de a poco comenzarían a morir por el sólo hecho de vivir en condiciones infrahumanas. Uno de los sobrevivientes, Fernando “Nando” Parrado, había estado en coma los primeros tres días después del accidente y había perdido a su madre y a su hermana en el mismo. Nando Parrado estaba determinado a volver, de la manera que fuera, para decirle a su padre que no todo estaba perdido, que él estaba vivo. Valiéndose de la información que les había dado el piloto antes de morir, de que estaban del lado Chileno, Parrado decidió realizar la última expedición, caminar hacia el Oeste hasta los verdes valles de Chile y buscar ayuda. Antonio Vizintín y Roberto Canessa serían sus compañeros de travesía, que en ese momento eran los más fuertes físicamente.
A 62 días del accidente los tres expedicionarios se despidieron de sus compañeros y emprendieron el viaje. Luego de tres días de caminata llegaron a la primera cumbre y la sorpresa fue inesperada. No había valles, ni vegetación ni lagos ni nada. Sólo había más montañas. Parrado le dijo a Canessa que seguiría y que si debía morir lo haría caminando. Canessa y Parrado decidieron mandar de vuelta a Vizintín para utilizar su parte extra de comida. Vizintín tardó sólo 3 horas en desandar el camino que habían hecho en 3 días. En esas condiciones Canessa y Parrado continuaron la travesía, con ropas inadecuadas, con poca comida y con toda la cordillera por delante pues el piloto estaba equivocado, el avión había caído del lado argentino.
Diez días después de la partida de los expedicionarios, la radio dio la noticia que tanto esperaban quienes habían permanecido en la montaña. Dos sobrevivientes uruguayos habían sido hallado en los valles de Chile. Al día siguiente el sonido ensordecedor y milagroso de los helicópteros se oía a través de la inmensidad de los picos nevados. El tan ansiado rescate había llegado. Parrado y Canessa habían caminado durante diez días y habían logrado lo impensable.
16 fueron los sobrevivientes que hoy, cuarenta años después, cuentan su historia como un relato de supervivencia y de trabajo en equipo. Es realmente un placer escucharlos hablar. Personalmente tuve el agrado de hablar telefónicamente hace ya más de 7 años con Carlos Páez quien tuvo la amabilidad de relatarme algunas cosas y de regalarme su libro, y realmente se lo agradezco.

Dedicado a los sobrevivientes a quienes admiro y a todos aquellos que murieron en la montaña.

Lic. Diana Fubini

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Bibliografía
Carlos, Páez, Después del día diez, Montevideo, Librería Linardi y Risso, 2003
Parrado, Nando, Milagro de los Andes, Barcelona, Editorial Planeta, 2006
Vierci, Pablo, La sociedad de la nieve, Buenos Aires, Editorial Sudamericana, 2008

4 comentarios:

  1. La historia está bien armada, el suspenso bien creado y la investigación es impecable, pero, por favor, revisá la puntuación que es muy defectuosa. No se lo diría a otro blog, pero se nota que este blog es prtencioso (en el buen sentido) y convendría tener en cuenta algunas pautas de escritura que le den seriedad a la publicación

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  2. Excelente historia. Creo que debo haber llorado con la película de Viven unas 10 veces. Todas las veces la vi como si fuera la primera vez, ya que resulta muy atrapante. Pensar en cómo un ser humano lucha por sobrevivir ante tanta adversidad, con todo en su contra, pero sin perder la esperanza. Conmueve muchísimo. Y lo mismo me pasó al leer este relato recién. El nudo en la garganta es inevitable. Y la admiración hacia ellos infinita.
    Está muy bueno este blog. Felicitaciones.
    Elsita.

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  3. Gracias Elsita por tu comentario!! A mi me pasa lo mismo que a vos con esta historia, por eso quise contarla! Nos alegra que nos leas y comentá cada vez que quieras, todos los comentarios son bienvenidos!

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  4. Hola Anónimo, gracias por tu comentario, vamos a releer el texto con un corrector para ver los posible errores a los que te referis.
    Esperamos que nos sigas leyendo!

    Saludos!
    AHORA YA LO SABES!

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