jueves, 12 de enero de 2012

HÉROES CIVILES


En 1945 el pueblo alemán era cada vez más consciente que los anhelos de la “Gran Alemania” desaparecerían frente a ese escenario devastador que sólo indicaba tristeza y destrucción. La confianza que habían depositado en el Führer y sus sueños de grandeza, se veía reflejada en ese paisaje gris y horroroso, indicando que el fin se hacía más cercano.
Para mediados de marzo, la guerra estaba perdida. El gobierno decretaba nuevas evacuaciones, incluso a pie, de las regiones occidentales, al tiempo que se aplicaba la política de “Tierra Quemada”, es decir, destruir toda fábrica, empresa, establecimiento rural y vía de comunicación de la cual pudiera servirse el enemigo. Berlín tenía sus días contados.
En 1933 más de un 40% de la población había seguido a Adolf Hitler apoyando ciegamente sus ideas y medidas, muchas de ellas efectivas, las cuales permitieron, por ejemplo, que el Tercer Reich fuera el primer país en superar la Gran Depresión de 1929. Sin embargo, 13 años después, Alemania enfrentaba el fin de un régimen que cada minuto, cada hora que pasaba, se hacía más próximo, más real, más presente.
De todos modos, aunque el desenlace fuera inminente, gran parte de ese pueblo luchó hasta el último minuto para defender a su amada Alemania,  a su hogar y a su Führer, sin importar sexo o edad. Con ellos se formaron las llamadas Volkssturm.
En 1944 Alemania tenía en reserva seis millones de hombres aptos para el combate. El 25 de septiembre de ese año, Hitler  firmó el decreto creando la Volkssturm, “Tormenta del pueblo”, o “Pueblo al asalto”, concepto tomado de su secretario de propaganda, el Dr. Joseph Goebbels, en su discurso de guerra total de ese mismo año. El encargado de organizar las movilizaciones sería el Partido Nacionalsocialista, a través de sus organizaciones paramilitares, las SS, y las Juventudes Hitlerianas. Su tarea principal sería defender el suelo patrio con todas las armas y medios a su alcance, además de la defensa de las fortalezas, los pueblos y ciudades, así como la construcción de las defensas antiaéreas, trincheras y la vigilancia nocturna. También debería nutrir las filas de la Wehrmacht, el ejército alemán. Se los distinguía por llevar un brazalete con la insignia “Deutsches-Volkssturm-Wermacht” con dos águilas nazis a ambos lados.  
Los primeros reclutados fueron los hombres nacidos entre 1884 y 1924, cuyas edades oscilaban entre los 16 y 70 años, los cuales participaron en batallas como Wartheland, Stermberg, Kolberg y Breslau, donde 50.000 hombres, la mitad de la Volkssturm y las Hitler Jugend, resistieron el asedio de 150.000 soviéticos durante tres meses. Muchos de estos reclutas habían sido veteranos de la Primera Guerra Mundial o habían cumplido el servicio militar, reinstaurado por Hitler en 1933, por lo que tenían cierta noción militar y manejo de armamento. Sin embargo, una gran parte carecía de esa experiencia, e incluso los veteranos de la Gran Guerra desconocían el uso de armas modernas.
 El 16 de abril de 1945, Hitler convocó a la Volkssturm para defender Berlín, último bastión del Tercer Reich, bajo la conducción del ejército. A esta fuerza se le unieron mujeres y niños, quienes lucharon en las calles y perecieron por millares defendiendo sus hogares. Es sabido que 175.000 personas figuraban en las listas de desaparecidos al final de la guerra.
Mientras el Ejército Rojo rodeaba el cerco de protección de la capital alemana, la construcción de defensas se multiplicaba. Si hubiésemos caminado por las calles de Berlín en ese entonces, habríamos notado la presencia de trincheras precarias por doquier. Las mismas contaban con ametralladoras, armas livianas y escasos morteros, defendidas por miembros de la Volkssturm, entre ellos mujeres, niños y ancianos, mal armados y sin entrenamiento, pero tenaces. Junto a ellos lucharon batallones de las Juventudes Hitlerianas, policías y grupos de la Luftwaffe (la aviación alemana) y soldados provenientes de todas las armas, transformados ahora en elementos de infantería. El cuadro al que se enfrentaban esos combatientes improvisados era desolador, agravado por los incendios que los bomberos trataban de apagar, mientras eran ametrallados por los soviéticos que convergían sobre la zona. Cabe destacar, la cantidad de mujeres y niños que se adiestraron en el uso del Panzerfaust, un lanzacohete, para ser empleado contra los tanques. Sin embargo, el armamento que utilizaban generalmente era reconstruido y hasta muchos efectivos recibían su adiestramiento en el mismo frente de combate.
El avance ruso fue feroz, combatiendo casa por casa, pero siendo acosados por francotiradores alemanes los cuales causaban estragos en sus líneas, pero a pesar de todo, la impresionante resistencia alemana tuvo que ir replegándose en dirección al Reichstag, a través del caos, ruinas y la desolación de aquella Berlín que en un pasado no muy lejano había sido gloriosa para los alemanes.“¿Capitular?, ¡Jamás!” se leía en las paredes de los edificios; quedaban todavía alemanes que seguían haciendo el eco al gobierno, algo inexplicable frente a un escenario tan desolador.
La situación era insostenible, las calles se encontraban plagadas de cadáveres y vehículos calcinados. Los incendios y ruinas completaban el terrible panorama. Los ataques del Ejército Rojo se incrementaban a cada minuto, incluso a través de los túneles de las líneas del metro que servían de refugio a millares de civiles e incluso a la resistencia, cada vez más débil, provocando exterminios masivos. Aquellos que pudieron escapar a las balas soviéticas perecieron ahogados, cuando el agua de los sistemas fluviales subterráneos inundó algunos sectores al ser volados por las fuerzas rusas.
Fue en este momento que el Führer se suicidó en su Bunker junto a su flamante esposa, Eva Braun; era el 30 de abril de 1945, diez días después de su cumpleaños número 56. El Reichstag caería el 7 de mayo. Para entonces Berlín había quedado reducida a escombros producto de los bombardeos y combates a lo largo y ancho de la ciudad. El ataque fue feroz pero la resistencia por parte de los civiles fue heroica. Finalmente, el 8 de mayo de 1945, el Alto Mando Alemán se rendiría incondicionalmente ante las fuerzas aliadas.

¡Ahora ya lo sabés!

Lic. Andrea Manfredi

Steinert, Marlis, Hitler y el universo hitleriano, Barcelona, Zeta, 2007
Motylski, Gabriel, La caída de Berlín. El fin de la guerra en Europa, Buenos Aires, Planeta, 2008

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