jueves, 7 de junio de 2012

El legendario Giovanni Falcone y la Cosa Nostra


Antes de empezar quiero hacer una aclaración: a pesar de que voy a escribir en pasado, el marco delictivo de la mafia siciliana que se ha extendido al resto de las mafias y cárteles del mundo, conocidos con el nombre de “crimen organizado internacional”, aún hoy se mantiene intacto, aunque más violento y agresivo.
La Italia de los años ’70 estaba ocupada en la lucha contra el terrorismo de las Brigadas Rojas, y la Cosa Nostra aprovechó esa coyuntura para comenzar a intervenir en el hampa napolitana resolviendo los conflictos internos y asumiendo la dirección de sus negocios. Dedicada al tráfico de cigarrillos, la mafia había organizado turnos para descargar buques llenos de tabaco en el golfo de Nápoles, así, durante 1974 el contrabando de cigarrillos llegó a su apogeo. Poco después, estos grupos se especializaron en el tráfico de estupefacientes, operando con la morfina base en el Extremo Oriente que, transformada en heroína exportaban hacia EEUU a través de sus sólidas cabezas de puente. En los años ’80 la Cosa Nostra ya controlaba el tráfico mundial de heroína con destino a EEUU. 

La familia siciliana de Gaetano Badalamenti comercializaba la droga en Norteamérica y cuando el poderoso jefe de los corleoneses Salvatore Riina se enteró que había quedado afuera del negocio, decidió eliminar a sus adversarios comerciales, iniciando lo que se conoce como “la Guerra de las Mafias” que tuvo lugar entre 1981 y 1983. La lucha por el poder desencadenó un baño de sangre que terminó con la vida de centenares de personas. Pero de allí surgió la Cosa Nostra mucho más fuerte, más hermética, y más clandestina. Como dijo el arrepentido Tommaso Buscetta “los más indóciles y los más recalcitrantes habían sido totalmente eliminados uno tras otro”. Por el tendal de asesinatos producidos por las venganzas entre las facciones de la Cosa Nostra, los “corleoneses”, los Badalamenti y el palermitano Stefano Bontante, las autoridades tomaron cartas en el asunto y así Giovanni Falcone y otros jueces antimafia como Paolo Borsellino, comenzaron su pesada e infatigable labor. La dificultad que encontraban las investigaciones judiciales se relacionaban con el modus operandi que utilizaban los mafiosos para matar, ya que como disolvían los cadáveres en barriles de ácido, nunca dejaban huellas de los asesinados. Tampoco dejaban rastros de sangre porque estrangulaban a sus víctimas. El arrepentido Francesco Marino Mannoia, sin muestra de remordimiento le dijo a Falcone: “¿Tiene usted idea de la fuerza que se precisa para estrangular a una persona? ¿Y de que lo que uno está realizando dura en ocasiones 10 minutos, ya que las personas se debaten, muerden, dan patadas? Pero se trata por lo menos de asesinatos “limpios””.

La Cosa Nostra, incluso por “comodidad”, utilizaba como técnica de asesinato el “incaprettamento”, que consistía en atar los tobillos y las muñecas de la víctima a su espalda, haciendo pasar la cuerda por su cuello hasta que se auto estrangulaba. Según los arrepentidos, este procedimiento permitía transportar fácilmente el cadáver dentro del baúl de un vehículo. Algunos asesinatos dejaban mensajes, aunque no para todos, sólo para la Cosa Nostra, como por ejemplo, el del cantante Marchese, que fue encontrado con sus genitales cortados dentro de su boca porque era el amante de la esposa de “un hombre de honor”. En otro caso apareció un cadáver con dinero en la boca y entre los testículos, cuyo mensaje era “has querido comer demasiado dinero y he aquí la situación en que te encuentras”. La Cosa Nostra basada en la obediencia, era una organización con sus propias reglas jurídicas que debían ser respetadas, cualquiera que violara las normas sabía que pagaría con su vida. Por eso cuando a un “hombre de honor” se le ordenaba ejecutar a alguien, debía cumplir sin titubear ni preguntar. Cuando se trataba de matar a un familiar, la tarea no podía delegarse porque decían “es mi sangre, sólo yo puedo meter mano...”. 

Falcone explicaba que un mafioso “nunca deja de ser mafioso” y contaba que el iniciado en la mafia, que no debía tener familiares en la magistratura ni en las fuerzas de seguridad, era llevado ante los “hombres de honor” y el representante de la familia. Éstos, alineados frente al postulante, le hacían saber sus obligaciones: “no tocar a la mujer de los otros “hombres de honor”; evitar toda delación a la policía; no enzarzarse en disputas con otros hombres de honor; hacer gala en todo momento de un comportamiento correcto y serio; guardar silencio absoluto respecto de la Cosa Nostra con los extraños; evitar presentarse por sí solo a otros “hombres de honor””. Luego el aspirante debía elegir un padrino entre los “hombres de honor” allí  presentes. Entonces se realizaba la ceremonia de juramento, que “consiste en preguntar a cada uno con qué mano dispara y en pinchar el dedo índice, para que brote una gota de sangre con la que luego se pintarrajea una imagen sagrada (frecuentemente la de Nuestra Señora de la Anunciación, a la que denominan patrona de la Cosa Nostra y que homenajean el 25 de marzo)”. Luego la imagen era introducida en el fuego y el iniciado, “evitando su destrucción, se la pasa de una mano a otra, para jurar solemnemente que no traicionará jamás las normas de la Cosa Nostra, so pena de arder, él también, como esa imagen”. Algunas familias utilizaban una espina de naranjo amargo y otros un alfiler de oro para pinchar el dedo. Como la incorporación a la Cosa  Nostra se realizaba a través de la sangre, sólo a través de ella se salía. La base de la Cosa Nostra era por tanto la familia y funcionaba como un Estado paralelo ya que entre los jefes de familias que tenían el control de un territorio donde nada podía pasar sin su conocimiento, designaban al jefe de cada provincia llamado “representante provincial”. Éstos formaban la Comisión Regional llamada Región, que tomaba decisiones estratégicas y promulgaba decretos como el de la prohibición de secuestrar personas en Sicilia. 

En el año 1991 y a los 52 años de edad, el juez italiano Giovanni Falcone, que le había declarado la guerra a la Cosa Nostra en Palermo, Sicilia, fue designado director de Asuntos Penales en el Ministerio de Justicia de Roma. En esa ciudad tenían su sede la feroz familia palermitana Santa María di Gesú y Pippo Caló, “el cajero de la mafia”. Falcone que siempre vivió en Palermo, decía “desde mi infancia he respirado todos los días la mafia en el ambiente; su violencia, sus exacciones, sus asesinatos (…) En el ambiente de la época, yo respiraba también una cultura institucional que terminaba por negar la existencia de la mafia”. Desde hacía 11 años sabía lo que era vivir en un cerco de cárceles, de tribunales y de oficinas súper protegidas y desde hacía uno, viajaba casi todos los fines de semana de Roma a su Palermo natal. Jamás salía. Delante de su casa dos policías velaban día y noche por su seguridad. Pero ni los custodios, ni los bunker en los que desarrollaba su actividad alcanzaron para protegerlo. 

Un primaveral 23 de mayo de 1992, en la autopista Palermo-Trappani, atestada de vehículos que transitaban hacia distintos destinos, se encontraba el auto blindado de Falcone quien viajaba con su esposa Francesca Morvillo y sus escoltas Rocco Di Cillo, Vito Schifani y Antonio Montinaro. De golpe mil kilos de explosivos colocados bajo la autopista por orden del capo mafia Salvatore Riina, estallaron en el momento en que el auto pasaba por allí. Murieron todos sus ocupantes. Este no fue el primer atentado contra la vida del juez antimafia, los servicios secretos de inteligencia italianos ya habían frustrado otro: fue el 21 de junio de 1989 cuando desactivaron 50 cartuchos de dinamita disimulados entre las rocas, a sólo 20 metros de la casa de veraneo del juez en Addaura, Sicilia. El infatigable y valiente Falcone sabía que su vida terminaría de esa manera. Entre los años 1984 y 1987, florecieron los arrepentidos en Palermo, y uno de ellos, Tommaso Buscetta le advirtió al comenzar su confesión “En primer lugar ellos intentarán matarme a mi, luego le tocará el turno a usted”. 

Giovanni Falcone fue respetado por sus pares y por los mafiosos, de hecho, otro arrepentido, Antonino Calderone, declaró a la prensa “He colaborado con Falcone porque es un hombre de honor”. El afecto que los sicilianos sentían por él, quedó demostrado luego del atentado. Adornando la entrada a su casa y la de su esposa Francesca Morvillo (jueza también), había un árbol, que a partir del 23 de mayo de 1992, se llenó de un sinnúmero de cartas, flores y velas, como reconocimiento y agradecimiento de las miles de personas que admiraban el trabajo y el coraje del juez. Incluso una joven vestida con su traje de novia, bajó del auto que la llevaba al altar y dejó como ofrenda su ramo de flores. Dos niños se arrodillaron y dejaron allí una cadenita de oro y un pequeño anillo, y otros dejaron sus juguetes. Durante mucho tiempo las familias Falcone y Morvillo recibieron cartas de personas de todas las edades como retribución por el legado de justicia que el juez dejó a la posteridad. En el mismo año del atentado que se cobró la vida de Falcone, se inició el proceso judicial italiano conocido como “Mani pulite” (manos limpias), a cargo del fiscal Antonio Di Pietro, que dejó al descubierto una red de corrupción que involucró a los principales grupos políticos del momento y a varias corporaciones empresariales e industriales. Actualmente Giovanni Brusca alias “Scannacristiani” (mata cristianos, por la cantidad de homicidios que tiene en su haber) acusado del asesinato de Falcone, purga 26 años de prisión. 

Dedicado a los que no se dejan corromper. 

Ahora ya lo sabés!
Lic. Alicia Di Gaetano

Fuentes
  • Giovanni Falcone-Marcelle Padovani, Mafia, Barcelona, Ediciones B, 1992.
  • Fondazione Giovanni e Francesca Falcone, L’albero Falcone, Palermo, 1992

9 comentarios:

  1. Un ejemplo de juez! muy buena historia.

    Clara

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  2. Me acuerdo de las noticias de ese terrible atentado .
    Excelente la historia

    Marcelo

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    1. Marcelo: Cierto! un atentado tremendo aunque desafortunadamente no el último. El 19 de julio de 1992 estalló un Fiat 126 que estaba estacionado frente a la casa de la madre del juez Paolo Borsellino cargado con casi 100 kg de trinitotolueno, la exploción le causó la muerte a él y a cinco miembros de su escolta: Agostino Catalano, Vincenzo Li Muli, Walter Eddie Cocina, Claudio Traina y Emanuela Loi, la primera mujer del cuerpo de la Polizia di Stato italiana que falleció en acto de servicio. Solo sobrevivió Antonino Vullo.
      Alicia

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    2. Muchas Gracias Lic. Di Gaetano , la verdad que los dos atententados fueron un horror. Como siempre muy completa su historia no sabia lo de la primera mujer policia Italiana que fallecio en acto de servicio
      Una vez mas muchas gracias

      Marcelo

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  3. Tengo entendido que no todos los custodios de Falcone murieron en el atentado. Si mal no recuerdo uno de ellos sobrevivió, incluso el mismo Falcone tardó en morir y lo hizo algo mas tarde en un hospital. Además, me parece que había dos o tres autos de custodia, me acurdo porque en esos años vivia con mi familia en Italia. Muy buena la nota.
    Antonio

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    1. Antonio: Según el relato del diario español "El Mundo" del 24 de mayo de 1992, el juez Falcone “conducía él mismo su vehículo blindado, su mujer iba sentada en el otro asiento delantero y detrás, el chófer. Más guardaespaldas le seguían de cerca en otro automóvil”. Los efectos de la bomba fueron tan devastadores que la autopista quedó parcialmente destruida. “Al menos una decena de vehículos resultaron envueltos en la fortísima explosión, que produjo al menos 18 heridos, entre los que había un niño y una pareja de turistas australianos”. Además la explosión fue tan poderosa que se registró en los monitores de terremotos locales. El juez Falcone tal como mencionas, murió en el hospital,a las 18.20hs., al igual que su esposa, Francesca Morvillo que falleció a las once de la noche. “Miles se reunieron en la Basílica de Santo Domingo para su entierro. El funeral fue transmitido en vivo por la televisión nacional y todos los programas de televisión regulares fueron suspendidos. Parlamento declaró un día de luto”. Espero haber respondido a tu inquietud y muchas gracias por comentar.
      Alicia

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  4. En la pelicula Juez Falcone, en la que Murray Abraham (el Salieri de Amadeus) interpreta a Tommaso Buscetta y Chazz Paminteri a Falcone, el guardaespaldas que viaja con este ultimo y su esposa, efectivamente, sobrevive. En la formidable miniserie italiana Il capo di capi, interpretada por Claudio Gioe en el rol de Salvatore Riina, no se ve esa parte. En la secuencia, Giovanni Brusca, "El Jabali" oprime el obturador del dispositivo y despues se ven escenas veridicas del desastre. En ella ademas del auto del juez va otro detras con la custodia.
    Impresionante la valentia de esos jueces y policias que enfrentaron a esos bestias. Buena evocacion.
    Alberto

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    1. Alberto: Te agradezco muchisimo el dato de la película que aún no tuve oportunidad de ver. Fue justamente la valentía que vos destacás en estos jueces lo que me llevó a escribir este post, particularmente, porque a partir de las investigaciones de Falcone quedó expuesta una realidad, que en mi opinión en Italia se negaban a ver. Falcone parece haber entendido la psicología con que actuaban estos personajes. Viendo hoy en día el avance de las mafias como la Yakuza, las Tríadas, los cárteles de Juarez y tantos otras organizaciones de corte mafiosa, se me ocurre que hoy más que nunca necesitamos muchos mas Falcones más en todo el mundo. Mil gracias por comentar.
      Alicia

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