¿Quién en algún
momento de su vida no ha leído el horóscopo o ha buscado alguna página
tarotista para predecir su futuro o saber qué le depara el día o la vida?
Movidos, tal vez, por la curiosidad, la incertidumbre o por la búsqueda de la
certeza, un sinnúmero de personas encuentra una especie de “tranquilidad
mental” que las ayuda a seguir adelante. Sin embargo, este comportamiento humano
no es algo novedoso. El hombre desde tiempos antiguos ha buscado en la figura
del brujo, bruja, sacerdote o chamán, la serenidad que ha perdido y la
seguridad de que sus actos son “justos”.
Con respecto al
significado de los números por ejemplo, el 2 significaba la dualidad:
luz-obscuridad, carne-espíritu, etc.; el 3 evocaba la Trinidad divina o humana:
cuerpo, alma y espíritu. El 4, nacido del quebrantamiento de la perfección de
la Trinidad por una unidad, simbolizaba el mundo espacial: los cuatro jinetes
del Apocalipsis, provenientes de una única fuente, Cristo; los cuatro puntos
cardinales, las cuatro estaciones, las cuatro letras del nombre de Adán, etc.
De la combinación del 4 y el 3, es decir, de la combinación de la idea de
espacio y de mundo sacro, devenía el 12 que simbolizaba el tiempo cumplido: 12
apóstoles, 12 signos del zodiaco, 12 meses, etc. El 5 indicaba la voluntad y el
7, lo sagrado, la perfección: los siete días de la semana, las siete maravillas
del mundo, los siete colores. Por último, el 8 simbolizaba la
Resurrección.
Las figuras
geométricas también tenían su significado. El círculo, perfecto, homogéneo, sin
principio y fin, se lo atribuía al “orden celeste”, a ese inmutable y continuo
recorrido de los planetas, de las estrellas, relacionándoselo también con el tiempo, el ciclo y el eterno
retorno. Su centro se asociaba a la idea
de Creación, de orden, en torno a la cual todo se organizaba. El cuadrado
representaba la estabilidad debido a la firmeza de sus cuatro ángulos apoyados
en el espacio.

Tridimensionalmente,
el círculo y el cuadrado, se transforman en cubos y esferas, elementos bases de
la arquitectura románica, muy medieval, muy religiosa, muy temerosa de lo
divino. Una arquitectura austera y magistral que invitaba a la oración y a la
reflexión, a la enseñanza y a la advertencia, evitando caer en las tentaciones
y distracciones por miedo a padecer los tormentos del Infierno por toda la
eternidad.
Los colores también
tenían un significado para la mentalidad medieval. Por ejemplo, el negro,
asociado al planeta Saturno, evocaba la muerte, lo tenebroso y la tristeza; el
rojo, vinculado a Marte, era el color de la guerra y la victoria; el blanco
simbolizaba la pureza, la rectitud y la franqueza. El amarillo, la inteligencia
y el juicio. El verde, asociado al planeta seductor Venus, representaba la
esperanza. Y el azul, Júpiter, y el violeta o púrpura, Mercurio, evocaban el
cielo.
El hombre de aquella época también era consciente del cosmos que
lo rodeaba. No había astro en el firmamento
que no tuviera significado. Se creía que aquellos más cercanos y de dimensiones
más imponentes, tenían una influencia mayor en el entorno. Un cometa, una
estrella fugaz, un eclipse, hasta un diluvio; todo era reconocido e
interpretado ya que auguraba un mensaje divino el cual repercutiría directamente
en la vida.
Unido también a la astrología, el
destino de cada individuo dependía del planeta y signo en donde se encontraba
en el momento de su nacimiento. Por
ejemplo, si la persona nacía bajo el signo de Venus, el planeta del amor, de la
astucia, de la delicia y el gozo, sería de sentimientos débiles. De pequeño
sería amado para luego transformarse en una persona orgullosa y vil que
cometería acciones mezquinas. Por el contrario, el planeta Saturno regía sobre los hombres flacos, negros, sin barba,
lentos y de escasa voluntad, mientras que Júpiter, encuadraba a aquellos
bondadosos, gentiles, afectuosos, barbudos, pero un poco calvos.

Algunos de los animales asociados al mal eran la serpiente, símbolo
del pecado y del diablo; la liebre
y el conejo relacionados con la
lujuria por su fertilidad; el jabalí
y el cerdo por ser animales
sucios y perezosos, además de estar también relacionados con los placeres
carnales, entre otros.

La mayoría de estos símbolos eran explicados elementalmente,
casi siempre por los clérigos, a aquellos carentes de instrucción para que, por
medio de las imágenes, pudieran ser
capaces de descifrar el significado. Imaginemos el temor que causaría en
aquellos que observaran en los templos y catedrales, casas de instrucción para
aquellos más pobres, a los dragones, criaturas demoníacas enemigas de Dios, o a
los basiliscos, animales formados por
una cabeza monstruosa con cresta de gallo unida a cuerpo con dos patas y cola
de serpiente que mataban con la mirada y el aliento, siendo los encargados de
transportar las almas de los condenados al infierno y simbolizando la muerte y
al propio diablo. Así lo refleja claramente, una mujer del “Quattrocento”
cuando afirmaba lo siguiente: “Soy una
mujer pobre y anciana, no sé nada, no sé leer. En el monasterio que frecuento
veo pintado
un paraíso donde hay arpas y laúdes, y un infierno donde se
calcinan los condenados. Uno me da miedo, el otro gozo y alegría.”
En resumen, la cosmovisión medieval
asimilaba el mensaje continuo dado por su entorno el cual debía ser captado y
asumido para poder comprender los vaivenes de la vida. Sea a través de una
imagen, letra, símbolo, animal o vegetación; todo era instrumento de comunicación
entre el hombre y lo divino, entre el hombre y lo sobrenatural.
Lic. Andrea Manfredi
Bibliografía:
-
Delort, Robert, La vita quotidiana nel Medioevo, Roma-Bari, Editori Laterza, 2011,
8va ed.
-
“Bestiario Medieval” en:
www.arteguias.com
Imágenes extraídas de:
Capitel caballeros: hispavista.com
Caballero con criatura: www.ordendeltemple.net
León: www.echoppemedievale.com
Grifo: www.arteguias.com
Unicornio: bestiarium.wordpress.com
Jerusalén celestial: caputanguli.blogspot.com.ar
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