jueves, 5 de julio de 2012

EL JUSTO


Les propongo que antes de comenzar a leer este texto hagan CLICK en este link y luego comiencen, ya comprenderán por qué: http://www.youtube.com/watch?v=leSYZRmknlc

“¿Qué está haciendo aquí?” preguntó el oficial alemán.
“Haga lo que quiera conmigo. No pienso moverme” respondió Szpilman
“¡No tengo intenciones de hacerle nada!” le afirmó el oficial “¿Qué hace para ganarse la vida?”
“Soy pianista”
“Venga conmigo” le dijo y lo condujo a una habitación donde había un piano apoyado contra la pared, “Toque algo”

Tal vez algunos reconozcan este diálogo de una película, de hecho está extraído de un libro que luego se convirtió en un film que ganó varios premios Oscar, “El Pianista”, que relata los años de vida de Wladislaw Szpilman durante la II Guerra Mundial y cómo logró sobrevivir al gueto, a la deportación y al Holocausto escondiéndose en las ruinas de Varsovia en Polonia.

Szpilman era un pianista polaco y judío ya conocido antes de la guerra. Vivía en Varsovia  que fue una ciudad que sufrió el azote nazi en su totalidad. Primero llegaron las leyes anti judías, luego el gueto donde se encerró a los judíos, el hambre, el frío, después vino la deportación a los campos de exterminio y finalmente la destrucción total de la ciudad. Entre toda esa debacle, el pianista sobrevivió a todo, como pudo, solo y a veces con ayuda, y allí pasó los momentos más terribles de su vida. Szpilman presenció la deportación de sus padres y hermanos en los trenes del horror y no volvió a verlos jamás.

El terror en Varsovia empezó en 1939 cuando Alemania invadió Polonia (dando inicio a la II Guerra Mundial) y después sucedió todo lo que les relaté muy someramente recién. Después de sobrevivir a todo esto, después de vivir años escondido sin hablar con nadie, de escapar de la muerte de milagro más de una vez, un día, cuando iba en búsqueda de comida, a pocos meses del fin de la guerra, Szpilman levantó la vista y vio parado frente a él a nada más y nada menos que un oficial alemán.

En ese momento tuvo lugar el diálogo que les transcribí al inicio. El 17 de noviembre de 1944, en un edificio en ruinas, con alemanes dando vueltas por doquier, frente a un oficial alemán, en una Varsovia arrasada “Toqué Nocturne en C Sharp minor de Chopin” cuenta Szpilman en su libro. Esa es la música que están escuchando ahora si me hicieron caso al inicio.
Según el pianista, ese concierto privado le salvó la vida. El oficial después lo ayudó a mejorar su escondite y le llevó comida envuelta en periódicos para que estuviera informado de los avances de la guerra. ¿Sorprendidos? La primera vez que lo escuché también me sorprendí. Pero hubo algo que me llamó mucho más la atención.

Szpilman cuenta que en un momento le preguntó al militar: “¿Es Ud. alemán?”, a lo que el oficial respondió gritando y agitado como si la pregunta le hubiera molestado, “¡Sí, soy alemán! Y eso me avergüenza después de todo lo que ha sucedido!” Ahí me dije que tenía que saber más sobre este personaje.

Tipié en Google “Wilm Hosenfeld” y descubrí que era un oficial de la Fuerza Armada Alemana que en 1940 había sido destinado a Varsovia y que había permanecido allí hasta que fue capturado por los rusos en enero de 1945. También leí que había ayudado a muchos polacos durante la guerra y entre ellos a varios judíos y por supuesto aparecía el encuentro con el pianista. Supe que fue sentenciado a 25 años de trabajos forzados por crímenes de guerra y que a pesar de las peticiones para su liberación de todas las personas a las que había ayudado, los rusos se negaron a liberarlo y que finalmente murió el 13 de agosto de 1952 en un campo de concentración soviético.

Lo mejor llegó cuando leí que en el año 2009 Hosenfeld había sido reconocido post mortem como “Justo entre las naciones”, ¿Qué es esto?, también lo busqué: es una distinción que da el Parlamento israelí a aquellas personas que no son de ascendencia judía y que prestaron ayuda a las víctimas durante la guerra. Por tanto, para mi sorpresa, un oficial alemán y nazi era reconocido con el mayor honor por parte del gobierno judío de Israel. YO NECESITABA SABER MÁS DE ESTA PERSONA pero Internet no me daba mucho más que lo que les conté, hasta que, cuando terminé de leer el libro "El pianista", vi que después del relato del protagonista, al dar vuelta la página, había un apartado con el siguiente título: Extractos del Diario del Capitan Wilm Hosenfeld

¡INCREÍBLE! ¡Era exactamente lo que estaba buscando y como si nada se apareció de pronto! ¡Qué daríamos por tener un diario de cada uno de las personas que forjaron nuestra historia! Imaginan bien si piensan que leí esos extractos a la velocidad de la luz. Entendí muchas cosas leyéndolo pero también me avergoncé de mí misma porque a pesar de ser historiadora me di cuenta de que había caído en la tan horrible GENERALIZACION con frases como “todos los nazis son la rencarnación del mal” cosa que evidentemente no fue así.

Entre las páginas del diario de Hosenfeld se pueden leer cosas como: “Los métodos de los Nacional Socialistas (Partido Nazi) son diferentes, pero básicamente persiguen una sola idea: el exterminio y aniquilación de las personas que piensan diferente.” Esta entrada es del 18 de enero de 1942 fecha en que se comenzaba a gestar la empresa del Holocausto y se ve claramente que Hosenfeld podía notar como se le iba dando forma. En la misma fecha analiza las incongruencias del régimen: “Él (Hitler) le dice al mundo que no tiene intención de incorporar otras naciones a los estados alemanes ni negarles el derecho de su soberanía, pero ¿y los checos, y los polacos y los serbios?” Para esta fecha Alemania ya había invadido y ocupado estos territorios dando inicio a la Segunda Guerra Mundial.

Frases como la siguiente, por ejemplo, me llamaron poderosamente la atención: “La historia nos enseña que la tiranía no ha perdurado jamás. Y ahora nosotros tenemos culpa en nuestras conciencias por la terrible injusticia de matar a los habitantes judíos.” Recordemos que Hosenfeld había sido destinado a Varsovia (Polonia), ciudad en la que la persecución de los judíos fue devastadora, está claro que nuestro oficial debe haber presenciado infinidad de situaciones de tortura y asesinato. El diario sigue: “Aquí hay una acción para exterminar a los judíos. Ese ha sido el objetivo de la administración civil alemana desde la ocupación de las regiones del Este..” Si bien, después de años de investigaciones, nunca se halló una orden escrita firmada por Hitler o Himmler para la eliminación total de los judíos podemos deducir que la orden existió de todas maneras o que por lo menos era evidente para todos, aun para aquellos militares no involucrados con el Holocausto directamente, de que se estaba llevando a cabo la eliminación de todo un pueblo. Hosenfeld nos cuenta que “Gente de Lietzmannstadt y Kutno dice que los judíos, mujeres y niños, son intoxicados en vehículos móviles de gas.” Y al igual que nosotros hoy en día piensa que “es difícil creer todo esto y yo trato de no hacerlo, no tanto por la inquietud por el futuro de nuestra nación, que tendría que pagar por estas monstruosidades algún día, pero porque no puedo creer que Hitler quiera estas cosas y que haya alemanes que den estas ordenes. Si es así, puede haber solo una explicación: son enfermos, anormales o locos.” Me veo a mí misma pensando exactamente lo mismo cuando leo sobre este tema.

Me sorprendió mucho también la culpa y la sensación de merecer el castigo que obviamente debería llegar algún día: “Qué cobardes somos, sintiéndonos superiores y dejando que esto pase. Seremos castigados” dice Hosenfeld y agrega “Cuando se cometieron las matanzas en masa de judíos el verano pasado […] supe casi con seguridad que perderíamos la guerra. No había ya motivo para una guerra que se justificaba en la búsqueda de libertad de subsistencia y espacio vital. Ha degenerado en una vasta, inhumana masacre en masa, negando todo valor cultural y el pueblo alemán no puede ser justificado, será condenada la nación como un todo.” A mi parecer el oficial podía ver con claridad lo que luego sucedió. La guerra que supuestamente había iniciado con determinados objetivos y valores, que de por sí pueden ser objetables, había terminado en una maquinaria de matanza de un pueblo entero, y por tanto no podía haber ningún futuro. No había otra salida que la derrota militar y el juzgamiento de aquellos que habían atentado contra la vida. Hosenfeld sigue: “Hemos traido vergüenza sobre nosotros, que no se puede borrar. Es una maldición que no se puede quitar. No merecemos misericordia, somos todos culpables. Cada día que pasa me siento peor.” Esta frase me gusta porque no podría haberlo predicho mejor.  El genocidio perpetrado por los nazis fue una maldición para el pueblo alemán, porque al igual que el nombre de Judas se relaciona siempre con el concepto de traición, el Holocausto nos lleva indefectiblemente a la Alemania nazi.

En su la última entrada, el 11 de agosto de 1944, unos meses antes del fin de la guerra, Hosenfeld escribe lo que para mí es un pequeño gran resumen: “Monstruosos métodos fueron utilizado aquí. Actuamos como si fuéramos amos y nunca fuéramos a irnos”, sin embargo no eran amos, y sí se fueron y dejaron lo que hoy todos lamentablemente conocemos como la Shoá (o el Holocausto). 

Lic. Diana Fubini

Bibliografía

Szpilman, Wladislaw, The Pianist, London, Phoenix, 2000


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