jueves, 6 de septiembre de 2012

Las raíces africanas del Nuevo Mundo

Hacia el siglo XV, los africanos del Cinturón del Sudán (divide a África más o menos por la mitad, de este a oeste) ya habían establecido rutas por donde comercializaban desde marfil, sal y oro hasta esclavos. A través del tráfico trans-sahariano, el metal precioso producido por los africanos llegaba a la codiciosa Europa. Para proteger estas rutas y evitar que los Tuaregs y otros piratas atacaran a las caravanas, los pobladores de aquellas zonas se fueron militarizando. Pero como la explotación minera, al igual que la agricultura, necesita de una importante cantidad de mano de obra, los Estados militarizados más fuertes como los Oyo Yoruba, Bankongo, Ashanti Akan e Ibgo, juzgaron que sus débiles naciones vecinas podían ser esclavizadas, convirtiéndolas en mano de obra barata. Este fue el sistema de esclavitud del que se valieron los europeos para traer africanos al Nuevo Mundo.

A mediados del siglo XV, se produjo la revolución tecnológica marítima desarrollada por portugueses y españoles, seguida por holandeses, ingleses y franceses, que pusieron en contacto continuo a Europa, África y América, para desgracia y exterminio de aborígenes africanos y americanos. Ya en el 1500, los portugueses explotaban cultivos de azúcar en la isla de Sao Thome (África occidental), aprovechando la mano de obra provista por el Congo, que a fines del siglo XVI extendieron al Brasil. Este cultivo que fue introducido entre 1640/1660 en las Antillas por los holandeses comenzó a desarrollarse también en Jamaica y Haití. A los cultivos de azúcar pronto le siguieron los de arroz, tabaco y más tarde algodón que fue ampliamente explotado por los británicos en lugares como Carolina del Sur (EEUU). Como estos cultivos requerían trabajo intensivo, los indios proporcionaron mediante trato inhumano una forzada mano de obra, pero no fue suficiente. Primero porque la agricultura de las plantaciones era una experiencia nueva para ellos y segundo porque las enfermedades introducidas desde el Viejo Mundo diezmaron las poblaciones aborígenes. Cuando los ambiciosos portugueses y españoles descubrieron oro y plata en Brasil, México y Perú, la necesidad de mano de obra se agudizó. Entonces, los europeos volvieron sus blancos rostros de frías miradas al África, donde sus habitantes de pieles oscuras y miradas asustadas tenían experiencia en plantaciones agrícolas y en minería, y ya habían adquirido inmunidad frente a las enfermedades europeas por haber estado en contacto con los blancos.

Hacia el siglo XVI el tráfico de esclavos en el Atlántico había encadenado a gobernantes africanos con brutales tratantes europeos. Antes de ser trasladados al Nuevo Mundo, los esclavos ya habían atravesado varias naciones en manos de mercaderes africanos que los intercambiaban en las costas por caracoles, tejidos, alcohol y armas de fuego. Los negros estaban completamente indefensos ante los insensibles y arrogantes europeos que estaban convencidos de que las naciones africanas no tenían leyes que merecieran su respeto. Ante la indiferencia de los amos, la mortalidad infantil entre los pequeños negros que eran transportados al Nuevo Mundo era altísima. Las esclavas siempre terminaban perdiendo sus embarazos, sea porque eran expuestas al salvajismo y la crueldad del trabajo en exceso o porque ellas mismas se practicaban abortos para evitar que sus niños nacieran en estado de esclavitud. Esta falta de niños que crecieran como esclavos para ser explotados, hizo que la migración forzada desde África fuera en aumento hasta el siglo XIX.

Sea por cuestiones económicas, religiosas o humanitarias, los colonos españoles, británicos, portugueses o franceses dispensaron distinto trato a los esclavos en el Nuevo Mundo. En la América Hispánica podían adquirir su libertad mediante una “carta de libertad” extendida por sus amos o comprarla mediante un “rescate”. Las restricciones que la ley les imponía eran: no salir de noche, no llevar armas ni tener indios o indias a su servicio, ya que según la Real Cédula del 14 de noviembre de 1551 “…muchos negros tienen a las indias por mancebas o las tratan mal y oprimen”. Los matrimonios entre españoles y negras o mulatas estaban permitidos y sólo se limitaron cuando varios oficiales de alta graduación comenzaron a casarse con sus esclavas. Las negras y las mulatas casadas con españoles podían usar “zarcillos de oro con perlas y una gargantilla” como las blancas. Los negros formaban parte de los regimientos, compañías y batallones españoles, (sólo en caso de defensa) y su valentía no pasaba desapercibida a la corona: la Cedula de Felipe IV de 1623 ordenaba a los gobernantes en América que “Los morenos libres […] que todas las veces que hay necesidad de tomar las armas para la defensa proceden con valor, y respetan los puestos señalados por los oficiales de guerra arriesgando sus vidas haciendo lo que deben en buena milicia […] deben ser muy bien tratados por los gobernadores, castellanos y capitanes generales, pues están a su cargo”.

Buenos Aires ya contaba con sus propios negros que, a decir de los viajantes de la época eran muy bien tratados, cuando en 1713 Gran Bretaña obtuvo de su entonces aliada España, mediante el Tratado de Utrech, un privilegio conocido como “Asiento de negros” por el término de 30 años. Entonces la corona española abrió el puerto de Buenos Aires y la británica Compañía del Mar del Sur que se instaló en la zona del Riachuelo, se encargó del desarrollo del Asiento en el Río de la Plata. Los barcos negreros que arribaban al puerto de Buenos Aires eran controlados por las autoridades españolas y para evitar que ingresaran epidemias, un cirujano determinaba cuales negros podían bajar del buque, mientras que los demás eran sometidos a cuarentena. Todos eran marcados a fuego en la frente o en la espalda. El Asiento permitía el ingreso de 1.200 negros anuales por el Puerto de Buenos Aires, de los cuales 400 partían a Chile o a las provincias del Norte.
Además de tener un lugar en la milicia colonial, los negros introdujeron su propio espacio en los gremios. En Buenos Aires, en 1794, los maestros zapateros pardos y morenos solicitaron permiso para establecer un gremio “pues en el formado por los españoles e indios, con cofradía y estatutos y aprobado por el virrey, se excluye […] a los de color pardo”. Durante las Invasiones Inglesas las milicias porteñas, que lucharon con tanta firmeza contra los británicos, constituyeron con los negros y los indios el Batallón de Castas que durante la Revolución de Mayo se convirtió en el aguerrido y valeroso Regimiento de Pardos y Morenos que participó en la gesta independendentista. En una carta del 24 de septiembre de 1814 que el Director Supremo Gervasio Posadas le dirigiera a San Martín, donde nombra a los jefes y los cuerpos militares que envió para las Campañas en Chile, menciona: “Cazadores, de Igarzabal, el Nº 9, de Pagola aumentado con los prisioneros de Montevideo, el Nº 6, de Soler aumentado con negros”, y agrega más adelante: “Vamos ahora a ver lo que nos queda para hacer frente a la señora España: los Granaderos de Infantería, los de a caballo, los Dragones de Rondeau, y Negros Nº 10, de Holmberg que guarnecen a Montevideo y su campaña: y en Buenos Aires, solo queda el Nº 3 de French, el Nº 8, Negros de Balvastro, unos pocos artilleros, y los 200 hombres de guardia al mando de Larrea”. El 12 de mayo de 1816, el General San Martín le manifestaba en una carta al Gobernador Intendente de la Provincia de Cuyo que “El mejor soldado de infantería que tenemos son los negros y mulatos; […] por esta razón hay que formar un ejército [con ellos] no hay más arbitrio que el de echar mano de los esclavos”. Al respecto, el Director Supremo, Juan Martín de Pueyrredón, le escribió al General San Martín lamentando la falta de dinero, pero celebrando la buena voluntad de Cuyo “en la dación de esclavos”, a los que “puede Ud. ir formándolos en el manejo de armas y movimientos”. En mi opinión, esto demuestra la confianza que nuestros próceres depositaron en los negros, ya que si hubieran pensado en que los iban a traicionar, no les habrían entregado armas ni tampoco los habrían entrenado para la guerra. Esto indicaría que no hubo dentro de la milicia independentista diferencias raciales, como sostienen algunos mitos que quizá confunden nuestra guerra de Independencia con la guerra civil de EEUU, donde el racismo llegó a extremos de sancionar leyes para discriminar a los ciudadanos afroamericanos.
 Según varios investigadores, la mayoría de la población original del territorio argentino compuesto por indios, negros, mulatos, mestizos, blancos, etc., se fundió con el aluvión inmigratorio llegado a nuestras tierras entre mediados del siglo XIX y principios del XX, razón por la cual la composición étnica en nuestro país se fue haciendo cada vez más compleja. Hoy, gracias al pincel de Cándido López, artista y soldado de la Guerra de la Triple Alianza (1865/1870) entre Argentina, Brasil y Uruguay contra Paraguay, aún podemos observar a esos valientes negros que llenos de coraje lucharon en una y otra facción. Por suerte, en muchos barrios todavía resuenan como ecos de aquellos tiempos coloniales los tambores del candombe, que en el año 2009 fue inscripto para ser reconocido como Patrimonio de la Humanidad (UNESCO) en la Lista Representativa del Patrimonio Cultural Inmaterial de la Humanidad.

Lic. Alicia Di Gaetano

Bibliografía y Fuentes

  • Documentos para la Historia del Libertador General San Martín, Ministerio de Educación de la Nación. Instituto Nacional Sanmartiniano y Museo Histórico Nacional, Tomos II (1812-1815) y III (1815-1816), Buenos Aires, Talleres Gráficos E.G.L.H o/J.S. Litvack, 1954.
  • Okon Edet Uya, Historia de la Esclavitud en las Américas y el Caribe, Argentina, Claridad S.A., 1989.
  • Rosenblat, Ángel, La población indígena y el mestizaje en América, Tomo II, Argentina, Nova, Biblioteca Americanista, 1954.
  • http://www.histarmar.com.ar/InfHistorica-3/EsclavaturaPtoBsAs.htm 
Imágenes

http://www.wargamez.com.ar/foro/historicos/la-guerra-de-la-triple-alianza-guerra-contra-el-paraguay-503.html
http://www.taringa.net/comunidades/ejercito-argentino/3287624/Argentina_-Regimientos-Historicos-_Parte-2_.html

2 comentarios:

  1. Hola, muy bueno e interesante y un curiosidad para agregar es que el sargento Cabral, quien salvo al Gral San Martin, era negro, hijo de un indigena guarani y un negro, los felicito, siempre los leo y recomiendo.

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    1. Hola Jorge, te agradezco por compartir el dato, todos los comentarios son más que bienvenidos porque enriquecen el texto. Miles de gracias por recomendarnos y por leer nuestros post.
      Nuevamente gracias por el aporte,
      Alicia

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